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Batalla del cabo de San Vicente (1780) por Francis Holman. Aparece el buque insignia Rodney, HMS Sandwich, en primer plano

Batalla del cabo de San Vicente (1780) por Francis Holman. El buque insignia Rodney, HMS Sandwich, en primer plano

La batalla del cabo de San Vicente o la primera derrota naval española frente a la Royal Navy

Había sido una derrota dura, pero la Real Armada tomaría sobrada cuenta de la importancia del cobre y podría ayudar a que España ampliamente derrotara a los británicos en la contienda

La Guerra de Independencia de las Trece Colonias, fue algo más que la búsqueda de la libertad por parte del pueblo estadounidense fue una dura contienda naval caracterizada por la innovación.

Españoles y franceses decidieron actuar en apoyo de los intereses de Washington, quizá como venganza contra las acciones británicas en la guerra anterior, la de los Siete Años, en que La Habana y Manila cayeron en sendas acciones anfibias de la Royal Navy. Pero para poder ayudar a unos jóvenes Estados Unidos, no bastaba sólo con darles apoyo logístico desde la Florida y la Luisiana, sino que el Atlántico norte se convirtió en el teatro de operaciones clave. Veamos por qué.

El gobierno de Londres no iba a conceder libremente la independencia a sus colonias norteamericanas, no al menos sin luchar, por lo que rápidamente organizaron al Royal Army para responder a los movimientos del US Army. Siendo necesario que las posiciones británicas pudieran ser abastecidas continuamente por la Royal Navy. La escuadra formaría convoyes de aprovisionamiento, en los que se transportaba hombres, víveres e insumos militares. Una verdadera línea de vida para las aspiraciones inglesas.

La Real Armada y la Marine Royale eran conscientes de esta circunstancia y de que tendrían que plantar cara en el Atlántico. En el verano de ese año de 1780 la escuadra de Luis de Córdova infligió una enorme derrota a los británicos, como fue la captura de su convoy en la Batalla del Cabo Santa María en agosto, pero, desgraciadamente, no todo iban a ser victorias.

Unos meses antes, en enero, la escuadra española operaba en el Atlántico norte, con una flotilla de navíos de línea mandada por don Juan de Lángara. En ella tomaron parte algunos de los mejores navíos de línea hispanos, que no eran otros que los montañeses San Agustín, San Lorenzo y Santo Domingo. 74 cañones a la francesa que habían sido manufacturados en Guarnizo. Estos navíos contaban con un avanzado diseño que les hacía más rápidos y maniobrables que sus compañeros a la inglesa y a la española, así como los de la Royal Navy. Pero los británicos, que eran plenamente conscientes de su inferioridad en velocidad y maniobrabilidad frente a los españoles y los buques galos, habían desarrollado una gran innovación: el forro de cobre en la obra viva.

Tradicionalmente, los navíos del siglo XVIII eran botados con sus duros fondos de roble perfectamente calafateados con brea, pero, con el paso de las millas navegadas, se iba aumentando la resistencia al avance. Esto se producía por efecto de los organismos que se adherían al casco; lo que, además, podría afectar a la integridad de la madera, tanto por la pérdida la estanqueidad, como por la acción de xilófagos. Tras unos meses de dura navegación era necesario calafatearlos.

Como ya hemos comentado, por diseño era posible hacer mejores líneas de agua, pero los ingenieros de la Royal Navy experimentaron con forrar la obra viva de sus navíos con cobre. El resultado fue que se mantenían sus propiedades por mucho más tiempo, dificultándose la adhesión de organismos y se protegía la madera, consiguiéndose un rendimiento dinámico que compensaba sus peores líneas.

Regresando a 1780, la escuadra británica ya había recibido el forrado en cobre y era terriblemente rápida. La Marine Royale y la Real Armada acabarían recibiendo esta innovación, pero la flota de Lángara estaba en clara desventaja. En su singladura desde las islas Británicas, la escuadra de Rodney había podido capturar un pequeño convoy español que abastecía Cádiz desde San Sebastián, sabiendo que había una escuadra española que le estaba esperando para darle escolta. Españoles y británicos se encontraron el día 16 de enero.

A eso de las 16:00 de la tarde ambas escuadras estaban listas para entrar en combate, con la Real Armada formada en línea de batalla, los británicos abrieron fuego y comenzó un durísimo enfrentamiento que duraría hasta la medianoche. El Santo Domingo devolvió el fuego por ambas bandas y sus guardia-timones, pero desgraciadamente explosionaría y se perdería toda su dotación en acto de servicio. El combate estaba siendo durísimo, con unas dotaciones españolas que trataban de mantener el fuego en una notable inferioridad numérica de nueve navíos de línea (ocho después de la pérdida del Santo Domingo), dos fragatas y dos auxiliares, frente a los 18 ingleses y seis fragatas.

Pero la Royal Navy iba mostrándose más superior y fue capaz de capturar cuatro navíos de línea españoles, el insignia de Lángara, el Real Fénix, el Princesa, Monarca y el Diligente, tras lo que se acabaría la batalla.

El balance final fue de cuatro navíos españoles capturados, uno hundido, por los tres que pudieron regresar a España, junto a las dos fragatas y dos auxiliares. Había sido una derrota dura, pero la Real Armada tomaría sobrada cuenta de la importancia del cobre y podría ayudar a que España ampliamente derrotara a los británicos en la contienda.

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