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Retrato de Juan Palarea

Retrato de Juan Palarea

Una vida de continua lucha: el general Palarea, médico, guerrillero, militar y conspirador

La fidelidad a las ideas hacían a sus defensores gentes intransigentes, pocos dados al pacto, idealistas que despreciaban traicionar ideales por bienestar económico y defensores de la violencia como arma política

Casi todo el siglo XIX español fue una etapa de continua inestabilidad y de luchas políticas generalizadas. La fidelidad a las ideas hacían a sus defensores gentes intransigentes, pocos dados al pacto, idealistas que despreciaban traicionar ideales por bienestar económico y defensores de la violencia como arma política. Uno de los ejemplos característicos de este tipo de personas es Juan Palarea Blanes.

Había nacido en Murcia en 1780, hijo de un comerciante de tejidos. Después de pasar por el seminario, estudió Medicina en Zaragoza. Empezó ejerciendo su profesión en Madrid y pasó a ocupar la plaza de médico de Villaluenga de la Sagra (Toledo) en agosto de 1807, seguramente por influencia del rey. La vida del personaje está referida por Julio Repollés de Zayas en la Revista de Historia Militar n.º 39.

Tras el 2 de mayo de 1808 cuando los madrileños se levantaron contra el ejército napoleónico, Palarea se unió a la guerrilla, oponiéndose en Madrid al Emperador Napoleón que acudió a España para solventar el desastre de Bailén. Al rendirse la capital, se retiró a Villaluenga de la Sagra y se echó al monte estableciendo su base de operaciones en el castillo del Águila. Utilizaba el apodo de «El Médico» y fue formando una partida creciente que puso en muchos aprietos a las tropas napoleónicas.

La lucha militar y política

El bautismo de fuego lo tuvo a orillas del Guadarrama, en el camino de Carranque a Casarrubios. A esta primera acción le siguieron otras con el mismo éxito. Suerte tuvo al capturar un correo francés con correspondencia del emperador a sus mariscales, que entregó al general Eguía. Con esto es nombrado comandante de partida con el empleo de alférez. En 1810 capitaneaba una partida de unos doscientos jinetes y es ascendido a teniente por el marqués de la Romana. Además de sus combatientes, contaba con una red de espías que le avisaron de que un convoy francés que llevaba el trigo requisado iba de Toledo a Madrid. El 19 de octubre de ese año interceptó a los franceses en Yuncler, combatió a la guarnición de Yuncos y se hizo con el botín. Con esta acción ganó la laureada de San Fernando.

Palarea extendió su campo de acción desde Toledo y Madrid a Ávila, Salamanca, Segovia, Cuenca, Extremadura y Andalucía. Su osadía y una innata capacidad estratégica, hizo que fuera uno de los guerrilleros más perseguido por los generales franceses. Había vencido en más de ochenta combates y tuvo pocas derrotas, como las de Tembleque y Sonseca en 1811.

Wellington lo incorporó a sus divisiones y lo nombró gobernador militar de Toledo. Allí, en la plaza de Zocodover, proclamó la Constitución de 1812 revelándose como un liberal intransigente. Su partida, que no paró de crecer, se convirtió en el Regimiento de Húsares Numantinos en 1813. Palarea ya en el ejército regular, terminó la guerra como general de división.

Era un abierto constitucionalista por lo que, terminado el trienio liberal en 1814, se vio envuelto en las luchas políticas de esa etapa de la vida española. En esta época siguió mandando regimientos de Caballería y en 1820, cuando el pronunciamiento de Riego en Las Cabezas de San Juan, se encontraba en Madrid al mando del regimiento Montesa al que cambia de nombre para llamarlo Constitución.

Participó en la represión del movimiento de El Pardo y tuvo que afrontar la llegada de los Cien Mil Hijos de San Luis en 1823. Palarea, como tantos hombres de esa época, anteponía los ideales a la posición acomodada y no tenían miedo de perder puesto y sueldo. Esto era origen de unos enfrentamientos casi continuos, guerras, pronunciamientos, exilios e inestabilidad. Gobernador militar de Santoña y comandante militar de Salamanca, es enviado al norte de León para cerrar el paso a los franceses de D'Albignal.

Es derrotado y se refugia en Galicia para unirse a Morillo. Al enterarse de que éste había capitulado, inicia un recorrido que acaba con su derrota. Hecho prisionero, es llevado a Francia. Una vez libre, se exilió en Inglaterra y se unió al general Torrijos en el afán de restaurar la Constitución. Espoz y Mina trataba de entrar en España por los Pirineos y Torrijos y Palarea desembarcaron en Gibraltar para promover la insurrección de Andalucía y contribuir al fin del absolutismo. No tuvieron el éxito que buscaban. Palarea, tal vez por graves discrepancias con Toriijos, embarcó de nuevo y se dirigió a Francia. Desde allí se marchó a un nuevo exilio, esta vez en Argel.

Fiel a sus ideas

En 1833 contaba con 53 años. Una vida de continua lucha militar y política. Sin embargo, ni pareció estar cansado ni cejó en sus ideales. En la Regencia de María Cristina, muerto Fernando VII, vuelve a España, consigue ser readmitido en el Ejército y es nombrado capitán general de Valencia.

Tampoco entonces va a tener tranquilidad. La Guerra Carlista estalló y Cabrera pone su base en el Maestrazgo, por lo que Palarea está afectado militarmente al nombrarlo el Gobierno jefe militar de Aragón. Sus éxitos contra el general carlista le dieron el ascenso a Mariscal de Campo y fue nombrado capitán general de Jaén y Granada. Una nueva campaña, esta vez contra los caudillos insurrectos Jamila y Manjero, le impidió gozar de tranquilidad. Fue acusado de crueldad en la represión y de arbitrariedad en el mando. Relevado del mando, fue nombrado senador, aunque nunca ejerció.

A pesar de la edad, la situación y su posición política, es muy posible que se uniera a la conspiración de Diego de León contra Espartero y por eso cayó preso. Encerrado en el castillo de San Julián en Cartagena murió de manera repentina el 7 de marzo de 1841. Algunos rumores indicaban que fue envenenado.

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