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04 de mayo de 2024

Humillación de Enrique IV ante el papa para pedirle su perdón (Eduard Schwoiser, 1852)

Humillación de Enrique IV ante el papa para pedirle su perdón (Eduard Schwoiser, 1852)

Picotazos de historia

La humillación de Canossa: cuando Enrique IV tuvo que pedirle perdón al Papa Gregorio VII

El Santo Padre convocó un nuevo sínodo en la cuaresma de 1076 en el que se decretó que los eclesiásticos que apoyaran a Enrique IV fueran despojados de sus dignidades y beneficios. Además este último fue excomulgado

La llamada «Querella de las Investiduras» (circa 1075 – 1122) fue un enfrentamiento entre el Sacro Imperio y el papado por el derecho de concesión o provisión de beneficios eclesiásticos (investidura). Los emperadores veían que estos beneficios estaban, muchas veces, vinculados con feudos por los que debían recibir vasallaje, así que les parecía lo más normal el derecho de concederlo a quien les placiera. El beneficiado, después de recibir la investidura, se ordenaba sacerdote y problema arreglado. El papado, lógicamente, estaba en contra de ese planteamiento que le privaba del control de ricos feudos vinculados a obispados o a otros cargos religiosos.
Situémonos en el año de 1075. Ese año el Papa Gregorio VII publicó la encíclica Dictatus Papae donde, entre otras cosas, se afirmaba la santidad de las personas que ostentaran el cargo de Sumo Pontífice (Papas). Santidad directamente heredada de la santidad de San Pedro. Más impacto tuvo el sínodo que se organizó durante la Cuaresma y en el que se proclamó la prohibición de otorgar beneficios y/o cargos eclesiásticos a laicos bajo pena de anatema. Como se pueden imaginar, cuando se enteró el Emperador Enrique IV del texto de la prohibición –lo que le sentó como una patada en el trasero– inmediatamente nombró dos nuevos obispos y un nuevo arzobispo de Milán, sin importar que el titular de este último lugar estuviera vivo y coleando. Para rematar, organizó un Concilio General de obispos alemanes en la ciudad de Worms que, formalmente, depuso al Papa Gregorio VII. La guerra estaba declarada.

El Emperador es excomulgado

Ambos contendientes empezaron a moverse. Enrique IV organizó un viaje a Roma para ser coronado Emperador por un nuevo Papa, pendiente de ser elegido por él. Por su parte Gregorio VII convocó un nuevo sínodo en la cuaresma de 1076 en el que se decretó que los eclesiásticos que apoyaran a Enrique IV fueran despojados de sus dignidades y beneficios. Además este último fue excomulgado.

Ningún soberano había sido excomulgado desde que el obispo Ambrosio lo hiciera con el emperador Teodosio en el año 390, casi setecientos años atrás

Ningún soberano había sido excomulgado desde que el obispo Ambrosio lo hiciera con el emperador Teodosio en el año 390, casi setecientos años atrás. A Enrique el aspecto espiritual no le afectaba demasiado, sabía muy bien que se podía arreglar con una simple penitencia, el aspecto político era mucho más preocupante. Sus súbditos empezaron a apartarse de él, su gobierno sobre los diferentes estados que componían su Imperio se le escapaba de las manos. Gregorio estaba encantado por el efecto que había causado su excomunión y cómo los problemas surgían en torno a su enemigo.
En octubre de ese año los príncipes alemanes convocaron una reunión ( Furstentag) en la ciudad de Trebur y decidieron convocar una Dieta General en Augsburg para el 22 de febrero de 1077. Si para entonces Enrique no había conseguido que se le levantara la excomunión, sería depuesto y elegirían nuevo Rey.
Enrique IV y su séquito en la puerta, representación del siglo XIX

Enrique IV y su séquito en la puerta, representación del siglo XIX

Enrique IV inmediatamente se puso a organizar el viaje. No estaba dispuesto a perder su corona. Atravesaron los Alpes por el paso de monte Cenis, el único que estaba abierto en esas fechas. Ya en tierras italianas, Enrique fue informado de que el Papa se encontraba en la ciudad de Canossa, capital del condado de Toscana, regido con férrea mano por Matilde de Toscana ( señora de armas tomar que merece articulo aparte) que en ese momento era la más fiel aliada de Gregorio VII.

La figura del emperador alemán suplicante, descalzo, vestido solo con una tela de saco; penitente arrodillado, durante tres días y tres noches

El Arte, en especial la pintura y grabados del siglo XIX, han mostrado, con morbosa delectación, la figura del emperador alemán suplicante, descalzo, vestido solo con una tela de saco; penitente arrodillado, durante tres días y tres noches, frente a las puertas de la ciudad de Canossa, mientras la nieve caía a su alrededor. A este hecho histórico se le conoce como «la Humillación de Canossa» y no fue como lo pintan. Estuvo en su campamento los tres días bien abrigado, comido y bebido mientras esperaba la autorización. Ya el hecho de tenerle esperando era una humillación en si.
El 28 de enero de 1077, Enrique fue liberado del anatema y se le levantó la excomunión. Indudablemente fue una gran victoria moral para el papado, pero nada más. Enrique recuperó el control sobre los príncipes alemanes y al hacerlo aseguraba su poder y ganaba tiempo para preparar el contragolpe. Pocas semanas después, un mucho más seguro Enrique ( tenía 26 años de edad), atravesaba de nuevo el paso de monte Cenis, dejando atrás a un Papa envejecido y amargado que sabía que el conflicto estaba lejos de estar arreglado.
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