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Detalle del ábside de Fuentidueña y las pinturas de San Joan de Tredós

Detalle del ábside de Fuentidueña y las pinturas de San Joan de Tredós

Fuentidueña y la ruina del paraíso medieval: las joyas perdidas en el siglo XX

Riqueza artística que emigra o pseudo regalos. Los peligros de la falta de interés por nuestra historia que debemos evitar repetir

En medio del momento cumbre del revival medieval estadounidense, desde mediados del siglo XIX, España florecía con un poderoso atractivo para los viajeros por ser una de las más bellas cunas de Europa. Algunos de ellos fueron estudiosos ávidos de conocimiento que tomaron, por el bien de la humanidad, bienes muebles o inmuebles de tierras españolas con afán erudito.

Otras veces fue el coleccionismo el que desvalijó los rincones de la historia. El ábside de Fuentidueña (Segovia) cedido al Metropolitan de Nueva York en 1957, es uno de los más claros ejemplos de las causas de un goteo de pérdida artística que destila la antigua desvaloración que sufría nuestro patrimonio.

El 'revival' medieval

Propietarios de grandes fortunas como John D. Rockefeller Jr. emplearon a historiadores medievalistas y arquitectos para rastrear piezas que pudieran ser adquiridas y las obtenían a través de su mediación. El caso de Fuentidueña no fue más que la continuación de una práctica crónica. Su adquisición respondía a la necesidad de completar la recreación del espacio monástico en España y Francia. En concreto, el Metropolitan Museum necesitaba un escenario que acompañase a los sepulcros de los condes de Urgel (monasterio de Bellpuig, Lérida), comprados al banquero español Agustín Santesmases por tan solo 15.000 pesetas con la intercesión del anticuario Luis Ruiz en 1906.

Sepulcro de Ermengol VII, conde de Urgel, h. 1300-1350, galería gótica del MET.

Sepulcro de Ermengol VII, conde de Urgel, h. 1300-1350, galería gótica del METMetropolitan Museum, New York

La apertura del museo Los Claustros, delegación del Metropolitan, estuvo orientada a crear un complejo arquitectónico medieval entre construcciones nuevas y las adquiridas por Rockefeller. En el centro de este complejo estuvo desde el inicio el también románico claustro del monasterio benedictino de San Miguel de Cuxá (h. 1130-1140), considerado el lugar de nacimiento de la lengua catalana.

El ábside románico de San Martín de Fuentidueña llegó a Manhattan en 1957 y fue inaugurado en su nuevo emplazamiento en 1961. Sin embargo, las negociaciones habían comenzado antes del inicio de la Guerra Civil española, motivadas por los estudios del arqueólogo Arthur K. Porter, que indicaban el mal estado en el que se encontraba el conjunto en su lugar de origen.

La rendición

El ábside de la Iglesia de San Miguel de Fuentidueña (h. 1175-1200), realizado en piedra caliza de cantera segoviana, era el lugar que albergaba el altar mayor del templo y se cubrió con una semicúpula. En el interior esta se extendía con una bóveda de cañón en el tramo recto y que conectaba la cabecera con el cuerpo único de la nave gracias al arco fajón que actuaba como Arco del Triunfo herencia de etapas artísticas anteriores. Lo más característico de este espacio es la decoración escultórica que remata las columnillas y que representa a San Martín y la Anunciación.

El ábside de San Martín de Fuentidueña, Segovia, en el Metropolitan de Nueva York

El ábside de San Martín de Fuentidueña, Segovia, en el Metropolitan de Nueva York

Esta decoración interior representa una alegoría de la promesa de la salvación después de la muerte anunciada en las sagradas escrituras. San Martín, obispo de Tours, tuvo gran popularidad en la Edad Media, pues se le relacionaba con su intento por salvar la vida del obispo hispanorromano Prisciliano (h. 340-385), acusado de hereje. En este templo fue representado vestido de obispo sobre unas figuras animales que por su estado de conservación no se pueden identificar.

En el lado contrario, el conjunto de la Anunciación está realizado con expresión menos hierática, aunque se encuentra también muy deteriorado, y reposa sobre pequeños cuerpos humanos con pies de animal que están a punto de caer en la boca de un león. Estas figuras representan las almas en las puertas del infierno. En la bóveda de cuarto de esfera en su remontaje se situaron las pinturas de San Joan de Tredós (Valle de Arán, Lérida), uno de los escasos ejemplos pictóricos del románico.

Intereses encontrados

Desde la centuria del mil ochocientos se empezó a forjar la conciencia nacional y sus sensibilidades, pero al mismo tiempo se sacrificaban las piezas artísticas durante guerras como la de Independencia o las Carlistas. Hasta aquí se acercaron los viajeros, fotógrafos y coleccionistas adinerados para disfrutar la coyuntura que le permitía que la gente del lugar no conociera bien su valor y una sociedad que no sabía lo que tenía. Esta situación era así con certeza pues hasta 1901 no se planteó el proyecto de realizar un catálogo de las riquezas históricas y artísticas de la nación.

La labor titánica de compendiar las riquezas de España fue realizada por los historiadores Manuel Gómez Moreno, Elías Tormo, Vicente Lampárez y Romea y Leopoldo Torres Balbás, acompañados por hispanistas estadounidenses como Archer Huntintong y Mildred Stapley, entre otros. El problema fue que estos estudios aportaron valiosa información a los marchantes de arte que, sin una legislación que se lo impidiera, alimentaron el interés por adquirir estas valiosas obras en las dos primeras décadas del siglo XX.

El claustro de San Miguel de Cuixá en el museo “The Cloisters” o Los Claustros en Nueva York

El claustro de San Miguel de Cuixá en el museo «The Cloisters» o Los Claustros en Nueva York

Este proceso ha sido estudiado en detalle por el arquitecto y restaurador Luis Cortés Meseguer, quien afirma que es un error condenar desde el presente aquel coleccionismo, pues aquellas prácticas permitieron despertar la conciencia de que estos edificios y piezas muebles se encontraban en ruina y desprotegidas y que se hacía urgente una regulación del patrimonio, que llegó definitivamente en 1933.

A su vez, cabría añadir que, se están despertando voces que anuncian problemas surgidos del cambio de clima al que han sido sometidas estas piezas. Aunque, por otro lado, el Metropolitan ha acometido importantes estudios y ha desarrollado una fuerte difusión de los jardines de los claustros, su simbología, el cultivo de plantas medicinales y otras funciones monásticas, recuperando así su significado completo.

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