Rusia amenaza a Polonia con «represalias dolorosas» por el cierre de su consulado
Gdansk, sabotajes, represalias y amenazas: la crisis entre Polonia y Rusia sigue creciendo mientras se negocia la paz por la guerra en Ucrania
Consulado ruso en Gdnask
Lo que comenzó como una decisión de política exterior ha escalado a un choque diplomático con potenciales consecuencias geopolíticas. Este pasado noviembre, Polonia ordenó el cierre del último consulado ruso en territorio polaco, situado en la ciudad portuaria de Gdansk, al norte del país y a menos de 150 kilómetros del enclave ruso de Kaliningrado, en respuesta a pruebas consideradas concluyentes de que agentes vinculados a Rusia estaban detrás de actos de sabotaje dirigidos a infraestructuras polacas. Este gesto, ha reconfigurado las relaciones entre Varsovia y Moscú y ha encendido las alarmas.
La última «chispa» de las malas relaciones entre Rusia y Polonia se encendió el pasado noviembre, cuando la vía ferroviaria que une Varsovia con Lublin sufrió –según las autoridades de Varsovia– un acto de sabotaje.
Tras las investigaciones de Polonia, atribuyen el hecho a actores que operaban bajo la influencia de los servicios de inteligencia rusos. En respuesta, el ministro de Exteriores polaco, Radosław Sikorski, revocó la autorización para que el consulado ruso de Gdansk siguiera operando, fijando el 23 de diciembre de 2025 como fecha límite para que el personal abandonara sus instalaciones. Polonia ya había cerrado previamente otros consulados rusos en su territorio, dejando a Gdansk como el último punto de representación consular fuera de la embajada en Varsovia.
Defensa de la soberanía
Desde la perspectiva de Varsovia, esta decisión se basaba en la defensa de su soberanía y seguridad nacional, en un contexto en el que varios incidentes con implicaciones de espionaje o presión híbrida han tensionado la frontera oriental del país y la percepción de amenaza por parte del Kremlin. Por su parte, Rusia retiró el consentimiento para que siga funcionando el consulado polaco en Irkutsk, ubicado en Siberia, y han fijado el 30 de diciembre como fecha límite del cierre.
Pero Rusia ha ido más allá, tanto el Ministerio de Exteriores como portavoces del Kremlin han condenado la medida del cierre del último consulado por parte de Polonia, calificándola de «ilegal y provocadora» y advirtiendo de que no quedará sin respuesta. La portavoz María Zajárova aseguró que Moscú podría aplicar «represalias dolorosas» si Varsovia persistía en lo que Moscú considera un ataque directo contra sus intereses diplomáticos.
La fecha para abandonar el edificio en Gdansk cumplió el 23 de diciembre y, hasta ahora, Moscú se niega a entregar el edificio del consulado, alegando que se trata de una propiedad que poseen por «derecho histórico»; una tesis que Varsovia y las autoridades de la ciudad rechazan categóricamente, señalando que los registros de propiedad lo ubican bajo el control del Tesoro del Estado polaco.
El edificio en cuestión está situado en la calle Stefana Batorego número15 y ha sido utilizado por Rusia en los últimos 70 años. Desde 1951 y de forma ininterrumpida; primero, como consulado soviético, y tras 1991, como consulado de la Federación Rusa. En estas décadas, el Estado polaco ha dado su consentimiento: primero, bajo el régimen comunista, y después en la Polonia democrática. Ese uso prolongado es unos de los argumentos que Moscú sostiene hoy para defender su «derecho histórico».
En una jugada que podría calificarse de «ocupación simbólica», Rusia planea dejar un empleado administrativo en el edificio para «garantizar la inviolabilidad» de lo que considera todavía una propiedad suya, lo que impide a las autoridades polacas entrar en el inmueble sin una orden judicial. El Ayuntamiento de Gdansk ya ha anunciado que recurrirá a los tribunales para recuperar la posesión legal del inmueble, un proceso que, según estimaciones oficiales, podría durar años.
Por ahora, el consulado ya ha dejado de funcionar oficialmente, pero la ocupación física del edificio por parte de un empleado ruso y la disputa legal sobre su propiedad convierten el inmueble en un símbolo cargado de tensión. Polonia insiste en recuperar no solo el edificio, sino el control pleno de su soberanía diplomática; mientras Rusia insiste en que sus «derechos históricos» y legales deben ser respetados. El hecho ha abierto otro episodio en el plano bilateral entre Rusia y Polonia, y en esta ocasión podría ser el preludio de una etapa de confrontación prolongada.