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Famosa caricatura de Darwin, quien dio nombre a estos peculiares premios

Famosa caricatura de Darwin, quien dio nombre a estos peculiares premiosWikipedia

Picotazos de historia

Los Premios Darwin y la estupidez humana

Este premio se entrega en reconocimiento a «aquellas personas que han hecho el supremo sacrificio con el fin de mantener sus genes fuera del acervo genético de la humanidad»

Usenet es uno de los sistemas de comunicación entre redes de ordenadores más antiguos que existen –data en el año 1979– todavía en funcionamiento.

Este sistema permite intercambiar información y opiniones entre personas interesadas en un tema específico. En 1985, una discusión desarrollada en este medio daría lugar a un premio o galardón muy original.

Este premio se daría en reconocimiento a «aquellas personas que han hecho el supremo sacrificio con el fin de mantener sus genes fuera del acervo genético de la humanidad».

La idea fue tomando forma y consolidándose a partir de 1993, cuando la señora Wendy Northcutt, licenciada en biología molecular, toma el control del más o menos embrionario proyecto y crea una página web.

El premio o galardón fue bautizado Darwin en honor al autor de la teoría de la evolución. Como mencionó en una entrevista la señora Northcutt: «El estilo cuenta. No todo el que muere a consecuencia de su propia estupidez puede ganarlo». Y es que se es muy selectivo a la hora de dar los premios.

Aunque la mayoría de ellos son a título póstumo –la muerte es la manera más radical y definitiva de eliminar a un grupo genético del proceso evolutivo– también pueden ser premiados aquellas personas que, tras realizar actos de soberana estupidez, consiguen sobrevivir, aunque con una incapacitación o mutilación que impidan que se reproduzca.

En circunstancias excepcionales se podrán entregar una mención honorifica a aquellos individuos que no hayan dejado un miembro por el camino.

Como les estaba contando, en 1993 la señorita Northcutt estableció un reglamento que fue aceptado por la comunidad de seguidores de los Premios Darwin.

Dicho reglamento, como mencioné antes, establece que los ganadores no deben estar en situación de reproducirse. Esto es, se exige su muerte física o, al menos, su castración. Siempre por el bien de la humanidad.

Otro requisito es que la estupidez realizada debe ser única y excepcional. En este caso tenemos una gloriosa mención honorifica a un individuo que ingirió una cantidad de cajas de pastillas de nitroglicerina (recomendadas para la insuficiencia cardíaca), con el convencimiento de que detonarían dentro de su cuerpo si se arrojaba contra un muro las suficientes veces y con la suficiente fuerza.

Los premios Darwin han ido ganando en popularidad año tras año y la publicación anual que detalla los seleccionados y los méritos que les acompañan para aspirar a tan distinguido galardón, amén de las jugosas menciones honorificas, hacen que este texto esté en la lista de los más vendidos, año tras año.

Siempre se tiene la precaución de acompañar la publicación con una nota advirtiendo que los explosivos son peligrosos, los cuchillos pueden cortar y que, en general, las armas son peligrosas, especialmente si están cargadas.

Legendarios, y documentalmente ciertos, son casos como el de Larry Walters, quien en julio de 1982 se le ocurrió atar unos globos meteorológicos, llenos de helio, a una mecedora que tenía en el porche de su casa.

Pretendía controlar la ascensión disparando a los globos con una escopeta de cartuchos, si estos subían demasiado. Ocurrió que cuando liberó la mecedora, esta subió a toda leche. Llegó a alcanzar los 4.900 metros de altitud. Larry, se acoquinó y se abstuvo de disparar a los globos, viendo en el lío que se había metido.

El señor Walters consiguió sobrevivir a la hipoxia, el frio y la situación en la que él solito se había puesto. La multa que le metieron, amén de la factura por los gastos de su rescate, fueron demasiados para esta alma sensible. Entró en depresión y terminó suicidándose en 1993.

Otro ejemplo notable lo encontramos en el caso del abogado canadiense Garry Hoy (1954-1993). Este abogado quiso demostrar a un grupo de estudiantes en prácticas que los cristales del despacho –situado en la planta 24 del edificio Toronto Dominion Center, en Ontario, Canadá– eran irrompibles.

Como nada es más ilustrativo que un buen ejemplo, tomó carrerilla y se lanzó contra uno de los cristales. Garry Hoy tenía razón. El cristal resistió magníficamente bien, no así el marco de la ventana, que en ningún momento fue diseñado para aguantar el impacto de un descerebrado de 75 kilogramos de peso.

El rápido y breve trayecto del señor Hoy hasta el suelo le elevaron a la gloria de los Premios Darwin por derecho propio. De los traumatizados estudiantes nadie hace mención alguna.

Otro caso interesante los encontramos en el año 1995 cuando un individuo decidió saltar las cataratas del Niágara con una moto acuática. Para ello tuvo la precaución de instalar un cohete propulsor en la moto, amén de un paracaídas.

La idea era la de activar el propulsor para adquirir velocidad que le permitiera alejarse del área de la cascada y descender con seguridad gracias al paracaídas. Lamentablemente el agua impidió la ignición del cohete propulsor y dentro de la corriente de la cascada..., se pueden imaginar de para qué le sirvió el paracaídas.

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