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26 de abril de 2024

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Mehran Karimi Nasseri (1945-2022)

El aeropuerto era su hogar

La improbable búsqueda de su madre desembocó en una vida errática que inspiró a cineastas –Steven Spielberg entre ellos– y cuyo único punto de referencia terminó siendo el aeropuerto parisino de Roissy

Mehran Karimi Nasseri
Nació en Masjed Solaman (Irán) en 1945 y falleció el 12 de noviembre de 2022 en el aeropuerto parisino de Roissy

Mehran Karimi Nasseri

Fue el apátrida más famoso del mundo gracias a Steven Spielberg.

Mehran Kameri Nasseri fue el residente inamovible de la terminal 2F del aeropuerto parisino de Roissy durante 18 años. Lo era porque decidió serlo. Allí llegó el 8 de agosto de 1988, recién salido de la cárcel de Fleury-Mérogis, donde había cumplido una condena por estancia ilegal en territorio galo. Los meses que pasó entre barrotes fueron el último episodio de un rocambolesco periplo iniciado a mediados de los setenta en el Reino Unido.
A ese país había llegado en septiembre de 1973 para estudiar, en calidad de becado, en Bradford. En esa época los estudiantes iraníes de las universidades occidentales desencadenaron una serie de protestas –bien acogida por intelectuales y medios– contra el régimen del Sha. Nasseri no iba a ser menos y participó en una de ellas hacia marzo de 1974.
Primer elemento ambiguo de su trayectoria: ¿por qué volvió a su país en el verano de 1975, justo cuando dejó de percibir las cantidades correspondientes a su beca? Según su relato, a su llegada al aeropuerto de Teherán, la policía secreta iraní se lo llevó y lo encarceló y torturó durante cuatro meses antes de expulsarlo del país. La única prueba confirmada hasta la fecha es que Nasseri fue uno de los 20 estudiantes que fueron interrogados en 1970 tras las manifestaciones contra la nueva normativa de la Universidad de Teherán.
Al volver a Europa, pidió asilo en Berlín, Alemania del Este, y luego en los Países Bajos en 1977. Todas esas solicitudes fueron rechazadas. Repitió en Francia en 1978 (fracasó tras una apelación), y en Yugoslavia. De nuevo sin éxito. En 1979, formuló la demanda en Italia, sin éxito. Francia le volvió a denegar el asilo en 1980. Solicitó entonces emigrar al Reino Unido, que le rechazó y le impidió la entrada por el aeropuerto londinense de Heathrow. Cuando se disponía a probar otra vez suerte en Alemania del Este, fue detenido en la frontera belga.
Un halo de esperanza surgió el 7 de octubre de 1980, día en que la Comisión de Naciones Unidas para los Refugiados aceptó su solicitud de asilo, viviendo en Bélgica hasta 1984. Ese año, empeñado en seguir probando suerte en el Reino Unido –según él para localizar a su madre de la que decía que era escocesa– y con los papeles en regla, embarcó en el ferry el 16 de noviembre de 1984 con destino a Folkestone.
Mas antes de embarcar cometió la torpeza devolver su tarjeta de refugiado del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados en Bruselas, pensando que ya no podía ser devuelto a Bélgica. Craso error, ya que fue deportado de Inglaterra y, al ser considerado ilegal por las autoridades belgas, éstos le cerraron la frontera.
Parece que esto marcó el inicio del declive de las facultades intelectuales del hombre que empezó a llamarse «Sir Alfred». Al final acabó en Boulogne-sur-Mer en 1985, donde Francia le fue impuesta una primera condena de tres meses de prisión.
Es en aquel periodo cuando empieza una debilidad mental, certificada por los médicos que le examinaron durante su primera estancia en Roissy.
Curiosamente, en 1988 logró pisar suelo británico, pero la alegría fue de corta duración. Regresó a Francia para cumplir su segunda y definitiva condena. Después, se instaló con carácter permanente en Roissy.
Pudo haber legalizado su situación en 1992. Ese año, sus abogados franceses le consiguieron un permiso de residencia. Pero para ello, las autoridades francesas le exigieron que mostrara su tarjeta de refugiado, concedida en Bélgica. Esto creó una situación kafkiana, ya que Bruselas le exigió que fuera en persona a recogerlo, a pesar de que no tenía papeles para salir del país y entrar en Bélgica.
Siete años más tarde, otro abogado le llevó al tribunal competente para el aeropuerto, con la intención de recoger finalmente sus nuevos papeles. Sin embargo, su estado mental deteriorado se hizo patente ante todos los presentes. «Me niego a firmar estos papeles», dijo, «no están a mi nombre. Ya no soy quien era. Ahora me llamo sir Alfred Merhan y no soy iraní. Mi padre era sueco y mi madre danesa».
Resultó imposible hacerle entrar en razón, salvo para regresar voluntariamente a lo que aún era la terminal 1 del aeropuerto, donde recibía visitas y correspondencia. A principios de este siglo, su caso –tras una primera película de un director francés– inspiró a Steven Spielberg: de allí salió en 2004 La terminal, protagonizada por Tom Hanks.
Los derechos que percibió por la película le fueron de gran utilidad para sufragar los gastos para curar una intoxicación alimentaria. Del hospital se trasladó a un albergue gestionado por Emmaus, la obra caritativa del Abate Pierre. Era enero de 2007. Allí permaneció hasta hace unas semanas, cuando volvió a «su» Roissy. Para morir.
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