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29 de abril de 2024

Aquilino Cayuela
Aquilino Cayuela

El legado de los espías o el regreso de «Karla»

Una serie de incidentes recientes sugieren que las fuerzas de inteligencia rusas se han reorganizado y desde el inicio de la guerra en Ucrania la actividad ha vuelto a los niveles de la Guerra Fría o más

Actualizada 04:30

El presidente ruso Vladimir Putin en una reunión con el ministro de Asuntos Exteriores

El presidente ruso Vladimir Putin en una reunión con el ministro de Asuntos ExterioresAFP

Hace unos meses The Wall Street Journal contaba que un empresario ruso, Artem Uss, había sido detenido en Milán por una acusación emitida por un tribunal federal de Brooklyn (Nueva York), en octubre de 2022, acusado de operaciones de contrabando con tecnología militar estadounidense sensible.
Parece ser que Uss había traficado ilegalmente con semiconductores necesarios para construir misiles balísticos y otras armas que posteriormente se estaban utilizando por Rusia en la guerra de Ucrania. Pero Uss fue exfiltrado de Italia, mientras esperaba la extradición a Estados Unidos, y llevado a Rusia gracias a una precisa operación ejecutada por una banda criminal serbia.
Una serie de incidentes recientes sugieren que las fuerzas de inteligencia rusas se han reorganizado y desde el inicio de la guerra en Ucrania la actividad ha vuelto a los niveles de la Guerra Fría o más.
Antes de la ocupación de Ucrania las agencias de inteligencia rusas parecían desorientadas, unos 600 funcionarios rusos fueron expulsados de Europa. Ahora, la red de inteligencia exterior de Rusia parece haber vuelto a la acción con más inventiva y una amplia red de ciudadanos extranjeros. Sus acciones incluyen espiar a Occidente principalmente en los países fronterizos de la OTAN como Polonia, Bulgaria o Rumanía; rastrear los envíos de armas a Ucrania y ejercer presión sobre los exiliados rusos y los opositores al régimen de Putin. Por ejemplo, a comienzos de 2023 la contrainteligencia británica detuvo a cinco búlgaros acusados de espiar para Rusia y vigilar a exiliados rusos en Londres.
Las agencias de espionaje rusas también parecen haber cambiado su orientación. Antes de la guerra, existía una división del trabajo entre el SVR (inteligencia exterior), el GRU (inteligencia militar) y el FSB (seguridad interior). El SVR se centraba en el espionaje político e industrial; el GRU en cuestiones militares y el FSB se centraba en la propia seguridad de Rusia, aunque su rama exterior llevaba a cabo operaciones contra los rusos en el extranjero que supusiesen amenazas al régimen de Putin. Asimismo el FSB, en el exterior, ayudaba a mantener en el poder a los regímenes amigos de los países vecinos, como es el caso de Aleksandr Lukashenko, en Bielorrusia.
Ahora, hay una mayor coordinación entre las tres agencias y están profundamente implicadas en la guerra de Ucrania, han ampliado su red y han estado reclutando activamente nuevos activos en el extranjero, principalmente entre exiliados rusos y afines.
Al enfrentarse nuevamente Rusia y Occidente, por la guerra de Ucrania, el Kremlin quiere que sus agencias de espionaje se replanteen cuestiones importantes de seguridad que no se daban desde 1991. Por ejemplo, «cómo imponer disciplina dentro de sus filas».
Se podrían hacer purgas a gran escala, pero esas medidas estalinistas fueron contraproducentes para los soviéticos causando que, en la década de 1930, la inteligencia exterior soviética perdiese a sus mejores agentes.
Se podría restringir la circulación de personas y cerrar fronteras, pero el dejarlas abiertas, aunque permite un cierto exilio de población, está facilitando que los servicios de inteligencia circulen libremente, camuflándose en el nuevo éxodo.
Putin se ha propuesto evitar estos y otros errores de las etapas soviéticas, entiende que infundir miedo es útil pero no en exceso. Las represalias son necesarias, pero no las purgas. Por eso a Sergei Beseda, jefe de la rama de inteligencia exterior del FSB (a quien se le atribuyeron graves errores de apreciación cuando se inició la invasión de Ucrania) aunque fue inicialmente detenido e incomunicado, al cabo de unas semanas fue restituido. Tampoco se han producido las purgas esperadas tras la rebelión del Grupo Wagner, eso sí, su líder, Yevgeny Prigozhin, ha sido eliminado cuando su avión explotó en pleno vuelo.

Putin entiende que infundir miedo es útil pero no en exceso

Muchos analistas occidentales creen que ha habido un notable aumento de operaciones en el extranjero e intensificación de reclutamiento de activos en países de la OTAN. Por ejemplo, un agente del BND, que ahora está siendo juzgado por traición, fue detenido hace un año acusado de transferencia de información altamente clasificada a Rusia.
En general, Putin ha adoptado un enfoque flexible, a la par que firme, y pragmático respecto a sus servicios de inteligencia, animando a las agencias a ser más innovadoras para recuperar su terreno en Occidente hasta retomar los parámetros de la Guerra Fría.
Putin ha intentado evitar los errores del pasado y mantener leales a sus fuerzas de inteligencia y ha conseguido hacerlas más fuertes que en cualquier momento anterior de la guerra de Ucrania.
Estos hechos manifiestan que Putin está reconstruyendo sus agencias de inteligencia según el modelo del temido KGB, en sus años más memorables de enfrentamiento con Occidente, cuyas raíces se adentran en el NKVD o el GPU de Stalin y sus éxitos en las décadas que van desde la Revolución Bolchevique hasta la Segunda Guerra Mundial.
De aquellos años gloriosos del espionaje soviético nos queda, en la ficción, el mito de Karla, el personaje de John Le Carré y antagonista de George Smiley (en sus novelas: El topo, El honorable colegial y La gente de Smiley) quien logró articular una red formidable que se adentra hasta la médula de la inteligencia británica a través del «topo» Bill Haydon, que en la realidad fue el agente Kim Philby y el famoso círculo de Cambridge.
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