
La Cúpula de Hierro de Israel intercepta misiles iraníes
Así son los misiles hipersónicos de Irán, la clave de su poder militar mientras esperan la bomba atómica
La noche en la que Israel cumplió su amenaza de convertir Teherán en una nueva Beirut, bombardeando la capital de la República Islámica, marcó un antes y un después en la ya de por siempre tensa situación entre Irán e Israel. Desde entonces, las jornadas se suceden entre bombas, muertes y destrucción. Israel está convencido de que es necesario frenar el programa nuclear iraní, mientras el país persa causa daños con misiles, algunos, que sobrepasan la Cúpula de Hierro israelí.
Y es que, en medio de la tormenta que sacude a la región, los misiles de Irán se han convertido en su principal fortaleza para dañar a Israel. Una red de proyectiles construida en silencio, en túneles y fábricas ocultas, con tecnología copiada, adaptada o improvisada a lo largo de 40 años. Irán tiene la capacidad técnica real para lanzar cientos de misiles en oleadas coordinadas, desde plataformas móviles, montañas, hangares enterrados o ciudades subterráneas.

Misiles de Irán

Misiles de Irán
A lo largo de los años, el país persa ha fabricado una tipología propia de proyectiles. Desde los Zolfaghar y los Fateh 110 —más cortos, más tácticos, utilizados por Hezbolá y las milicias iraquíes— hasta los Shahab, Ghadr, Sejjil o el nuevo Kheibar Shekan, capaces de alcanzar Tel Aviv o Haifa desde el centro de Irán. Algunos, como el Sejjil, emplean combustible sólido, lo que significa que son más difícil de interceptar y más rápidos en su despliegue. Otros son más antiguos, pero han sido mejorados con sistemas de guiado de precisión que los vuelven letales incluso a larga distancia. La clave es que inguno necesita pista de despegue ni base aérea.
Esta última característica es la que preocupa a Israel y lo que ha empujado al Gobierno de Benjamin Netanyahu a centrar parte de su campaña no solo en instalaciones nucleares o simbólicas, sino en todo lo que huela a misiles: centros logísticos, convoyes, túneles o plantas de ensamblaje. Aunque el motivo del ataque fue frenar el programa nuclear, Israel también sabe que, al menos en el corto plazo, la amenaza son esos misiles y no una bomba atómica aún en fase de enriquecimiento.Además de esto, Irán cuenta con otra baza a favor con los misiles y es su red regional. El país dirigido por los ayatolás no necesita lanzar todos sus misiles desde su propio territorio. Hezbolá en el Líbano, los hutíes en Yemen o las milicias en Siria e Irak ya tienen copias funcionales de buena parte de su arsenal. Eso hace que un solo disparo desde Teherán pueda acompañarse de salvas desde el sur del Líbano, drones desde Hodeidah o misiles tierra-tierra desde Al-Bukamal. El mapa se enciende por múltiples puntos y obliga a Israel a dividir sus recursos defensivos. Es, en la práctica, una guerra de saturación.
Mientras Irán va disuadiendo a Israel con el lanzamiento de estos misiles, el mundo teme que la presión militar sobre Teherán no disuada, sino que empuje a los ayatolás a tomar la decisión que llevan años evitando y es romper con la ambigüedad nuclear y fabricar una cabeza atómica real. Que Irán sienta ahora, más que nunca, que necesitan ese arma para defenderse. En todo caso, no sería inmediato, pero sus misiles —todos diseñados con potencial para cargar ojivas nucleares— ya están listos. Por eso hoy, más que nunca, todo el equilibrio estratégico de Oriente Próximo depende de tubos metálicos pintados de verde oliva, almacenados en túneles bajo la tierra, apuntando a coordenadas ya programadas.