
Fidel Castro detenido tras el fracaso del asalto al cuartel Moncada
70 aniversario
El asalto al cuartel Moncada: cuando Castro removió los cimientos del régimen de Batista
Hace setenta años, un Fidel que ya apuntaba maneras totalitarias, fracasó en un su intento, pero ganó la batalla de la propaganda
El cuartel de Moncada era, en 1953, el segundo más importante de Cuba, sede de varias unidades militares. Situado en Santiago de Cuba, segunda ciudad del país, su toma fue considerada por un joven Fidel Castro como el primer objetivo de cara a una a sublevación encaminada a extenderse por toda la isla. «Encender la llama de un levantamiento general del país: ser los iniciadores». Ese era el lema.
La fecha del 26 de julio fue elegida por coincidir con las fiestas patronales de Santiago: la probabilidad de despiste por parte de los soldados encargados de custodiar la instalación militar era alta. Castro y su grupo también habían previsto hacerse con el control de otros edificios en las proximidades del cuartel y lanzar otro ataque, de menor intensidad, en Bayamo.
El grupo liderado por Castro estaba conformado por alrededor de 150 personas. Como precisa Hugh Thomas en Historia de Cuba, la mayoría eran «obreros industriales, trabajadores agrícolas y dependientes de comercio». Mas bien encuadrados por una élite con ideas claras: Castro, líder estudiantil, y Abel Santamaría, contable de una empresa. El primero ya se dedicaba al activismo desde mediados de los cuarenta; el segundo, tardó un poco más. Ambos, en todo caso, intensificaron sus acciones a raíz del golpe de Estado de Fulgencio Batista, el 10 de marzo de 1952.
Desde ese día, prácticamente, empezaron a preparar la acción de Moncada. Al cabo de un año, el armamento congregado era escaso: según Thomas, «tres rifles del Ejército norteamericano, seis viejos rifles Winchester, una ametralladora antigua y varios fusiles de caza». Según varias fuentes, aunque el episodio no está lo suficientemente documentado, Castro visitó previamente a su entonces cuñado, Rafael Díaz-Balart, a la sazón subsecretario de Interior, para cerciorarse de que las autoridades no sospechaban nada.El fracaso operativo de la acción fue inapelable. Pero la victoria propagandística fue total
A las 5.30 de la mañana del día de marras, veintiséis coches salieron de Siboney –la finca utilizada como retaguardia– en dirección a Santiago. Algunos de ellos, alrededor de un tercio de los efectivos, se perdió antes de llegar al cuartel. Otros errores agudizaron la insuperable desventaja de los asaltantes.
Consciente de que seguir combatiendo en semejante condiciones solo podía desembocar en una masacre para los suyos, Castro ordenó la retirada general, pero sin avisar al resto: Santamaría, que había logrado tomar el Hospital Civil, ignoraba la consigna. Lo pagó con su vida. Raúl Castro, que había hecho lo propio con el Palacio de Justicia, se salvó. Los asaltantes tuvieron nueve fallecidos en combate, once heridos (cuatro por fuego amigo), y una cuarentena de detenidos, posteriormente ejecutados por el ejército. Hubo, además, nueve civiles muertos en Santiago de Cuba.

Fidel Castro
El fracaso operativo de la acción fue inapelable. Pero la victoria propagandística fue total: el poder entró en pánico, poniendo al descubierto las debilidades del régimen que se agrandarían con el paso del tiempo. Además, Batista reaccionó de la forma más desafortunada, una represión feroz.
Como apunta Thomas, «de no haber sido por la represión, el asalto a Moncada sin duda se habría olvidado, considerándose como otro incidente brutal y oscuro en la vida de Fidel Castro». La historia, trágicamente para Cuba, se ha encargado de demostrar todo lo contrario.