Cristóbal de Olid dirigiendo la conquista de Jal-ixco (Jalisco), 1522 (Lienzo de Tlaxcala)
Cristóbal de Olid, el conquistador que traicionó a Cortés y pagó con la vida
Capitán de confianza de Hernán Cortés, Olid se alzó en Honduras buscando poder propio y terminó ejecutado en Naco
Cristóbal de Olid es otro de los personajes que no alcanzaron más fama por la existencia de otros que realizaron empresas todavía mayores. Fue uno de los pioneros en la conquista y población de América. De origen navarro, nació en Baeza cuando su padre luchaba contra los árabes. En 1518 llegó a Cuba recomendado al gobernador Diego Velázquez, que inmediatamente lo envió a buscar a Grijalva, perdido en las costas panameñas.
Con un poco de visión de hacia dónde se inclinaba el progreso y otro poco de fortuna, se enroló en la expedición preparada por Hernán Cortés. Fue a Yucatán capitaneando una de las naves. Cortés confiaba en él, le dio el mando de una compañía y lo tuvo a su lado en la Noche Triste, en medio de la columna que huía, y en la conquista final de Tenochtitlán donde, como indica Bernal Díaz del Castillo, era maestre de campo. Se había convertido en uno de sus hombres de confianza. Acabó siendo regidor de Veracruz.
Sus relaciones con el de Medellín no siempre fueron buenas, integrado en ese mundo de lucha de poderes e intrigas, pero acabó imponiéndose la lealtad. Como recompensa, en 1522 lo envió a conquistar Michoacán y, en 1524 lo puso al frente de la expedición a Honduras.
Antes de llegar a las costas hondureñas, debía de pasar por Cuba con sus seis navíos y sus cuatrocientos hombres. En esa escala quizás pensó en ser un nuevo adelantado del rey antes que de Cortés y se puso en tratos con Velázquez, viejo enemigo del extremeño y patrocinador del Olid recién llegado a América, traicionando así a su patrono.
Y aquí empieza el relato de los hechos extraordinarios en los que se mezcla la ambición con la audacia, la energía extraordinaria de los conquistadores y sus pecados de codicia, el enredo buscando la consolidación del mando político y la aventura. Lo que pasó en Honduras está, en gran parte, poco aclarado. Antonio de Herrera, en su Historia general de los hechos de los castellanos en las islas y Tierra Firme del mar Océano (Madrid 1601), apenas nos da noticias limitándose a decir que en 1524 había poblado el lugar llamado Triunfo de la Fe. Después fundaría Naco. Es Bernal Díaz del Castillo quien detalla los hechos.
Había mandado Cortés pacificar las provincias de Honduras e Higueras, como se llamaban entonces, a Pedro de Alvarado por tierra y a Cristóbal de Olid por mar. Entendía que eran buenas tierras porque algunos pilotos españoles habían observado que las plomadas de las redes de pesca estaban hechas de oro mezclado con cobre.
Grabado de Cristóbal de Olid
Tenía otra misión encomendada por el rey, buscar un estrecho o paso que comunicara con el Pacífico para llegar a Oriente, a la Especiería. Olid debía pasar por Cuba para encontrarse con Contreras que le debía procurar dinero para adquirir caballos, cazabe, cerdos, tocino y lo demás necesario para la armada. Diego Velázquez, el gobernador de Cuba y enemigo mortal de Cortés, vio una oportunidad de menoscabar al de Medellín.
Se acercó a Olid, le propuso un pacto que este, pensando en que le iba a dar mayor beneficio que a las órdenes de Cortés, aceptó. Dice Díaz del Castillo que Olid «no era para mandar, sino para ser mandado». Olid tomó posesión en nombre del rey y de Cortés pero actuó por su cuenta, alzándose contra su jefe. Tardó ocho meses Cortés en conocer la verdad, cuando se la llevaron algunos capitanes a su residencia mexicana.
Decidió Cortés mandar una expedición contra el rebelde a las órdenes del trujillano Francisco de las Casas con cinco navíos. Con él mandó a personas de su confianza, de los que llegaron desde Cuba y estuvieron en la conquista de México, como Moreno Medrano, Juan Bello y Núñez de Mercado. El nuevo gobernador de Dulce, nombrado por Hernán Cortés, era Gil González Dávila que se unió más tarde. Al arribar a Triunfo de la Cruz, las dos escuadras se enfrentaron en una de esas muchas luchas civiles de españoles en América.
Tras el primer encuentro y sin tratar la paz, De las Casas optó por permanecer la primera noche en los barcos y no bajar a tierra, pero un fuerte viento llevó sus navíos a encallar en la costa. Perdió lo que llevaba, treinta hombres se ahogaron y el resto de la expedición fue apresada por los de Olid. Más tarde apresarían también a Gil González y sus hombres.
El retrato que nos deja Díaz del Castillo de Olid es el de un fanfarrón borracho de éxito y seguro de su poder. Su confianza iba a ser su perdición. Dejó libres a los hombres de De las Casas a cambio de un juramento de fidelidad y acudía al lugar donde permanecían prisioneros los capitanes enemigos. Bromeaba con ellos, les hacía burlas.
En una de las visitas, descuidado, fue tomado por los prisioneros que lo hirieron de gravedad antes de escapar. Las lealtades duraban poco cuando se perdía el poder y Olid tuvo que huir porque sus hombres habían vuelto a la disciplina de Cortés. Lo buscaron por la zona, lo encontraron «y le prendieron, y se hizo proceso contra él, y por sentencia que entrambos dos capitanes dieron le degollaron en la plaza de Naco», nos dice la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. Cuando llegó Cortés a poner orden en la provincia, Olid yacía en la tumba.