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29 de abril de 2024

Rodas hacia 1490

Rodas hacia 1490

Picotazos de historia

El primer sitio de Rodas, bastión de la cristiandad o la primera derrota del Imperio otomano en el Mediterráneo

El gran maestre Pierre d´Aubusson, con cinco heridas sangrantes, dio la orden de cargar y lideró un feroz y suicida ataque final contra la masa turca

Los caballeros hospitalarios de la orden de San Juan se establecieron en la isla de Rodas (1306) después de ser expulsados por los turcos de la ciudad de Acre. Desde allí continuaron con sus dos principales actividades: el cuidado de «nuestros señores los enfermos» y la guerra contra el musulmán. Esta última en forma de una feroz guerra naval contra el imperio turco. Eran una continua fuente de irritación y problemas para los sultanes.
En 1453 cayó Constantinopla. En las siguientes décadas los turcos barrerían las posesiones cristianas en el Mediterráneo Oriental y la isla de Rodas se encontró en primera línea, convertida en un bastión de la cristiandad. En 1480, durante la primavera, Mesih Pachá –un sobrino lejano del Emperador Constantino XI, que había sabido adaptarse a las circunstancias– arribó a la isla al mando de un ejército de unos 70.000 turcos dispuesto a acabar con los caballeros de San Juan.
El gran Maestre de la orden, Pierre d' Aubusson, había hecho un llamamiento a las cortes de los diferentes reinos y a las posesiones de la orden en diferentes países. Había conseguido reunir una fuerza de 600 caballeros y unos 2.000 mercenarios que, junto con las milicias de la isla y soldados voluntarios, sumaban un total cercano a los 7.000 defensores. En mayo los turcos habían aislado la ciudad e iniciaban el cañoneo para debilitar sus defensas. Se lanzaron dos feroces asaltos a gran escala, en mayo y en junio, que fueron rechazados con grandes perdidas por parte turca pero, también, con infinito esfuerzo por parte de los defensores que cada vez estaban más agotados y reducidos. Tras el fracaso se continuó con el cañoneo de las murallas y con labores de zapa y minado.
El 15 de julio el bey (comandante o gobernador) de los zapadores comunicó a Mesih Pachá que el tramo de la muralla en torno a la torre defendida por los caballeros de la Lengua de Italia (la orden se dividía en Lenguas en función de la procedencia de sus caballeros, así había las Lenguas de Castilla, Italia, Inglaterra, etc.) estaba muy debilitada y que en los próximos días se produciría un brecha practicable.
Al amanecer del 27 de julio el ejército turco estaba listo para el asalto final. Las dos primeras fuerzas la componían irregulares e indisciplinados Basi bazuk, tras ellos los jenizaros, la fuerza de élite para rematar a los agotados supervivientes cristianos. La primera oleada luchó con fiereza para tomar la brecha –de más de once metros–, la segunda rebasó las murallas y penetró en la ciudad alcanzando un pequeño reducto interior que habían levantado los cristianos como última línea de defensa.
El asedio de 1480, con las naves hospitalarias en primer plano y el campamento turco al fondo

El asedio de 1480, con las naves hospitalarias en primer plano y el campamento turco al fondo

Durante tres larguísimas horas pelearon como lobos mientras entraban en la ciudad las tropas jenizaras. En un momento dado las tropas turcas parecieron flaquear. No es de extrañar puesta estaban sedientas, agotadas y diezmadas tras todo un día de combate sin cuartel. En ese mismo instante el gran maestre Pierre d´Aubusson, con cinco heridas sangrantes, dio la orden de cargar y lideró un feroz y suicida ataque final contra la masa turca. Y sucedió lo increíble. Los turcos recibieron el ataque de aquellos locos que buscaban morir, sus filas se desorganizaron, cedieron y retrocedieron en desorden.

Los turcos recibieron el ataque de aquellos locos que buscaban morir, sus filas se desorganizaron, cedieron y retrocedieron en desorden

Nadie se explica semejante pifia. Que un ejército tome la brecha y entre en una ciudad es tener la partida ganada. Ese puñado de agotados combatientes habían dado la vuelta a la jornada en el último momento. Su carga llegó al campamento del propio Mesih Pachá capturando su estandarte pero eran demasiado pocos y tuvieron que reagruparse detrás de las arruinadas murallas. El espíritu de Mesih Pachá había quedado roto, lo mismo que la moral del ejército turco. Recompusieron lo que tenía arreglo, juntaron cuanto habían traído a Rodas y, el 17 de agosto, reembarcaron abandonando la isla.
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