Un charco con un coche detrás

Un charco con un coche detrás

Salpicar a peatones en días de lluvia, una broma que puede costarte muy cara

En Reino Unido está castigado con una multa de hasta 6.000 euros

Salpicar a algún peatón en días de lluvia puede considerarse como una mera gamberrada, pero nada más lejos de la realidad. El actual Código de Circulación contempla esta actitud como una falta grave o muy grave, en función de las circunstancias que concurran.
Basta leer el Artículo 46 del Código de Circulación, que habla sobre la moderación de la velocidad al volante, para encontrar en el epígrafe G una normativa ya tipificada y muy clara: «Debemos moderar la velocidad al circular sobre pavimento deslizante o cuando pueda salpicarse o proyectarse agua, gravilla u otros materiales a los demás usuarios de la vía».
Si en estas condiciones no procedemos a aminorar la velocidad de forma ostensible, al igual que en zonas de mercadillos o junto a un autobús escolar o en caso de deslumbramiento o con animales cruzando la calzada, incurrimos en infracciones graves o muy graves, según corresponda el exceso de velocidad. En concreto, podrían aplicarnos una multa de entre 200 y 500 euros, que podría incluir retirada de puntos.
En el menor de los casos, un agente allí presente podría denunciarnos por una infracción leve con causar perjuicios o molestias innecesarias a personas, tipificado en el artículo 2 y castigado con 80 euros.
Pero si el agente valora nuestra conducción como temeraria y cree que puede poner en peligro la integridad de los peatones, incurriríamos en una sanción muy grave, castigada con 500 euros y seis puntos del carné de conducir.
Si la maniobra es extremadamente peligrosa para la seguridad real de las personas, pasamos a un delito contra la seguridad del tráfico, que se castiga con la retirada de todos los puntos y posible pena de cárcel. Es interesante que además de los agentes de la autoridad, cualquier peatón puede denunciarnos si nos toma la matrícula y cuenta con testigos de lo ocurrido.
Todo ello sin valorar el riesgo que supone pisar un charco y aumentar la velocidad, pues puede provocarse un aquaplanning que nos haga perder el control y acabar en un accidente fatal.
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