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23 de abril de 2024

El Presidente de Francia, Emmanuel Macron, durante un discurso el pasado lunes

El Presidente de Francia, Emmanuel Macron, durante un discurso el pasado lunesEFE

Francia

A la política francesa se le calienta la boca: gana terreno la cultura de las palabrotas

Cortes de manga en el hemiciclo, un sonoro «merde» soltado por una ministra o un «te vamos a matar»: escenas que se banalizan en un segundo mandato de Emmanuel Macron cada vez más crispado

«On va te buter». Te vamos a matar. Y en un lenguaje más que coloquial. Es lo que Arnaud De Bénetet, portavoz del grupo centrista en el Senado creyó leer, durante la sesión plenaria del pasado 26 de febrero en los labios de su colega François Patriat, que desempeña las mismas funciones en el grupo macronista «Renaissance». De Bénetet le exigió disculpas públicas.
El aludido se levantó de su escaño, se acercó al micrófono y se negó en redondo, si bien admitió haberle espetado un no menos amenazante «en seis meses, ya no serás nada», en clara alusión a la renovación parcial del Senado, prevista para septiembre.
La tensión sistemática percibida recientemente en los hemiciclos y en los platós televisivos es un fiel reflejo de lo que ocurre en la calle, como se ha demostrado con la reforma de las pensiones, cuyo desenlace se espera estos días. Una prueba de ese clima vino dada hace unas semanas por el diputado Thomas Portes, del partido de extrema izquierda La Francia Insumisa, integrado a su vez en el grupo parlamentario Nupes, del mismo sesgo ideológico.
A principios de febrero, mientras se radicalizaba progresivamente el movimiento hostil a la elevación de la edad de jubilación, Portes publicó en su cuenta de Twitter una foto en la que aparece pisando firmemente un balón de fútbol en el que aparecía la cara de Olivier Dussopt, ministro de Trabajo y encargado de sacar adelante la reforma.
Olivier Dussopt, Ministro de Trabajo de Francia

Olivier Dussopt, ministro de Trabajo de FranciaEFE

Portes salía, además, ciñendo la banda tricolor que le identifica como parlamentario. La condena del resto de partidos fue unánime y la sanción, implacable: quince días de expulsión de la Asamblea y dos meses de privación de sueldo. Tamaña severidad –la máxima, según el reglamento de la Asamblea– no fue óbice para que el aludido elevara el tono y vinculase la retirada del tuit a la de la reforma de la de las pensiones.
Su altanería fue completada por la de su colega Danièle Obono, perteneciente al sector más radical del partido, quién estimó oportuno declarar que, «si van a por nosotros [los Insumisos], nos encontrarán».
Muchos vinculan el incremento de la crispación a la presencia en la Asamblea Nacional elegida en junio de 2022 de 151 diputados de la Nupes y de 89 de la Agrupación Nacional encabezada por Marine Le Pen. Es cierto solo en parte. De entrada, los parlamentarios lepenistas, con la excepción del grave incidente protagonizado en noviembre por Grégoire De Fournas –le fue impuesta la misma sanción que a Portes–, mantienen un perfil bajo del que esperan sacar, a plazo, el máximo rédito político.
Pero, sobre todo, los episodios de agresividad verbal, o gestual, han procedido con cada vez mayor frecuencia –la escena de Patriat fue solo la primera en el último mes– desde las filas del poder. Es el caso de Éric Dupond-Moretti, penalista de fama internacional y titular de la cartera de Justicia.

Replicó con tres cortes de mangas consecutivos a un diputado de centroderecha

Era bien sabido que no lograba del todo adaptarse al cargo que desempeña desde 2020. Sin embargo, en la mañana del 7 de marzo replicó con tres cortes de mangas consecutivos a un diputado de centroderecha que le recordaba, siempre en la Asamblea, su imputación en un asunto de conflictos de intereses. Ante el revuelo, el ministro empezó justificándose que el gesto era una forma de recordar su presunción de inocencia. La torpe reacción se le volvió en su contra y a última hora de la tarde, se disculpó sin ambages. Con todo, contribuyó al desprestigio de su función.
La tranquilidad en el Gobierno duró solo unas horas: al día siguiente, 8 de marzo, en el transcurso de un debate televisivo, su colega Marléne Schiappa, ministra de Economía Social y Solidaria, amagó con marcharse del plató por los reproches de inacción, proferidos por una militante feminista, acerca de la supuesta inacción gubernamental sobre la protección a las víctimas de la violencia sexual. Schiappa, artífice, cuando era ministra de Igualdad de la primera ley contra el acoso, volvió a su sitio; pero, roja de ira, le espetó a su interlocutora: «Decirme eso a mí, merde!».
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