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29 de marzo de 2024

María de Windsor

María de Windsor

Dinastías y poder

El papel de las «hermanas reales»: ¿qué sabemos de María de Windsor?

En su magnífica mansión de Harewood crecieron sus dos hijos, los primos carnales más desconocidos de la Reina Isabel, que continuaron la dinastía y que a pesar de su regia cuna, convirtieron el mundo del espectáculo en su vocación y oficio

En su momento fue la joven más demandada de la realeza mundial. Una especie de princesa Ana pero con el condicionante de nacer medio siglo antes. Sin embargo, hoy poco se recuerda de quien fue la única hija de Jorge V y hermana de dos reyes, Eduardo VIII y Jorge VI. Su boda con un aristócrata de puro pedigrí británico curtido en las trincheras francesas, supuso la mayor atención mediática de las que se recordaban hasta la fecha. Convertida en condesa de Lascelles se desmarcó de la familia al apoyar a su hermano David –príncipe de Gales– en su romance con Wallis Simpson. En su magnífica mansión de Harewood crecieron sus dos hijos, los primos carnales más desconocidos de la Reina Isabel, que continuaron la dinastía y que a pesar de su regia cuna, convirtieron el mundo del espectáculo en su vocación y oficio. Todos con una vida sentimental tan agitada que hacen castos a sus parientes más royals.
La princesa Mary, en el centro, con sus cinco hermanos

La princesa Mary, en el centro, con sus cinco hermanosNational Portrait Gallery London

¿Qué sabemos de María de Windsor más allá de la versión que nos ofrecieron en Downton Abbey? Nada. Y eso que en su día fue la niña mimada de la corte y su «caja de latón», la más esperada por los soldados que se batían en las trincheras de la Primera Guerra Mundial. María nació en Sandringham en 1897. Era hija del príncipe Jorge, entonces duque de York –y futuro Jorge V– y de María de Teck. Vino después de Eduardo y Jorge –quienes reinarían como Eduardo VIII y Jorge V– en los días en los que aún vivía su bisabuela, la Reina Victoria. María creció en la estricta corte británica con la especial característica de que todos sus hermanos –también los que llegaron después (Enrique de Gloucester y Jorge de Kent)– eran chicos. El pequeño, el príncipe Juan, epiléptico y enfermo, murió muy niño. Tanto varón cercano hizo que fuese una niña mimada y protegida hasta la saciedad pero que desarrolló una timidez que sólo aliviaba con paseos por el campo y con su afición por las carreras de caballos.
Su padre accedió al trono en 1910 en un tiempo en el que las rivalidades territoriales derivadas de la era imperialista hacían peligrar la estabilidad de Europa. Cuando en 1914 comenzó la Primera Guerra Mundial, María se puso el uniforme de enfermera y como tantas señoritas de la aristocracia ayudó en hospitales y cuidó enfermos. De ella partió la idea de enviar a las tropas una caja con tabaco, cigarros, una pipa y un encendedor, que los soldados esperaban ávidamente y que se hizo muy popular. Su padre, además, había decidido cambiar la denominación de la dinastía Sajonia-Coburgo a la que pertenecían por Windsor, lo que sonaba mucho más inglés.
La Princesa (derecha) con su madre, la Reina María, durante la Primera Guerra Mundial

La Princesa (derecha) con su madre, la Reina María, durante la Primera Guerra MundialBain News Service / Wikimedia Commons

Terminado el conflicto María planteó a su padre, el Rey, seguir formándose en cuidados sanitarios, lo que para la época suponía cierta rareza. Pero ella, como su madre, era insistente y llegó a ser presidente honoraria de la Asociación de Enfermeras el Reino Unido. Sin embargo, lo que preocupaba en la corte era la cuestión de su matrimonio. ¿Se imaginan lo que podía suponer ver a la única hija de Jorge V con más de veinte años y soltera? María de Teck hizo de aquel casamiento una cuestión de estado. Hasta sus hermanos, los popularísimos David y Bertie, guapos, deportistas y seductores, la animaron a decidirse por un aristócrata de cepa británica que, en los días posteriores a la Gran Guerra, era lo que se buscaba para una Windsor.
El elegido fue Enrique Lascelles, conde de Harewood, militar sobrio y serio, que representaba como nadie los valores ingleses que convenía realzar. La boda se celebró el 28 de febrero de 1922 en la abadía de Westminster. Despertó tal interés que la revista gráfica Vogue, le dedicó un número especial «The Royal Weeding number» (febrero 1922). El matrimonio Lascelles tuvo dos hijos, George y Gerald, nietos del Rey. Hay quien dice que María y Enrique no fueron felices. Sin embargo, las Memorias escritas por su primogénito, desmienten ese supuesto.
Un retrato de boda de 1922 de la princesa María y el vizconde Lascelles

Un retrato de boda de 1922 de la princesa María y el vizconde LascellesLibrary of Congress

María y Enrique, condes de Lascelles, vivieron de cerca la «crisis dinástica» que estalló con la irrupción de Wallis Simpson. María apoyó a su hermano cuando amenazó con abdicar, aunque no sirvió de nada: en diciembre de 1936, Eduardo VIII leía ante los micrófonos de la BBC el discurso por el que dejaba la corona en manos de Jorge VI. Entonces ella vivía en Austria, cerca de Viena, pero tuvo que abandonar el país con motivo de la ocupación nazi.
Los Lascelles pasaron la Segunda Guerra Mundial en Inglaterra y María acompañó a los reyes en muchas de las visitas a las zonas devastadas por los bombardeos. En ese tiempo, convirtieron su mansión de Harewood House, en el condado de Yorksire, en hospital. María de Windsor, viuda desde 1949, falleció en 1965 mientras paseaba con sus nietos por los jardines de su residencia. Está enterrada en el mausoleo familiar de los Lascelles en Harewood y recibió honrosos funerales, aunque por deseo personal, no descansa en Windsor.
Los hijos de María, tíos segundos del actual soberano Carlos III, llevaron una vida alejada de los cánones regios. El mayor, heredero del condado de Harewood, educado en Eton y oficial en Argelia durante la Segunda Guerra Mundial, se dedicó a la música como promotor de ópera, fue presidente del Leeds y terminó casado en segundas nupcias con su secretaria. Tuvo tres hijos varones, todos vinculados al mundo artístico, el jazz, el cine y con copiosa descendencia. El segundo, Gerald, aficionado a los coches de carreras, se casó con un par de actrices y vivió en Fort Belvedere, la casa de campo en la que Eduardo VIII había firmado el documento de abdicación.
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