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17 de junio de 2024

María Solano Altaba
AnálisisMaría Solano Altaba

Macron visita Nueva Caledonia y la deja igual o peor

El paraíso sigue siendo el infierno y el problema de este territorio francés de ultramar no se resuelve con las llamadas a la calma que reiteró el presidente francés en su visita express a las antípodas

Actualizada 04:30

El presidente francés Emmanuel Macron en Nueva Caledonia

El presidente francés Emmanuel Macron en Nueva CaledoniaAFP

Para Ana, nombre ficticio de una española atrapada en Numea, la capital de Nueva Caledonia, la vida no ha mejorado nada desde que, hace algo más de una semana, estallaran los brotes violentos provocados por jóvenes de la minoría canaca insatisfechos con la manera en que se ha llevado el proceso de autodeterminación de la isla.

Los tres referendos llevados a cabo hasta ahora han dado como resultado que este archipiélago situado no muy lejos de Australia siga perteneciendo a Francia.

Pero los independentistas, en su mayoría descendientes de los indígenas canacos, no aceptan el resultado de la última de las votaciones, que boicotearon llamando a la abstención, porque consideran que no debió celebrarse de salida de una pandemia que afectó especialmente a su grupo étnico.

El intento frustrado de esta semana del presidente galo para ir a devolver la calma a la región demuestra que las situaciones de los territorios no descolonizados no se resuelven de la noche a la mañana.

«Siguen las barricadas y los incendios, se han cancelado los colegios y hemos vuelto a la enseñanza online de la época de pandemia, y nos han tenido que refugiar en un hotel porque nuestra casa está demasiado cerca de la zona de conflicto», cuenta Ana, mientras trata de organizar el caos que tiene entre actividades escolares de los niños a través de un dispositivo digital, su propio trabajo que no cesa, idas y venidas a su casa para recoger lo que necesitan en el hotel y la cada vez más difícil tarea de conseguir alimentos en una isla que, por ser tan pequeña, es muy fácil de controlar.

El problema de fondo es que Emmanuel Macron no ha conseguido desencallar la cuestión que desató la polémica: la votación del censo electoral que servirá de base para un nuevo referéndum de autodeterminación.

Una situación muy similar a la que se vive en el Sáhara Occidental, donde la cuestión a debate no es si se vota o no la posible independencia del territorio que fue provincia española, sino quién vota.

Y el paso del tiempo no ha hecho más que enturbiar la situación. En el caso de España, porque el censo electoral en 2024 no se parece en nada al de 1975.

En Nueva Caledonia la situación también ha cambiado enormemente entre 1998, cuando se firmaron los Acuerdos de Numea por los que se establecieron tres referendos para tomar la decisión, y este momento en el que la población de Nueva Caledonia ha aumentado sensiblemente con personas no nacidas allí, muchas de ellas de origen francés.

La gota que colmó el vaso de las protestas fue la inclusión en el censo de población no autóctona que llevaba al menos diez años residiendo en Nueva Caledonia como base electoral para un cuarto referendo, no previsto en los Acuerdos de Numea, que desatascara la situación provocada por la no aceptación de los resultados del tercero por parte de los independentistas.

Pero el vaso ya estaba lleno hasta los topes cuando cayó la última gota, la que ha sacado a los jóvenes enfurecidos a las calles a prender fuego a supermercados y grandes almacenes, tiendas y coches.

Los canacos, que temen, con razón, que con el nuevo censo electoral sus pretensiones de independencia se vean diluidas, tampoco han conseguido convencer al resto de la población de que la mejor opción es escindirse de Francia, a tenor del resultado de las últimas tres votaciones.

Desde su perspectiva, la economía del país mejoraría sin la injerencia de París. La población canaca representa al estrato de menor poder adquisitivo del archipiélago, trabajos más precarios y de baja cualificación y menor nivel de formación.

Se han visto especialmente afectados por una reciente sucesión de cierres en la industria minera local, gestionada con dinero extranjero, y su situación es aún más precaria. Pero también son los que más ayudas reciben de distintas instancias públicas francesas. A Francia no le interesa nada un revés en el exterior cuando la situación política interior es tan complicada para ellos y la económica no atraviesa su mejor momento.

Además de los intereses comerciales, la base militar que tienen en este territorio es especialmente importante en un momento en el que buena parte de geoestrategia internacional se está jugando en el para nosotros remoto tablero del Pacífico.

Ana sigue encerrada en el hotel que le sirve de refugio, con los niños también encerrados todo el día, y maneja como buenamente puede trabajo, tareas escolares, supervivencia básica y el miedo permanente al que ya empieza a estar acostumbrada por no saber qué va a pasar cada madrugada cuando caiga el sol. Y Macrón, a estas horas, ya está de vuelta en París.

  • María Solano es profesora de la Universidad CEU San Pablo y periodista
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