Múnich 72: una efeméride de gran actualidad
El máximo responsable del atentado, Abu Daoud, celebraría años después dicho logro con estas palabras: «Antes de Múnich, éramos simplemente unos terroristas. Tras Múnich, al menos la gente empezó a preguntar quiénes son esos terroristas y qué es lo que quieren»
Retratos de las víctimas durante la conmemoración del 50 aniversario de la masacre de Múnich
Corría el año 1972. En una controvertida decisión, el Comité Olímpico Internacional había confiado a la República Federal Alemana la celebración de los Juegos Olímpicos que debían celebrarse ese año. Era la oportunidad que los alemanes occidentales tenían de presentarse ante el mundo como una nación que había dejado atrás el sombrío pasado nazi para convertirse en un país moderno y próspero, llamado a liderar el futuro de Europa.
El anuncio de la designación de Múnich como sede de los Juegos provocó un intenso debate en la sociedad israelí: ¿debía el joven Estado judío participar en unas Olimpiadas organizadas en suelo alemán? Los recuerdos del Holocausto estaban aún muy vivos en la memoria de los israelíes. No en vano, muchos de ellos habían experimentado en sus propias carnes la persecución nazi, y la mayoría había perdido a numerosos seres queridos en el exterminio llevado a cabo por los nazis.
Finalmente, el gobierno entonces liderado por Golda Meir dio el visto bueno a la participación de Israel en los Juegos, quizá con la intención de que supusiera una catarsis y permitiera, si no cerrar las heridas del pasado, sí superar el trauma personal y nacional provocado por el Holocausto. Sin embargo, una organización terrorista llamada Septiembre Negro estaba decidida a que sucediera todo lo contrario.
Yasser Arafat
En 1967, tras su aplastante victoria contra Egipto y Siria en la guerra de los Seis Días, Israel había triplicado su territorio, ocupando, entre otras zonas, Gaza y Cisjordania. Ello provocó que cientos de miles de palestinos cruzaran el Jordán y se instalaran en Jordania. Resentidos hacia Israel y deseosos de venganza, los líderes palestinos, encabezados por Yasser Arafat, crearon diferentes organizaciones paramilitares de ideología socialista cuyo principal objetivo consistía en combatir a Israel para liberar la tierra palestina.
Los campamentos de fedayines (palabra con la que se designa a los guerrilleros palestinos) en Jordania se hicieron cada vez más grandes, y en la práctica escapaban al control del rey Hussein. Los intentos de las autoridades jordanas por poner orden en estos campamentos fueron en vano, y de hecho los guerrilleros palestinos llegaron a atentar contra la vida del monarca.
En septiembre de 1970, se produjo la gota que colmó el vaso de la paciencia del monarca. El Frente Popular de Liberación Palestina, más conocido como FPLP, secuestró cinco vuelos internacionales e hizo aterrizar a tres de ellos en Jordania, reteniendo a los pasajeros judíos e incluso llegando a volar uno de los aviones una vez desalojado. En medio de esta crisis, el rey Hussein envió a su Legión Árabe contra los campamentos de fedayines y dio comienzo una auténtica guerra civil entre las tropas jordanas y los guerrilleros palestinos, que ha pasado a la historia como Septiembre Negro.
Este conflicto, que provocaría entre dos mil y tres mil muertos, tendría dos consecuencias fundamentales: la expulsión de la OLP, cuyos miembros se refugiarían en el Líbano, y la creación de un grupo terrorista palestino que se llamaría Septiembre Negro en honor a sus compañeros muertos durante el conflicto contra las tropas jordanas.
Una oportunidad de oro
Tras asesinar al ministro de Defensa de Jordania en 1971, la organización terrorista, que como se demostró posteriormente respondía a las órdenes de Arafat, tomó la decisión de preparar un atentado contra Israel que les permitiera a su vez llamar la atención del mundo sobre la causa palestina. Para lograr ese objetivo, las Olimpiadas de Múnich suponían una oportunidad de oro, y el anuncio de la participación israelí en ellas convirtió a la delegación de ese país en el objetivo perfecto.
El plan de los terroristas de Septiembre Negro consistía en penetrar en la villa olímpica y secuestrar a todos los atletas israelíes posibles, con el objetivo de negociar con el gobierno israelí la liberación de centenares de prisioneros árabes que cumplían condena en las cárceles israelíes. Un modus operandi, como vemos, similar al que ha seguido Hamás en los últimos años, y del que aún siguen sacando rédito.
En un principio, el plan de los terroristas se antojaba muy complejo, pero contaron con la inesperada ayuda de la imprudencia de los jefes de la delegación israelí, que hicieron oídos sordos a las recomendaciones de la policía alemana de cara a reforzar su seguridad en la villa olímpica. Presos de una falsa sensación de seguridad, los representantes israelíes rehusaron dividir a los atletas en diferentes zonas de la villa y los concentraron a todos en edificios anexos, y también se negaron a reforzar la vigilancia, lo que facilitó sobremanera el trabajo a los terroristas.
En la madrugada del 5 de septiembre de 1972, ocho miembros de Septiembre Negro penetraron en los edificios donde dormían los miembros de la delegación israelí, y secuestraron a nueve de ellos. Otros atletas lograron escapar, y hubo dos de ellos que plantaron cara a los terroristas y fueron asesinados. Los terroristas decidieron atrincherarse en el edificio y desde allí se produjo una tensa negociación con las autoridades alemanas que duró varias horas y que mantuvo al mundo en vilo.
El 'no' de Willy Brandt
Con el paso de los años, se han ido conociendo más detalles de lo que sucedió en esas horas. Por ejemplo, se ha revelado que el gobierno de Golda Meir ofreció a las autoridades alemanas enviar a miembros de las fuerzas especiales para acabar con los terroristas y liberar a los rehenes israelíes, algo a lo que el canciller Willy Brandt se habría negado.
Tras una intensa negociación, las autoridades alemanas permitieron a los terroristas salir junto con los rehenes en un autobús rumbo al aeropuerto, con la promesa de que podrían coger un vuelo con destino a Egipto. Una vez en la pista, mientras se dirigían al avión, las fuerzas especiales alemanas abrieron fuego contra los terroristas, y se inició un intenso tiroteo en el que murieron un policía alemán y cinco integrantes del comando palestino, y en el que fueron asesinados los nueve rehenes israelíes.
El atentado conmocionó profundamente a Israel y al mundo entero. Ahora bien, a pesar de la repulsa generalizada que causó el atentado de Múnich, lo cierto es que Septiembre Negro consiguió su objetivo de fondo, que era llamar la atención del mundo sobre la causa palestina. No en vano, el máximo responsable del atentado, Abu Daoud, que logró librarse de la operación que el Mossad organizó para perseguir y ejecutar a los responsables de la masacre, celebraría años después dicho logro con estas palabras: «Antes de Múnich, éramos simplemente unos terroristas. Tras Múnich, al menos la gente empezó a preguntar quiénes son esos terroristas y qué es lo que quieren. Antes de Múnich, nadie tenía la menor idea sobre Palestina». No es de extrañar que medio siglo después, un 7 de octubre de 2023, Hamás repitiera la estrategia de Septiembre Negro, cosechando idéntico resultado. Y es que, como dijo Mark Twain, la historia no se repite, pero a menudo rima.