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04 de mayo de 2024

Carmen de Carlos
Carmen de Carlos
El Debate en América

El hacha de guerra de Evo Morales apunta a la yugular del presidente Arce

Evo Morales denuncia que el gobierno le ha intentado «envenenar» mientras él prepara todo para expulsar a Arce del MAS

Actualizada 09:29

Evo Morales

Evo Morales en un acto de su partido, el MAS, en La PazAFP

La guerra ha estallado en el MAS (Movimiento Al Socialismo). Luis Arce, el delfín de Evo Morales para sucederle en el poder, se ha convertido en un tiburón del expresidente que soñó en que su protegido fuera poco menos que su testaferro político.
Morales no está dispuesto a tolerar más que Arce navegue por su cuenta en las aguas turbulentas de Bolivia y prepara el terreno para expulsarle del MAS.
«El Evo», como se conoce popularmente a Juan Evo Morales, prepara la expulsión del partido de todos a los que considera traidores. Los nombres que ocupan los primeros sitios de la lista son Arce y su vicepresidente y ex ministro de Exteriores, David Choquehuanca. Con el hacha de guerra desenterrada el movimiento indigenista atraviesa su peor momento y las elecciones previstas para 2025, si siguen por este camino, podrían sepultar las siglas que han dominado la política boliviana desde principios de siglo.

El fantasma del crimen y del narcotráfico se extiende por todos los rincones

La situación resulta dramática y el fantasma del crimen y del narcotráfico se extiende por todos los rincones. Evo Morales denuncia que el gobierno le ha intentado «envenenar». El vicepresidente del MAS, Gerardo García, no dudó al calificar a Arce de «peor enemigo del partido» y afirma: «La traición es lo que más duele». María Nela Prada, ministra de la Presidencia, salió al paso de estas acusaciones: «El único veneno es la división, todos estos intentos de fraccionar el movimiento popular».

Todos proscritos

Lo único cierto por ahora es que todos los miembros del MAS que están en el Gobierno (en cualquier escalafón) han sido proscritos. Ninguno podrá participar en los congresos ni presentarse para la renovación de los cargos. «El proceso de Cambio es patrimonio del pueblo boliviano. Pretender expulsar o vetar a quienes han arriesgado sus vidas por nuestro proceso, liderado por el hermano presidente Luis Arce, daña la unidad del instrumento político y también de nuestra democracia», escribió Choquehuanca en sus redes sociales.
La revolución dentro del MAS y el control de los órganos del partido en manos de Evo Morales anticipan una etapa de cuchillo entre los dientes por la supervivencia de unos y otros. De telón de fondo está el dominio de las redes de narcotráfico, una corrupción rampante, las ansias de Evo de recuperar el poder y el temor o recurso del expresidente de aparecer muerto, como si fuera un accidente o un suicidio.
La «traición» de Arce la sintió Evo desde el mismo día de la investidura. El actual presidente no mencionó su nombre durante su discurso ni se dejó seducir por los nombres que le ponía encima de la mesa su mentor para formar Gobierno. Rescatar a sus leales estaba fuera de los planes de un hombre que, a diferencia de Alberto Fernández en Argentina, estaba y está dispuesto a ejercer el poder, hasta el último día, sin dejarse amedrentar.
Para lograrlo Luis Arce se ha rodeado de gente de su confianza y ocupado de resucitar los mecanismos de control del Poder Judicial, pero no tiene todas consigo. Evo Morales es un animal político de muchos recursos y una fortuna sorprendente. Salió volando de Bolivia tras destaparse su intento de pucherazo en las urnas y logró volver como si hubiera sido una víctima del sistema que él emponzoñó.
Tuvo el apoyo en el exterior del clan bolivariano /kirchnerista al que se sumó en la retórica Andrés Manuel López Obrador, realizó la jugada que parecía maestra de poner de candidato a presidente y vicepresidente (a Arce y a Choquehuanca) y en el más difícil todavía, logró una victoria limpia en las elecciones.
Esfuerzo, levantarse a las cinco de la mañana y trabajar, son los ingredientes, con la buena estrella de la cosmogonía propia, de su éxito. Pero el mundo cambia y la suerte, también la suya, nunca es eterna.
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