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06 de mayo de 2024

Coronación del Papa Pío VII, en el año 1800

Coronación del Papa Pío VII, en el año 1800

Picotazos de historia

La elección de Pío VII y las pequeñas mezquindades de un descontento emperador

A Francisco I no le gustó la elección del nuevo Papa, por lo que su venganza se cristalizó en pequeños actos de maldad, como no permitir su coronación en la basílica de San Marcos

Gregorio Barnabe Chiaramonti ( 1742–1823) fue miembro de una familia noble de la zona de Cesena y San Marino. Con 14 años de edad entró en religión por decisión propia, no por decisión paterna, que era lo normal entonces. Ingresó en la orden benedictina y su inteligencia y capacidades pronto le hicieron destacar dentro de su comunidad. Fue nombrado prior, luego obispo de Tívoli y cardenal obispo de Imola. Culto, abierto a las nuevas ideas, se le consideraba un progresista que afirmaba que la forma de gobierno democrático en modo alguno se oponía al Evangelio. Entonces estas ideas eran muy revolucionarias, máxime si las defendía un príncipe de la Iglesia.
En febrero de 1797 tropas francesas invadieron el territorio pontificio saqueando todo a su paso. El 19 de ese mes se firmó el Tratado de Tolentino, por el cual la Iglesia cedía a la Francia revolucionaria Avignon, el condado de Venaissin y la llamada Legación de la Romaña (las ciudades de Comacchio, Cervia, Rímini, Cesena, Bertinoro, Forti, Imola, Rávena, Bolonia y Ferrara), así como más de quinientos inapreciables manuscritos y unos cientos de obras de arte –especialmente seleccionadas– de la Iglesia.
Se nombró embajador en Roma a José Bonaparte, quien llegó con el mandato de su gobierno de crear un «casus belli», un motivo para declarar la guerra, pues el verdadero objetivo de la Francia revolucionaria era la ocupación de los territorios papales y la eliminación del papado. Así se hizo y el 10 de febrero de 1798 el general Berthier ocupó Roma, hizo prisionero al Papa y lo envió bajo guardia a la ciudad de Siena. Pío VI sufrió un verdadero martirio a manos de los franceses y murió en Valence en agosto del año siguiente.

El verdadero objetivo de la Francia revolucionaria era la ocupación de los territorios papales y la eliminación del papado

El Sacro Colegio Cardenalicio no podía reunirse en Roma, ahora ocupada por las tropas de Francia, y aceptó la invitación del emperador Francisco I de reunir el cónclave en la isla monasterio de San Giorgio Maggiore, en Venecia. Durante la duración del cónclave el emperador presionó para que saliera un Papa a su gusto –a fin de cuentas, estaba pagando los gastos–, pues quería que el nuevo papa le cediera, si no la propiedad al menos el control, de las Legaciones. Estos territorios habían sido obligados a ser cedidos a Francia en el Tratado de Tolentino.
Hubo elección y el elegido fue el elegante, aristocrático, culto y progresista Chiaramonti, quien tomó el nombre de Pío VII. A Francisco I la elección del nuevo Papa le sentó como una patada en los bajos y su venganza se cristalizó en pequeñas mezquindades. Para la coronación negó el uso de la basílica de San Marcos, por lo que la ceremonia, en la pequeña iglesia de San Giorgio, quedó bastante deslucida. Temeroso el emperador de que el pasó de la comitiva papal por los territorios que codiciaba levantaran entusiasmo y apoyo, algo que tampoco veían con buenos ojos los franceses, exigió que la vuelta se hiciera por mar. Sádicamente ordenó que se eligiera el peor y menos marinero de los barcos disponibles y que, además, careciera de instalación para poder cocinar abordo.
Napoleón visitando al Papa Pío VII en Fontainebleau

Napoleón visitando al Papa Pío VII en FontainebleauFondo Antiguo de la Biblioteca de la Universidad de Sevilla

El viaje duró doce infernales días. Cuando por fin llegaron a Roma, tanto el Papa como el colegio cardenalicio, obispos, abades, etc., estaban hechos unos zorros. Era julio del año 1800. La situación política en Francia había cambiado. La Francia revolucionaria de los sangrientos excesos e ingenuo ideario político había sido sustituido por un individuo muchísimo más peligroso. Más ambicioso. Más inteligente. El gran adversario, la gran prueba la tendrá Pío VII en la persona de Napoleón Bonaparte.
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