El gobierno sudafricano ha decidido embarcarse en una maniobra peligrosa y de incierto resultado al declararse neutral en la guerra de Ucrania y ofrecerse para mediar en el conflicto.
La maniobra de Sudáfrica la ha aprovechado el Kremlin para romper la imagen de país rémora condenado al ostracismo e internacionalmente aislado por su agresión a Ucrania y ha mandado a su ministro de Exteriores, Sergei Lavrov, a Pretoria, donde se ha fotografiado con su homóloga Naledi Pandor.
Al mismo tiempo, Rusia ha desplazado su fragata Almirante Gorshkov a aguas sudafricanas para participar en unas maniobras militares conjuntas con la flota sudafricana y china, en curso desde el 17 de febrero y que está previsto que finalicen el 27 de este mes.
La Almirante Gorshkov es un buque con capacidad de lanzar misiles de crucero hipersónicos que vuelan a nueve veces la velocidad del sonido, y que poseen un alcance de más de 1.000 kilómetros.
Según la agencia estatal rusa TASS, «la Almirante Gorshkov acudirá al punto de apoyo logístico en Tartus, Siria, y luego participará en ejercicios navales conjuntos con las armadas china y sudafricana».
Según las fuerzas armadas sudafricanas, los ejercicios se desarrollarán junto a la ciudad portuaria de Durban y Richards Bay, y su finalidad es «fortalecer las relaciones ya florecientes entre Sudáfrica, Rusia y China».
Ucrania ha reaccionado con indignación a la visita de Lavrov a Sudáfrica, mientras que la población sudafricana, sobre todo los partidos de oposición y la comunidad ucraniana, acusaron al gobierno encabezado por Cyril Ramaphosa de insensible.