
Un equipo internacional de investigadores ha logrado identificar, utilizando modernas tecnologías, los restos del obispo Teodomiro de Iria Flavia, descubridor en el siglo IX de la tumba del apóstol Santiago que años después daría lugar al fenómeno jacobeo y a la peregrinación a la catedral de Santiago de Compostela
Identifican los restos del obispo Teodomiro, el descubridor de la tumba del apóstol Santiago
Las conclusiones de la investigación coordinada por Patxi Pérez Ramallo están respaldadas por las pruebas de carbono 14, que permiten una datación de los restos inequívoca, así como la información ya conocida de la dieta, el origen geográfico y el ADN
Cada año, miles de personas de todo el mundo atraviesa España siguiendo una ruta de peregrinación cuya meta es la tumba del apóstol Santiago el Mayor en la ciudad de Santiago de Compostela, en Galicia. La historia de este camino es muy antigua y rica, pero no solo por las experiencias personales de los peregrinos.
Se remonta al siglo IX, cuando se descubrieron los restos del apóstol. Ahora, un equipo internacional de investigadores ha logrado identificar, utilizando modernas tecnologías, los restos del obispo Teodomiro de Iria Flavia, a quien se le atribuye el hallazgo de la tumba del primero de los doce en salir de Jerusalén.
La investigación coordinada por Patxi Pérez Ramallo, de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología, y en colaboración con instituciones como el Instituto Max Planck de Geoantropología y la Universidad de Estocolmo, ha realizado un exhaustivo análisis de los restos hallados y han aportado nuevos y más certeros datos sobre la identidad del individuo. Las conclusiones de su trabajo han sido hoy adelantadas por el diario El País.

Hallazgo de los restos del Apóstol Santiago
Una deducción respaldada por las pruebas de carbono 14, que permiten una datación de los restos inequívoca, así como la información ya conocida de la dieta, el origen geográfico, el ADN –que indica que los restos son de un hombre– y otras comprobaciones y análisis de los investigadores. Por otro lado, las sucesivas historias narraban que entre los años 820 y 830 un ermitaño llamado Pelayo presenció una lluvia de estrellas que descendía sobre un campo y al seguir su rastro descubrió un antiguo mausoleo e informó al obispo Teodomiro de Iria Flavia (hoy Padrón) y que éste, tras varios días de meditación y ayuno, tuvo «una revelación» y descubrió que el mausoleo contenía los restos del apóstol Santiago y de dos de sus discípulos.
Tras su descubrimiento, comunicó la noticia al rey Alfonso II de Asturias, que ordenó la construcción de una iglesia alrededor de la tumba, y ese acontecimiento marcó el inicio de la tradicional peregrinación que sigue en la actualidad atrayendo a millones de peregrinos y visitantes a la catedral de Santiago.
Conclusiones respaldadas
La historia del obispo Teodomiro no es tan conocida a pesar de la importancia de su descubrimiento, según indica el investigador en una nota de prensa. Tanto fue así que incluso se había cuestionado la existencia del prelado hasta que en la segunda mitad del siglo XX se encontró una lápida que marca su muerte en el año 847.
Debajo de esa lápida se encontraron restos que, en un principio, se identificaron como pertenecientes a un varón de edad avanzada, pero un nuevo examen a mediados de los años ochenta sugirió que los restos eran de una mujer, lo que generó dudas sobre su conexión con el obispo. Pero ahora, con tecnologías más avanzadas, la investigación aporta nuevos datos que permiten una identificación más clara del individuo. Así, se confirma que la tumba contenía los huesos de un solo individuo, un varón adulto de más de 45 años.

Lápida del obispo Teodemiro (m. 847 d.C.), descubridor de la tumba atribuida al apóstol Santiago
Para salir de dudas, la datación por radiocarbono concuerda con una muerte en el año 847, y otros análisis de isótopos estables de oxígeno revelan que el individuo vivió cerca de la costa, coincidiendo con la ubicación de Iria Flavia, según señala la misma nota.
El estudio arqueogenético, realizado en la Universidad de Estocolmo, sacó a la luz que el perfil genético del individuo se desviaba ligeramente del de los europeos modernos, mostrando afinidades más estrechas con los íberos romanos, los visigodos del sur de Iberia y las poblaciones islámicas ibéricas, lo que concuerda con alguien que vivió en España hace 1.200 años. Estos resultados también coinciden con estudios anteriores que muestran patrones migratorios en respuesta a la conquista de la Península Ibérica por el Califato Omeya en el siglo VIII.