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Erin Patterson, la asesina de las setas de Australia

Erin Patterson, la presunta asesina de las setas de AustraliaFacebook

Visto para sentencia el juicio de la asesina de setas en Australia

Erin Patterson, de 50 años, está acusada de matar por envenenamiento a sus exsuegros y a una tía política tras servirles un solomillo Wellington con una variedad mortal de hongos

Australia y el mundo anglosajón han seguido al detalle el juicio a la mujer que la prensa identifica como «la asesina de las setas». Erin Patterson, de 50 años, ha mantenido la inocencia hasta el último minuto, pero el pastor Ian Wilkinson, una de sus víctimas que logró salvar la vida, la acusa de envenenar deliberadamente a todos sus invitados que… eran familia política de su exmarido.

Visto para sentencia, el jurado deberá decidir si la acusada mató deliberadamente, en una comida en julio de 2023, a Don y Gail Patterson, de 70 años y a Heather Wilkinson, de 66, exsuegros y tia de su exmarido, Simon Patterson. El otro comensal, Ian Wilkinson logró sobrevivir tras sufrir la misma intoxicación/envenenamiento.

En las vistas judiciales «la cocinera» de los deliciosos solomillos Wellington no negó en ningún momento que fuera la autora de la receta mortal. Durante su testimonio admitió que, como es habitual, la carne la acompañó con setas y las piezas las envolvió en una crujiente masa filo. El plato, como describió, lo presentó con una guarnición de puré de patatas y judías verdes.

Lo que dijo la presunta asesina es que desconocía que esta variedad de hongos silvestres fuera venenosos y que la prueba es que, según ella, también comió el menú que mató a sus ex suegros y a la tía de su exmarido quien, por cierto, también estaba invitado a la cena, pero no asistió.

La última cena

El abogado de Erin, Colin Mandy, defendió su versión, pero Wilkinson, el único superviviente de la última cena con los padres del padre de sus dos hijos y sus tíos, desmintió su testimonio, que fue aprovechado pro la fiscal para advertir que ella no probó bocado, aunque insistiera en que lo hizo y que sufrió el mismo efecto aunque menor, pero que también estuvo enferma. Además, añadió que todos tenían platos de color gris mientras el de ella era naranja, un detalle que el llamo la atención.

A mayor abundancia, en el juicio se expuso que Erin no permitió que nadie le ayudara en la cocina y evitó que sus dos hijos comieran los restos del solomillo Wellington. Ella, de nuevo, negó la mayor y dijo que también los habían consumido, pero les había retirado las setas.

De Acuerdo a los análisis realizados a los cadáveres y al superviviente, la asesina de las setas habría utilizado amanita phalloides, una variedad letal que se puede hallar en el campo. Según la mujer, su afición por la recolección de setas empezó durante la pandemia. Recluida en su casa de campo, con sus hijos dijo que salía a pasear y aprovechaba para llenar la cesta para cocinar diferentes recetas Curiosamente ninguno delos chicos se sintió nunca enfermo.

El falso cáncer

Ella descubrió el «sabroso» gusto de las setas en esa época de Covid y decidió usarlas en una variedad de recetas. La invitación a su exmarido, que se libro de milagro, a los hoy difuntos suegros y a la tía política, según su testimonio fue para comunicarles que el habían detectado un cáncer y su vida estaba en riesgo. Quería darles la noticia personalmente y por esa razón les invitó a su casa, en la localidad Leongatha, unos 135 kilómetros al sureste de Melbourne. Lo irónico es que también durante el juicio se demostró que no tiene ninguna enfermedad grave y mucho menos cáncer.

En el juicio, entre otros detalles, la voluminosa Erin recordó el sufrimiento que le habría producido la separación de su marido, que tenía la autoestima muy baja, que era «atea fundamentalista» y que, finalmente, se había vuelto creyente gracias a Ian Wilkinson que logró convencerla tras escucharle un sermón conmovedor.

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