Poner fin al régimen iraní: la obsesión de Netanyahu
Cómo derrocar a un régimen adversario y lograr que un gobierno sucesor sea mejor que su predecesor es un reto para Israel. La experiencia en Oriente medio en las últimas décadas ha mostrado que los resultados no han sido del todo buenos, ejemplos como Libia o Siria son la evidencia

Donald Trump, Benajamin Netanyahu y Ayatollah Ali Khamenei
Israel se muestra cada vez más explícito en cuanto a que su objetivo militar principal en Irán es provocar la caída definitiva de la República Islámica.
El primer ministro, Benjamin Netanyahu, lleva mucho tiempo abogando por un cambio de régimen y ha afirmado que Israel está creando «los medios para liberar al pueblo persa» y ha afirmado que matar al líder supremo Alí Jamenei «pondría fin a la guerra».
La creencia de que el poder aéreo puede emplearse para alcanzar objetivos estratégicos, no solo tácticos, y así destruir las principales fortalezas del régimen iraní sigue latente. Saber que las Fuerzas de Defensa de Israel y el Mossad están destruyendo la capacidad de enriquecimiento nuclear de Irán y otros sectores críticos de su programa nuclear, (con la ayuda de EE. UU.) es el paso previo para derrocar a la república de los ayatolás.
La cabeza de la serpiente del poder militar iraní se encuentra en una aldea del distrito rural de Fordow, en el condado de Kahak y la provincia de Qom. Para destruir esa «cabeza» o lo que quede ahora de ella, sólo el ejército estadounidense puede hacerlo desde el aire con las bombas anti-búnker, la GBU-57 que pueden atravesar de 80 a 110 metros de hormigón.En ese lugar se encuentra, o se encontraba, el último reducto del programa de enriquecimiento de uranio. Si se destruye en su totalidad Fordow y sus centrifugadoras avanzadas, el programa nuclear iraní quedará por fin neutralizado, eliminando su amenaza.
Otra alternativa a los ataques aéreos, si los últimos no han sido suficientes, sería un ataque que implicaría el despliegue de fuerzas terrestres para atacar Fordow. Fuesen fuerzas especiales israelíes o estadounidenses las pondría en un altísimo riesgo que aumentaría la probabilidad de que Irán tomara represalias directamente contra instalaciones estadounidenses en Oriente Medio, como hemos visto aunque hay sido casi anecdótico.
El otro gran reto es cómo derrocar a un régimen adversario y lograr que un gobierno sucesor sea mejor que su predecesor. La experiencia en Oriente medio en las últimas décadas ha mostrado que los resultados no han sido del todo buenos, ejemplos como Libia o Siria son la evidencia.
En Irán, aunque los líderes de la República Islámica son impopulares entre amplios sectores de la población iraní, el cambio de régimen estaría lejos de ser una tarea fácil. Contrariamente a lo que afirma Netanyahu, es poco probable que el asesinato del líder supremo precipite por sí solo el colapso de la República Islámica.
Hezbolá sigue funcionando en el Líbano, e Irán y, aunque bastante desarticulado, es potencialmente peligroso
Después de 46 años, las instituciones del Estado están bien afianzadas y la ausencia de un sucesor claro de Jamenei no significa que no se pueda encontrar uno. Los defensores de un ataque directo contra Jamenei señalan la importancia de la decapitación del liderazgo de Hezbolá por parte de Israel el año pasado. Sin embargo, incluso Hezbolá sigue funcionando en el Líbano, e Irán y, aunque bastante desarticulado, es potencialmente peligroso.
Por consiguiente, derrocar militarmente al régimen iraní probablemente requeriría una gran fuerza terrestre. Las Fuerzas de Defensa de Israel carecen de la capacidad expedicionaria y la escala necesarias para desempeñar ese papel, lo que significaría que las fuerzas estadounidenses tendrían que entrar en el conflicto y asumir esa tarea.
Llevar a Irán a los tiempos de Mohammad Reza Pahlaví, el último sah de Persia, por muy deseable que fuese, no resulta una posibilidad realista. Una importante lección que podemos sacar de las últimas décadas en política internacional es que un éxito militar «no» se traduce en éxito político y si es que se traduce en algo, es de forma muy imperfecta.
En el caso de Irán, si la República Islámica se derrumbara, es muy probable que el régimen fuera sustituido por otro gobierno hostil a los intereses de Estados Unidos e Israel porque durante los vacíos de poder, suelen triunfar los elementos más organizados de una sociedad y en Irán, tras décadas de dura represión contra la oposición y la sociedad civil, es muy probable que el ejército o los servicios de seguridad iraníes emergiesen como actores dominantes.
Alcanzar un gobierno más prooccidental y democrático resulta poco probable
Alcanzar un gobierno más prooccidental y democrático resulta poco probable y que Irán caiga en el caos, con facciones rivales ubicadas en diferentes partes del país es una posibilidad donde la presencia de material radiactivo en un entorno así sería alarmante, y la inestabilidad crónica en un país del tamaño de Irán, situado en importantes rutas comerciales, plantearía innumerables retos de seguridad internacional.
Las intervenciones estadounidenses en Irak, Afganistán, Libia o Somalia no nos dan motivos para pensar que un cambio de régimen en Irán sería diferente a estas experiencias, pero lo cierto es que la guerra ascendente entre Israel e Irán solo tiene una salida, en beneficio del mundo occidental, que pasa necesariamente, no solo por destruir la totalidad de su capacidad nuclear, sino por poner fin al régimen iraní de Alí Jamenei.