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04 de mayo de 2024

Flota española en llamas frente a las costas de Trinidad de Nicholas Pocock

Flota española en llamas frente a las costas de Trinidad de Nicholas Pocock

Picotazos de historia

La carta que evitó el asalto inglés de Cádiz en 1800

El 4 de octubre la flota inglesa, compuesta por 22 navíos de línea, 37 fragatas y corbetas y unos 80 transportes se presentó frente a la bahía de Cádiz

Sir Ralph Abercromby (1734 – 1801) estudió derecho pero su inclinación era otra y acabó entregado a la carrera de las armas, donde se desempeñó con cierta notoriedad. Su mayor triunfo fue la toma a España de las islas de Trinidad y Tobago en 1797.
Una idea de su carácter nos lo da una anécdota bien conocida. Durante la batalla de Alejandría (1801) resultó herido en la cadera, pero en ningún momento abandonó el mando hasta que la victoria estuvo asegurada. Entonces permitió que le pusieran sobre una camilla para ser atendido por el cirujano del ejército. Su ayudante se apresuró a colocarle bajo la cabeza una manta, que había cogido a un soldado, para que estuviera más cómodo. Abercromby al notarlo preguntó: «¿Eso que es?». A lo que el ayudante respondió: «La manta de un soldado, señor».
«La manta es un objeto de gran importancia para un soldado. Devuelvaselo inmediatamente», espetó Abercromby. Seis días después había muerto.
General Abercromby por Colvin Smith

General Abercromby por Colvin Smith

El asalto a Cádiz

En el año 1800 Sir Ralph estaba al mando de una fuerza de unos 18.000 soldados con órdenes de asaltar la ciudad de Cádiz, destruir el arsenal y cuanto contuvieran los almacenes que allí había, además de capturar o hundir cuanto navío se encontrara. Para facilitar su labor se dio orden al almirante Lord Keith –Comandante en Jefe de la Flota Británica en el Mediterráneo– para que garantizara el seguro transporte de las tropas durante la operación. El 4 de octubre la flota inglesa, compuesta por 22 navíos de línea, 37 fragatas y corbetas y unos 80 transportes se presentó frente a la bahía de Cádiz.
El gobernador de la Plaza y Capitán General de Andalucía era el general Don Tomás de Morla que, viendo la intenciones de los ingleses, les envió un oficial con una carta y orden de aclarar los detalles de la misma. En la carta el gobernador, con palabras comedidas y educadas, informaba al general Abercromby y al almirante Lord Keith que, tanto en Cádiz como en Andalucía en general, había una epidemia de Tiphus Ecleroides que estaba causando estragos. De hecho se considera que esta epidemia fue muy virulenta dejando una cifra entorno a los cien mil muertos sólo en las provincias de Sevilla y Cádiz, que fueron las más afectadas.
Los ingleses debieron de malinterpretar la misiva de Don Tomás ya que respondieron que su misión era destruir el arsenal que allí había. Que estarían dispuestos a no hacerlo si se les entregaba todos los barcos que hubiera en el puerto así como toda la artillería que hubiera en la ciudad.
Enterado Don Tomás de la exigencia de los ingleses se le debió rizar el bigote de indignación, así que tomó papel y tintero y escribió: «Señores Generales de Tierra y Mar de S.M. Británica. Escribiendo a VV. EE. , la triste situación de este vecindario, a fin de excitar su humanidad para separarlo del estrépito de las armas, no me pude imaginar que jamás se creyera flaqueza y debilidad semejante procedimiento; más por desgracia veo que VV. EE. han interpretado muy mal mis expresiones, haciéndome en consecuencia, una proposición que ofende a quien se la dirige y no hace honor al que la profiere. Estén entendidos de que, si intentan lo que proponen, tendrán ocasión de escribirme con más decoro; pues estoy que las tropas que tengo el honor de mandar harán los más terribles esfuerzos para granjear el aprecio de VV. EE., de quienes queda su más atento y afecto servidor. Cádiz, 6 de octubre de 1800.»
Debió de calar honda, la seca prosa castrense, en el espíritu de los dos jefes de la expedición pues, al día siguiente, levaron anclas y volvieron por donde habían venido.
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