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04 de mayo de 2024

Masamune forja una katana con un ayudante (Ukiyo-e, siglos XVIII-XIX)

Masamune forja una katana con un ayudante (Ukiyo-e, siglos XVIII-XIX)

Picotazos de historia

Cómo desapareció la valiosa espada Honjo Masamune, tesoro nacional de Japón

Tras la rendición de Japón en la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos ordenó entregar todas las armas, pero los norteamericanos no distinguían las espadas de los oficiales de las fuerzas armadas de las reliquias familiares

Goro Nyudo Masamune (1264–1343) es reconocido como el mejor espadero de la historia de Japón. Las espadas Masamune tienen una reputación enorme por la belleza y soberbia calidad de sus hojas. De todas las que forjó a lo largo de su vida, la considerada como cúspide de su arte es la denominada Honjo Masamune. Esta espada –declarada tesoro nacional en el año 1939– es una de las poquísimas hojas que fueron firmadas por el maestro forjador. La mayoría de las hojas firmadas exhiben una firma falsificada en épocas posteriores, lo que no quiere decir que algunas hojas no fueran hechas por Masamure.

La espada era la más preciada posesión de Tozenji Katsumasa, general del clan Daihoji

En el siglo XVI, durante el periodo Sengoku, la espada era la más preciada posesión de Tozenji Katsumasa, general del clan Daihoji. En 1588, durante la batalla de Jugorigahara, Katsumasa trabó singular combate contra el general del clan Uesugi, Shiganaga Honjo. Tozenji partió el casco de su enemigo, pero este terminó con su vida y reclamó la espada del general de los Daihoji como trofeo de guerra. Desde ese instante la espada sería conocida como Honjo Masamune.
La katana apodada Kanze Masamune en el Museo Nacional de Tokio. Tesoro Nacional

La katana apodada Kanze Masamune en el Museo Nacional de Tokio. Tesoro NacionalWikimedia Commons

Años después Shiganaga, debido a la necesidad, vendió la espada al poderoso Toyotomi Hideyoshi, regente imperial de Japón. Hideyoshi regalo la espada a Shimazu Yoshihiro, jefe del clan Shimazu y de este pasó a Tokugawa Ieyasu, fundador del shogunato Tokugawa (1603 – 1868). De esta manera la espada pasó a ser una preciosa reliquia familiar hasta 1946.

Entregar todas las armas

El 2 de septiembre de 1945 los representantes del Imperio de Japón firmaron el acta de rendición de su país, sobre la cubierta del acorazado de los Estados Unidos de Norte América USS Missouri. El general Douglas MacArthur, como Comandante Supremo de las Fuerzas Aliadas, emitió su orden número uno por la cual exigía el cese inmediato de las hostilidades y la rendición de las fuerzas niponas.
Esta orden mencionaba que debían entregarse todas las armas, incluidas las espadas. Pero los norteamericanos no distinguían las espadas de los oficiales de las fuerzas armadas de las reliquias familiares con siglos de antigüedad y forjadas por maestros famosos.

Los norteamericanos no distinguían las espadas de los oficiales de las fuerzas armadas de las reliquias familiares

Con la muerte en el alma, el jefe de la familia Owari -Tokugawa recibió la notificación de entrega de las armas que estuvieran en su poder. Tokugawa Iemasa consideró su deber el someterse a lo que le pedían y, al día siguiente, se presentó en la oficina de la policía del distrito de Mejiro y allí entregó quince espadas. Todas ellas eran objetos invaluables, obras maestras del arte de la forja de un periodo de ochocientos años y parte vital de su linaje y su familia. Entre las espadas entregadas estaba la famosa Honjo Masamure.

La inmensa mayoría de las espadas entregadas, merced a la orden de desarme, fueron destruidas por las autoridades norteamericanas de ocupación

La documentación que sobrevivió nos dice que la Honjo le fue entregada a un sargento norteamericano del 7º de caballería, el sargento tenía el pintoresco nombre de Coldy Bimore. Si bien el 7º de caballería estuvo destinado en el área de Mejiro, no existe soldado u oficial alguno con ese nombre o ninguno parecido fonéticamente. Desde ese momento la espada desaparece y nada se ha vuelto a saber de ella desde entonces.
La inmensa mayoría de las espadas entregadas, merced a la orden de desarme, fueron destruidas por las autoridades norteamericanas de ocupación. Solamente en uno de los diecisiete depósitos centrales de recepción se decidió que un especialista del Museo Nacional de Tokio hiciera una selección. Este funcionario salvo casi cinco mil espadas. Los otros depósitos centrales procedieron a la destrucción masiva, sin parar a pensar que estaban ocasionando un daño, a la cultura y el alma de Japón, inmensurable e irreparable.
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