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19 de abril de 2024

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El presidente ruso, Vladimir PutiGTRES

Crisis en Ucrania

Putin se agarra a la carta de Crimea para vencer el pulso a la OTAN

El control de la península de Crimea permite a Rusia forzar una salida a la crisis en Ucrania muy beneficiosa a sus intereses

La Rusia de Vladimir Putin no es la Rusia deprimida y decadente de los años 90 tras la caída de la URSS. El pueblo ruso percibe hoy su país como una potencia renacida que se ha ganado el respeto del mundo.
A pesar del descenso de popularidad en los últimos años por las consecuencias de la pandemia de coronavirus y los efectos de las sanciones internacionales, la aceptación de Putin en Rusia sigue siendo muy elevada.
La anexión de la península de Crimea en 2014 supuso un punto de inflexión para la Rusia de Putin. Para el inquilino del Kremlin, y para gran parte de los ciudadanos rusos, Crimea era un país herido en su orgullo nacional.
Rusia disfrazó la anexión con un referéndum considerado ilegal por la comunidad internacional al violar la Constitución ucraniana.
En un artículo publicado en inglés en la página web del Kremlin, titulado «La histórica unidad de rusos y ucranianos», en julio de 2021, Vladimir Putin define como «una grave violación de las normas legales vigentes en aquel momento» la decisión de la Unión Soviética de ceder la península de Crimea a la República Socialista Soviética de Ucrania.
Crimea, recuerda Putin, había pertenecido a Rusia desde el siglo XVIII y la decisión soviética tenía como objetivo la creación «artificial» de una Estado ucraniano que contrarrestara la identidad nacional rusa. Para ello, las autoridades soviéticas no habrían dudado en amputar territorios rusos para conformar la moderna Ucrania.

Una gran potencia temida

Es por ello por lo que la anexión de Crimea en 2014 se interpretó como un gran éxito frente al occidente anti ruso ante los intentos, en opinión del presidente Putin, de la OTAN y de Estados Unidos de desmembrar lo que quedaba de la Rusia post soviética en Estados pequeños y manejables.
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Un hombre enarbola una bandera rusa en el puerto de Sebastopol, Crimea©GTRESONLINE

Los rusos ven a Putin como el líder que devolvió a Rusia a su posición de gran potencia temida por sus rivales, el líder que devolvió al pueblo ruso su orgullo y su autoestima.
Para Andrés Ortega, investigador del Real Instituto Elcano, la anexión de Crimea fue una victoria para Putin, para empezar, en el ámbito propagandístico. «Su popularidad ha crecido sobremanera a pesar del mal estado de la economía. Les ha dado a los rusos lo que querían, aunque no supieran que lo querían». «Sus conciudadanos le están mayoritariamente agradecidos por lo que supone de inyección de autoestima».
El daño que las sanciones económicas impuestas por la anexión de Crimea, que han debilitado a la economía rusa y que han perjudicado al poder adquisitivo de los ciudadanos, ha pasado un segundo plano.
Con Crimea, Rusia ha mostrado al mundo que está dispuesta a hacer lo que sea para defender sus intereses y para proteger su área de influencia. La falta de reconocimiento internacional no le importa lo más mínimo a Rusia. El portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, expresó sin disfraces la postura de Moscú en este asunto: «Tarde o temprano, Kiev comenzará a tratar con respeto la voluntad expresada por varios millones de residentes de Crimea y aceptará los resultados [del referéndum de 2014]».
El éxito de la operación en Crimea motivó al Kremlin a ir más allá y dar apoyo militar a los independentistas de las autoproclamadas repúblicas independientes del Donetsk y Lugansk, la región del Donbás, y anexionárselas de facto.

Pasaportes rusos

La operación en el Donbás es distinta a la de Crimea. A diferencia de lo que Rusia hizo en la península bañada por el Mar Negro, no ha incorporado oficialmente el Donbás a la Federación, aunque ha repartido cientos de miles de pasaportes rusos entre sus ciudadanos y, en la práctica, las dos repúblicas independentistas funcionan como territorio ruso.
El caso del Donbás tiene más semejanzas con el de Georgia. En 2008 Rusia intervino militarmente en el país caucásico frente al gobierno pro occidental con la excusa de que el ejército estaba violando los derechos humanos de la población rusófona.
El ejército ruso desató una guerra relámpago que, en unos pocos días, logró derrotar a las inferiores fuerzas militares georgianas. El resultado fue la independencia de las regiones pro rusas de Abjasia y Osetia del Sur, independencia que sólo reconoce Rusia. Al igual que en el Donbás, Rusia no ha incorporado formalmente Abjasia y Osetia del Sur, pero en la práctica funcionan como territorio ruso.

Bloquear a la OTAN

La estrategia rusa en Ucrania, muy similar a la seguida en Georgia en 2008, no persigue únicamente sanar el herido orgullo nacional ruso. Persigue un objetivo geoestratégico mayor, un objetivo que Putin ya ha alcanzado: detener la ampliación de la OTAN.
Desde la caída de la Unión Soviética, Rusia ha visto cómo los antiguos países soviéticos y de su área de influencia se iban incorporando a la OTAN y rompían sus vínculos con Moscú. La principal exigencia de Rusia para retirar sus tropas de las cercanías de la frontera con Ucrania es que la OTAN se comprometa a que no continuará su expansión hacia Rusia y que incluso iniciará un repliegue.
Según Mira Milosevich-Juaristi, investigadora del Real Instituto Elcano, «las intervenciones militares de Moscú en Georgia y Ucrania han bloqueado de facto la ampliación de la OTAN, toda vez que la Alianza no puede incorporar los países que no controlan su integridad territorial».
Por lo tanto, mientras Rusia siga manteniendo la ocupación de Crimea, el Donbás, Abjasia y Osetia del Sur, ni Ucrania ni Georgia podrán incorporarse a la OTAN. En ese sentido, Putin ya ha vencido el pulso a Occidente.
La contrapartida la señala Andrés Ortega: «La anexión de Crimea y los levantamientos secesionistas en el Este han alejado definitivamente a Ucrania del proyecto impulsado por Putin».
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