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29 de marzo de 2024

Hospital improvisado en Camp Funston, Kansas, en 1918

Hospital improvisado en Camp Funston, Kansas, en 1918

Picotazos de historia

Si sobrevivían, eran puestos en libertad: el mortal experimento durante la gripe española

En noviembre la enfermedad se había propagado con rapidez por Estados Unidos y el epicentro estaba en Boston, donde los fallecimientos diarios ascendían alarmantemente

En septiembre de 1918 la denominada «gripe española», llamada así debido a que las únicas noticias que se tenían de su desarrollo e impacto provenían de la prensa española, que no se encontraba afectada por la censura militar, apareció en la ciudad de Boston (EE.UU.). Esta enfermedad se desarrolló con una velocidad y una virulencia terrible; la mortandad era muy elevada y, lo que era más asombroso y preocupante, no se cebaba en los sectores más débiles por edad (ancianos y niños), al contrario, afectaba de una manera letal a individuos jóvenes.
En noviembre la enfermedad se había propagado con rapidez por el país y el epicentro estaba en Boston, donde los fallecimientos diarios ascendían alarmantemente. Desesperados, las autoridades escucharon una propuesta por parte de tres médicos: Rosenau, Goldberger y Keegan. Los doctores proponían una investigación inoculando la peligrosa enfermedad a voluntarios con el fin de poder desarrollar una vacuna. Debido al alto riesgo, por no hablar de lo éticamente discutible, aconsejaban que se solicitaran voluntarios entre los prisioneros de la prisión naval situada en la isla Deer, frente al puerto de Boston. Las autoridades dieron el visto bueno.

Si los prisioneros sobrevivían, se les perdonarían las penas y serían liberados

Se reunió personal, medios sanitarios, se aisló una zona de la prisión y, cuando todo estuvo preparado, el Dr. Goldberger habló a los prisioneros reunidos en el patio. Les explicó en qué consistirían los experimentos, por qué era necesario que se les contagiara y los beneficios que se podrían lograr de las investigaciones. También les prometió que aquellos que sobrevivieran se les perdonarían las penas y serían liberados. Los prisioneros, la inmensa mayoría marineros, se presentaron voluntarios en masa. Trescientos fueron los voluntarios y de ellos se seleccionó a 62.
En el área especial aislada, los prisioneros fueron rociados en los ojos, nariz y boca con aerosol que contenía la infección. Se les inyectó tejido pulmonar de fallecidos y se les puso láminas de este sobre los ojos para facilitar la entrada de la infección, a algunos se les hizo permanecer junto a moribundos en el pabellón de desahuciados del hospital más cercano. El resultado fue un rotundo fracaso. Ninguno de los prisioneros contrajo la enfermedad. El único que la pilló y murió al poco tiempo, fue el médico a cargo del pabellón de los voluntarios. En cuanto a la promesa de libertad: no tengo ni idea. No he encontrado ninguna información sobre si las autoridades de Boston cumplieron su palabra o no.
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