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20 de abril de 2024

Partidarios de la alianza proiraní en Irak

Partidarios de la alianza proiraní en IrakAFP

Oriente Próximo 

Irak, en la encrucijada entre Estados Unidos e Irán

La nueva élite gobernante tendrá que decidir sobre el futuro de las tropas norteamericanas en el país

La amplia victoria en las elecciones del pasado 10 de octubre del clérigo chií Muqtada al-Sadr plantea muchas incógnitas en el panorama político de Irak. El religioso se ha ido perfilando como un claro nacionalista contrario a la injerencia extranjera en el país tanto de Estados Unidos como de Irán, dos países que actualmente poseen fuertes lazos con Bagdad.
Al-Sadr, durante un discurso que ofreció tras conocerse los resultados preliminares de los comicios que vaticinaban su victoria, subrayó que «Irak pertenece a los iraquíes, y todas las armas deben estar en manos del Estado». Estas declaraciones han suscitado el malestar de las formaciones proiraníes que han tildado estas últimas elecciones de «fraudulentas» y han salido a las calles de Bagdad para protestar contra los resultados.
El Bloque Fatah, que agrupa a la mayoría de las milicias proiraníes que operan en Irak y que están integradas de facto dentro de las Fuerzas Armadas iraquíes, ha perdido alrededor de 34 escaños en estos últimos comicios. Un duro golpe para Teherán, ya que el vencedor de estas elecciones Muqtada al-Sadr se ha mostrado también contrario a la fuerte influencia que ejerce el país vecino. Pero el religioso no solo ha compartido su disconformidad con la injerencia de la República Islámica, sino que la presencia de Estados Unidos tampoco le agrada.
El presidente estadounidense, Joe Biden, anunció el pasado mes de julio la retirada de sus tropas de Irak. Esta noticia, que se hizo pública tras un encuentro en la Casa Blanca entre el presidente de Estados Unidos y el primer ministro iraquí, Mustafa al-Kazemi, marcaba una clara estrategia por parte del dirigente de contentar a los partidos chiíes contrarios a la presencia norteamericana de cara a su reelección en estas últimas elecciones. Pero tras la desastrosa salida de Estados Unidos de Afganistán, que provocó la caída de Kabul en manos de los talibanes, la pregunta clave es si Muqtada al-Sadr continuará con su agenda y sacará a los pocos soldados norteamericanos que se encuentran desplegados en Irak.
Estados Unidos mantiene a alrededor de 2.500 soldados en Irak como parte de una coalición internacional para combatir al Daesh y, según explica Félix Arteaga, investigador principal del Real Instituto Elcano, «el país norteamericano, ahora mismo, aporta más que desestabiliza». «Que haya ganado en votos la corriente sadrista no es una garantía de que vaya a imponerse», predice Arteaga. Estas elecciones se han caracterizado por su baja participación, apenas un 41 %, el dato más bajo de la era post Sadam, hecho que puede deslegitimar los resultados.
El investigador del Instituto Elcano aclara que «Estados Unidos está en el país para luchar contra el terrorismo a petición de Bagdad y no para defender al Gobierno, al contrario de lo que ocurría en Afganistán». Por otra parte, Arteaga destaca que, inevitablemente, la presencia de Estados Unidos irá menguando, pero la salida de las tropas no se producirá de una manera tan precipitada como la vivida durante el mes de agosto en Kabul. La presencia del país norteamericano en Irak, además, provoca un efecto de contención de la influencia de Irán y Turquía sobre el país vecino que beneficia a Bagdad.

Estados Unidos, ahora mismo, aporta más que desestabilizaFélix Arteaga, investigador principal del Real Instituto Elcano

Muqtada al-Sadr podría servirse de la presencia de tropas norteamericanas para «mantener a raya» a la República Islámica y las milicias proiraníes que operan en Irak. Una alianza extraña la del clérigo y el país norteamericano, ya que al-Sadr se convirtió en un símbolo de la lucha contra la invasión del país en 2003, pero un enemigo común siempre une. El principal reto para el religioso y para la élite gobernante de Irak es contener el malestar social que puede provocar un estallido como el de 2019 que desencadenó en el adelanto de las elecciones al pasado 10 de octubre, previstas para el 2022.
Las peticiones de aquellos que se echaron a las calles, en su mayoría jóvenes, a protestar en contra de la corrupción, la falta de oportunidades y la represión, no se han visto cumplidas. El Bloque Fatah ya ha animado a sus seguidores a manifestarse y pedir la repetición de los comicios. Las próximas jornadas serán decisivas para comprobar si los iraquíes se unen a estas protestas, que pueden acabar con fuertes represiones como las de hace dos años que provocaron la muerte de 560 personas.
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