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San Swithin, Jonas Hanway y su paraguas

San Swithin, Jonas Hanway y su paraguas

Picotazos de historia

Cuando el primer inglés que usó un paraguas en el siglo XVIII fue tachado de «afeminado» y «afrancesado»

Antes de que el paraguas se convirtiera en un elemento básico para los días de lluvia en Londres a finales del siglo XVIII, se consideraba moda femenina

Las sombrillas y parasoles se conocen desde la antigüedad. La principal diferencia entre una y otro es el tamaño, lo que permite su portabilidad o no. Así la sombrilla es estática. Se abre o se coloca en un lugar y allí se queda, dando sombra a todo aquel que se le acerque. Por su parte el parasol es una sombrilla de menor tamaño, lo que permite que se porte individualmente.

Actualmente se utilizan ambas palabras, indistintamente, para uno u otro caso. Se considera que esta notable invención se produjo en China en torno al 3.000 a. C., y en la tumba del emperador Qin, la de los famosos guerreros de terracota, aparecieron varios carros de guerra equipados con este útil invento y dispuestos para dar cobertura a los ocupantes del carro.

Sombrilla de papel aceite siendo utilizado en una boda tradicional de las islas Ryukyu

Sombrilla de papel aceite siendo utilizado en una boda tradicional de las islas Ryukyu

Las sombrillas y parasoles pasaron a la antigua Grecia y los romanos los consideraron un símbolo de estatus y una muestra de distinción. El fin del Imperio romano supuso el olvido de los parasoles, excepto en el Imperio bizantino que eran mucho más sofisticados. Será a partir del siglo XVI que se verá la vuelta de estos útiles adminículos y en el XVIII empezarán a fabricarse con telas impermeabilizadas, y en tonos más oscuros y apagados, destinados para una función distinta: para protegerse de la lluvia. Esta función también había sido descubierta por los chinos, quienes idearon al tiempo el parasol, la sombrilla y el paraguas.

Se considera como el redescubridor del paraguas para Europa al comerciante francés Jean Marius, quien regentaba un almacén en el parisino barrio de Saint Honoré. El señor Marius presentó este nuevo artículo en 1710 y recibió una real patente de monopolio por un periodo de cinco años. En 1712 Isabel Carlota de Palatinado, duquesa de Orleans y cuñada del rey Luis XIV, encargó un paraguas para ella que, junto con varios parasoles, pasó a convertirse en complemento favorito de la señora. De ahí a ser imitada por todas las damas de la corte se tardó un suspiro y pronto fue el artículo de moda, señal de distinción y complemento de buen gusto.

En 1769 el almacén Casa Antoine de la rue Saint Denis ideó el ofrecer paraguas en alquiler para los días de aguacero. La idea fue favorablemente acogida por la sociedad parisina y tan común fue el alquiler de paraguas que la policía reguló que se fabricaran de un común material y color, y que todos ellos llevaran un número de identificación que permitiera saber su procedencia y quién lo había alquilado.

Calle de París, tiempo lluvioso. Obra de Gustave Caillebotte

Calle de París, tiempo lluvioso. Obra de Gustave Caillebotte

Mientras esto sucedía en la civilizada Francia, y en buena parte de Europa que seguía los dictados de la moda marcados por la corte francesa, en el Reino de la Gran Bretaña (desde 1707 hasta 1800, luego Reino Unido) las cosas marchaban de modo distinto.

La sociedad británica aceptó de buena gana la moda de las sombrillas. Los parasoles eran útiles cuando hacía demasiado sol (algo que no se daba a menudo) y añadía un toque de coquetería a las señoras que todos encontraban muy agradable. Los paraguas podían ser utilizados por una dama para protegerse de la lluvia, pero de ninguna manera podía un buen británico hacer uso de tal artefacto. El autóctono debía estar más que hecho a algo tan natural de esas tierras como era la lluvia. El protegerse de la lluvia por medio de un paraguas era considerado: indigno, ridículo, afeminado y...francés.

Será en ese momento en el que dio un paso al frente un viajero, comerciante, filántropo y polemista, que se pasó media vida llevando la contraria o discutiendo con todo el mundo. Se llamaba Jonas Hanway (1712 – 1786) y había viajado por Portugal, Rusia, Persia, Alemania, Países Bajos y Francia.

Retrato de Jonas Hanway por James Northcote

Retrato de Jonas Hanway por James Northcote

Corrió numerosas aventuras y los libros que escribió relatándolas tuvieron notable éxito. Pasando por París, camino de Londres, adquirió varios paraguas para caballero, estos se distinguían por ser más amplios que los de señoras, y los llevó a Inglaterra. Sin rubor alguno no dudó en exhibirse por la ciudad protegiéndose de la lluvia con semejante artículo.

Valientemente, Hanway, se enfrentó a los comentarios irónicos, despectivos e injuriosos que acompañaban a las miradas de asombro y desprecio. Él se reía sabiéndose protegido de la lluvia, que empapaba a los que le despreciaban, por usar el paraguas. Pero no era solo la opinión general, que poco a poco fue volviéndose a su favor al comprobar la utilidad del artefacto y la estupidez de negarse a utilizarlo, si no la censura y desagrado de un grupo concreto que formó el principal frente de oposición contra el uso del paraguas.

Desde 1637 estaba regulado en Londres el servicio de coches de alquiler y el número de licencias limitado por ley del Parlamento desde el año 1662. Incluso se distinguía entre carruaje y coche de alquiler, siendo los segundos aquellos que son tirados por más de dos caballos, tienen cuatro ruedas y capacidad para seis personas.

Jonas Hanway, el primer inglés que llevó un paraguas

Jonas Hanway, el primer inglés que llevó un paraguasThe New York Public Library

Ocurría que cada vez que se ponía a llover, aquellas personas más pudientes, para evitarse la peligrosa mojadura –de resfriados está el cementerio lleno– y la posibilidad de estropear ropas de calidad, alquilaban un carruaje. Lo que hoy llamaríamos «coger un taxi». Los cocheros, que rogaban por muchos días de lluvia al año, identificaron la estrafalaria moda de Hanway como un ataque directo contra sus intereses, su negocio, su medio de vida.

No es de extrañar que cada vez que se cruzaban con el individuo lo vituperasen, le arrojasen inmundicias de todo tipo y, alguna vez sucedió, le arrearan un alevoso latigazo. Con todo la tenacidad de Hanway acabaría triunfando y el paraguas pasó a convertirse en uno de los símbolos del perfecto británico. Paradigma de ello fue el comandante Allison Digby Tatham-Walter (1917 – 1993) que siempre llevó un paraguas en todas las campañas y acciones en las que participó, durante la Segunda Guerra Mundial. Este individuo aparece representado en la película Un puente lejano ( 1977). Al contrario que en la película, el buen comandante sobrevivió a la guerra.

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