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30 de abril de 2024

El presidente francés Francois Mitterrand con su consejero personal Francois De Grossouvre paseando por París el 12 de mayo de 1981

El presidente francés François Mitterrand con su consejero personal Francois De Grossouvre paseando por París el 12 de mayo de 1981GTRES

Trágico suicidio en el Elíseo: así puso fin a sus días el íntimo amigo del expresidente francés Mitterrand

Hace 30 años, provocó una de los episodios más dramáticos del mitterrandismo

Alrededor de las ocho de la tarde del 7 de abril de 1994, Pierre Tourlier, histórico chófer de François Mitterrand, cruza el parque del palacio del Elíseo, al volante del coche oficial y con el presidente de la República sentado en la parte trasera, para llevar a su casa al ilustre pasajero. Un día normal del segundo y último mandato de Mitterrand. Sin embargo, al llegar al portón del Coq, el gendarme que lo vigila le indica que no puede salir: todo el recinto del palacio presidencial se encuentra en estado de alerta máxima. Hay que quedarse.
Apenas el viejo jefe del Estado había vuelto a sus estancias, otro gendarme, perteneciente al Grupo de Seguridad de la Presidencia de la República –la unidad que surte a los escoltas presidenciales– irrumpió y le anunció que «se había encontrado muerto a François de Grossouvre» en su despacho situado en otra ala del Elíseo. De Grossouvre, de 76 años, dos menos que Mitterrand, había confirmado su presencia a finales de la tarde en una cena con un ministro gabonés.

«El último muerto de Mitterrand»

Como llevaba ya algo de retraso, su guardaespaldas, algo extrañado, abrió la puerta de su despacho. La escena que descubrió la describe la periodista de Le Monde Raphaëlle Bacqué en su libro Le dernier mort de Mitterrand (El último muerto de Mitterrand). El agente sintió náuseas. «Grossouvre está sentado en su sillón. Sus piernas siguen cruzadas. Pero le han volado la parte superior del cráneo. En su mano, todavía sostiene un revólver, un 357 Magnum Manurhin. Hay sangre por todas partes, fragmentos de cerebro en el escritorio, en las paredes y hasta en el techo». Según la autopsia, «todo el macizo facial izquierdo ha sido volado y las capas anterior y media del cráneo, destrozadas».
El primer funcionario de alto rango que intentó hacerse con el control de la situación fue el prefecto Pierre Chassigneux, director del gabinete presidencial. Mas la dirección de la delicada operación terminó recayendo en Michel Charasse, exministro de Presupuestos e histórico asesor de Mitterrand para asuntos reservados y demás golpes bajos. Charasse ordena el precinto del despacho y es quien sugiere a unos policías ir rápidamente al número 11 del Quai (muelle) Branly para realizar búsquedas rápida y discretamente en el apartamento del difunto. Por si hubiera documentos con información sensible.
El 11 del Quai Branly es un inmenso complejo situado a los pies de la Torre Eiffel y al borde del Sena. Construido inicialmente para dar cabida a las caballerizas de Napoleón III, desde hace décadas sirve para alojar a asesores del presidente de la República que no tengan vivienda en París. Aunque lo tuviera, Mitterrand eligió uno de los apartamentos en este lugar tan céntrico y, al mismo tiempo, perfectamente protegido para instalarse con su amante Anne Pingeot y la hija de ambos, Mazarine. El apartamento situado justo encima fue atribuido a De Grossouvre, cuyo domicilio oficial era su finca de Lusigny, en Auvernia.

De Grossouvre era, pues, algo más que un mero asesor de Mitterrand. Era el guardián de lo inconfesable

De Grossouvre era, pues, algo más que un mero asesor de Mitterrand. Era el guardián de lo inconfesable. Mitterrand y él se habían conocido a principios de los sesenta en un almuerzo que congregaba a personalidades de izquierda. De Grossouvre, grand bourgeois donde los hubiera, empresario del sector azucarero, cazador empedernido y excelente jinete, no lo era en absoluto. Pero tampoco escondía su antipatía hacia el gaullismo por entonces triunfante.
Congenió inmediatamente con un Mitterrand al que faltó tiempo para confiarle los aspectos más sensibles de su existencia, como su doble vida con Pingeot –era el padrino de Mazarine y había cedido a la pareja ilícita un caserón en la finca de Lusigny para disfrutar de su intimidad–, o la financiación de las campañas electorales.
Se mantenía en la sombra sin buscar protagonismo, si bien estaba en todas partes. Era, pues, el tramoyista del 'mitterrandismo'. Cuando su jefe de filas accedió a la presidencia de la República en 1981, pretendió coordinar, desde el Elíseo, la totalidad de los servicios de inteligencia galos. Mitterrand solo satisfizo parcialmente su voluntad, pero aceptó su recomendación de nombrar al polémico Pierre Marion como director de la Dirección General de la Seguridad Exterior.
Durante el primer mandato de Mitterrand, la compañía de Grossouvre era de las más requeridas en los círculos de influencia parisinos. La dosificaba. También controlaba las cacerías presidenciales, en las que participaban ministros, parlamentarios, diplomáticos, banqueros, aristócratas o traficantes de armas. Mitterrand no estaba presente, pero De Grossouvre le daba el «parte» inmediatamente de lo que allí se comentaba. Juan Durán Loriga, embajador de España en París entre 1986 y 1991 contó al autor de estas líneas como De Grosouvre intentó que el Rey Juan Carlos honrase con su presencia una de las monterías. La gestión no prosperó.
Fuera de Francia, era el hombre de la diplomacia paralela: un día volaba a Marruecos para despachar con Hassan II, y la semana siguiente viajaba al Líbano, prolongando su periplo hasta, pongamos por caso, los emiratos. Sus interlocutores sabían con quien hablaban. Sin embargo, su prestación de servicios distaba mucho de alcanzar la eficacia esperada, por lo que en 1985, Mitterrand, tras avisarle, le destituyó de sus funciones diplomáticas y de inteligencia, si bien conservó el control de las cacerías, los atributos de su rango –despacho en el Elíseo, coche oficial, guardaespaldas– y, sobre todo, el afecto del jefe del Estado.
Sin embargo, fue creciendo su resentimiento por la pérdida del poder: empezó a recibir, craso error, a enemigos de Mitterrand en Branly. En el Elíseo, empezaron a aislarle. Hasta la trágica noche del 7 de abril de 1994.
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