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29 de abril de 2024

La Princesa Pilar de Baviera y Borbón

La Princesa Pilar de Baviera y Borbón

Picotazos de historia

La simpatía de la Princesa Pilar de Baviera salva la cena de gala tras el fallido atentado a Alfonso XIII

Durante la cena la tensión por lo sucedido seguía siendo palpable, es por ello que la juventud y simpatía de la vivaracha princesa Pilar de Baviera brillaron y fueron acogidos con agrado por todos

En otro artículo les conté a ustedes como, por un capricho del destino, la boda de Alfonso XIII no se convirtió en un magnicidio masivo. Pues si Mateo Morral, el anarquista perpetrador del atentado, hubiera arrojado la bomba dentro de la iglesia de los Jerónimos la escabechina entre personalidades hubiera sido tremenda.
«A Palacio. Despacio, muy despacio». Fueron las palabras del Alfonso XIII a los cocheros que condujeron el coche que le llevó desde el punto del atentado hasta el Palacio Real. Lo dijo en voz alta, para que se le oyera y transmitiera serenidad. Los reyes llegaron a Palacio sobre la una y muchos testimonios comentan el detalle del collar roto por la metralla que colgaba sobre el pecho del Rey. Hubo almuerzo con los invitados y miembros del gobierno y personalidades. Por la tarde el Rey visitó a los heridos mientras Doña Victoria Eugenia descansaba con vistas a la cena de gala, de ese día. Esa noche sería el gran banquete con invitados a la boda, gobierno, clero, nobleza y cuerpo diplomático.
Alfonso XIII y Doña Victoria Eugenia en el Salón del Trono del Palacio Real de Madrid

Alfonso XIII y Doña Victoria Eugenia en el Salón del Trono del Palacio Real de Madrid

Durante la cena la tensión por lo sucedido seguía siendo palpable, es por ello que la juventud y simpatía de la vivaracha princesa Pilar de Baviera brillaron y fueron acogidos con agrado por todos. En su biografía sobre el Rey Alfonso XIII, el comandante Desmond Chapman-Huston, nos cuenta que entre los invitados se encontraba el representante de China –Excelentísimo Señor Wang Ta Sieh–, deslumbrante en brillantes sedas de vivos colores.
Este señor era una persona muy miope y deambulaba por el gran comedor tratando de leer las tarjetas que indicaban los puestos en la mesa de los invitados. Obviamente con bastante dificultad. La joven princesa Pilar, que estaba ya sentada, vio que uno de los sitios a su lado estaba reservado para el perdido oriental. Cogió la tarjeta, corrió hasta el atribulado chino, le enseñó esta y le acompañó hasta su asiento.
Ya en la mesa, la princesa descubrió que su otro vecino era un imponente turco, representante de la Sublime Puerta, y que respondía al nombre de Munir Pachá. Ocurrió que ni el chino ni el turco hablaban inglés, francés, alemán o español y como los estudios de chino y turco habían sido lamentablemente descuidados por parte de los Baviera, parecía que habría un problema de comunicación. Nada más lejos de la realidad.
Roto el hielo con la iniciativa de la joven princesa para con el representante de China, su simpatía y alegría se ganaron al imponente Musir Pachá. En poco tiempo, los tres, se volvieron el centro de las miradas y de sonrisas de aprobación. Y es que los tres mantenían una animada conversación a base de gestos, ademanes, muecas y ruidos, que alternaban con grandes carcajadas. Durante un ataque de risa particularmente intenso, un pasador de diamantes que adornaba y sujetaba el peinado de la princesa Pilar de Baviera, se desprendió. Voló lanzando brillantes destellos y con un sonoro ¡Plop! Se sumergió en el plato de sopa que Doña Pilar tenía frente a sí.
Munir Pachá –¡un gentilhombre!– no dudó un instante. Metió unos dedazos como morcillas en la sopa. Hurgó hasta encontrar el pasador. Lo llevó a su boca donde rechupeteó a conciencia el pasador para erradicar cualquier rastro del caldo para, luego, con galana donosura, presentárselo a la joven dama. Desmond Chapman-Huston comenta al respecto: «Después de eso no se salvaron ni las apariencias del protocolo».
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