Fundado en 1910
Felipe, príncipe de Asturias, por Tiziano (1551)

Felipe, príncipe de Asturias, por Tiziano (1551)

Picotazos de historia

Cómo Felipe II combatió la falsificación de moneda con tecnología de vanguardia en 1583

La real ceca produciría de manera única y exclusiva dos tipos de monedas con unas características muy especiales: el centén y el cincuentín

La moneda, así llamada porque la ceca de Roma se encontraba junto al templo dedicado a Juno Moneta («la que advierte o amenaza»), probablemente sea el primer producto elaborado masivamente para el consumidor general. Sin ninguna duda, es el primero producido masivamente en el que podemos encontrar siglas de control, origen, garantía y valor. Exactamente igual que en cualquier producto que compremos hoy en un supermercado.

Estas señas, en España, comenzaron a utilizarse obligatoriamente por una disposición real fechada en 1497. Los Reyes Católicos dispusieron que toda moneda llevara la inicial del apellido del ensayador de la ceca (oficial de la casa de acuñación encargado del pesaje y de la pureza de la composición de la moneda). Así, la moneda nos muestra el monarca bajo cuyo reinado se ordenó la acuñación, el año en que se hizo, el lugar (por la marca de la ceca), la sigla del ensayador y su valor.

Lo de poner el año de la acuñación fue una novedad que se le ocurrió al propio rey Felipe II, después de que se descubriera —en 1588— una red de falsificadores que operaba desde dentro de las propias cecas reales. La medida de incorporar el año de acuñación —que se había experimentado dos años antes— pasó a ser obligatoria.

Unos pocos años antes —en 1583— el rey había ordenado la construcción de una nueva Real Casa de la Moneda en la ciudad de Segovia. Esta nueva ceca contaría con modernísimas máquinas, denominadas ingenios, que darían nombre al edificio: Real Ingenio de Segovia. Estas nuevas máquinas llegaron a España gracias a un primo del monarca, el archiduque Fernando del Tirol, que había sido encargado por este para la adquisición de ingenios y expertos operarios, oficiales y maestros de la impresión.

Las monedas más exquitas de España

Las nuevas máquinas aportaban novedades como la impresión por rodillo (el molde está grabado en un rodillo que gira al imprimir), máquinas de laminar que permitían que el grosor fuera uniforme, así como las encargadas del «tórculo» o recorte regular de los bordes. Estas máquinas aseguraban que el producto final tuviera uniformidad en medidas y peso, y hacían del Real Ingenio de Segovia la más moderna e industrializada fábrica de producción de su tiempo.

Centén segoviano de 1633. La leyenda, en latín, dice "PHILIPPVS IIII D G" (= Felipe IV por la Gracia de Dios")

Centén segoviano de 1633. La leyenda, en latín, dice «PHILIPPVS IIII D G» (= Felipe IV por la Gracia de Dios")

La real ceca produciría de manera única y exclusiva dos tipos de monedas con unas características muy especiales: el centén y el cincuentín. Ambas tendrían el mismo diámetro (7,5 centímetros), pero diferente peso y composición: el cincuentín pesaría 171,5 gramos de plata y tendría un valor nominal de cincuenta escudos, lo que le daría su nombre; el centén pesaría 339,35 gramos de oro y su valor sería de cien escudos.

Los centenes fueron, con diferencia, la mayor y más rica moneda acuñada hasta entonces en Europa. La primera vez que se ordenó su acuñación fue en el año 1609, bajo el reinado de Felipe III. En 1623, con motivo de la visita del príncipe de Gales —en el condenado desde sus inicios intento de acercar ambos reinos por medio de un matrimonio dinástico— se hizo una acuñación especial.

El príncipe inglés presenció cómo las máquinas producían la exquisita moneda, que, después de ser retocada y pulida por artistas especializados —por este motivo los centenes se consideran no solo joyas numismáticas, sino también de artesanía y orfebrería—, le fue entregada.

Del centén solo se hicieron tres series, compuestas de siete monedas cada una: las de 1609, 1623 y 1633. Cada una de las siete monedas de cada serie fue rematada a mano, garantizando la más exquisita perfección. Es por ello que el centén representa la cúspide de la numismática española y es la más codiciada de sus piezas. Es su santo grial.

El cincuentín es una versión menor del centén, pero los niveles y exigencias de acuñación seguían siendo igual de altos. Acuñado en plata y de menor peso, seguía siendo una pieza de enorme valor, lo que restringía mucho su uso.

Cincuentín de 1623

Cincuentín de 1623Real Academia de la Historia

Tuvo una vida más larga que la del centén, ya que llegó a acuñarse hasta el año 1682, cuando se hizo la última serie conocida, bajo el reinado de Carlos II. Algunos comerciantes vieron en esta moneda de plata —el centén se reservó para obsequios de Estado, como forma de mostrar una especial distinción hacia alguien o como pieza de prestigio, ya que su valor simbólico era muy superior al nominal— una forma de mover grandes cantidades de dinero acuñado.

Sin embargo, su principal valor continuó siendo simbólico, como prenda de dignificación. Se entregaban —lo mismo que los centenes— como si de condecoraciones se tratara. De hecho, junto con la entrega de cadenas con medallas por parte de Felipe III y Felipe IV, son antecedentes de las condecoraciones actuales del Reino de España.

Desde el siglo pasado, o desde que empezaron a publicar el libro Guinness de los récords, parece como si nos hubiéramos vuelto locos en eso de hacer las cosas más grandes, o más locas y absurdas. Lo pudieron ver claramente —si han tenido la amabilidad de leer un artículo mío anterior— en la competición o pique por acuñar la moneda de oro más grande: la Gran Hoja de Arce canadiense de cien kilogramos de oro y la Gran Pepita, o el Gran Canguro australiano, de una tonelada de oro de máxima pureza.

Con todo, esos mamotretos carecen de la dignidad y el empaque que continúan teniendo las piezas acuñadas en Segovia hace cuatrocientos años.

comentarios
tracking