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Clint Hill

Clint HillEl Debate

Clint Hill (1932-2025)

El escolta que no pudo salvar a Kennedy

Sostenía que, de haber trepado a la limusina presidencial un segundo antes, el mandatario no habría recibido el tercer disparo

Clint Hill
Nació el 4 de enero de 1932 en Larimore (Dakota del Norte) y falleció el 21 de febrero de 2025 en Belvedere (California)

Clinton J. Hill

Guardaespaldas

Adoptado por el segundo marido de su madre, de apellido Hill, cursó estudios universitarios antes de ingresar en la Contrainteligencia Militar en 1954. Tres años más tarde, fue trasladado al Servicio Secreto. Era el último superviviente del cortejo oficial de Dallas aquel fatídico 22 de noviembre de 1963.

Las imágenes forman parte de las más proyectadas de la historia contemporánea: el 22 de noviembre de 1963, en Dallas, nada más empezar el tiroteo que acabaría con la vida del presidente John Kennedy, un agente del Servicio Secreto –unidad encargada de la protección de las altas personalidades norteamericanas– se encarama al maletero de la limusina presidencial mientras la primera dama, Jacqueline Kennedy, con su traje rosa le tiende la mano para acelerar el movimiento. Mas el agente en cuestión, de nombre Clint Hill, la empuja hacia su asiento, junto a su marido herido de muerte.

Una actuación que, según el influyente asesor presidencial Dave Powers y también según Arlen Specter, miembro de la Comisión Warren –encargada de investigar el magnicidio–, contribuyó a salvar la vida de la primera dama. «Sin esta actuación», aseguró Specter, citado en el documentado libro de Philip Shenon, JFK: caso abierto, «la señora Kennedy habría sido arrojada a la calle en cuanto el Lincoln [marca de la limusina] acelerara, y hubiera caído en la trayectoria por donde el vehículo de apoyo aceleraba su marcha».

Tan apreciada fue la labor de Hill que diez días después, Hill recibió una alta condecoración del Departamento del Tesoro, de quien entonces dependía el Servicio Secreto. Y conservó toda la confianza de Jacqueline Kennedy, que le tuvo a su lado durante un año más. Sin embargo, Hill sostuvo hasta el final de su vida que, de haber trepado a la limusina presidencial un segundo antes, el trigésimo quinto presidente de Estados Unidos no habría recibido el tercer disparo, el tiro de gracia. Nunca superó ese complejo de culpa, arrastrando huellas psicológicas, hasta el punto de ser invitado, en 1975, a abandonar el Servicio Secreto. Era entonces su número dos.

Una triste manera de truncar una impecable carrera en el prestigioso organismo, en el que había ingresado, procedente de la Contrainteligencia Militar, en 1957. Ese año, el inquilino de la Casa Blanca era Dwight Eisenhower, el primero de los cinco a los que sirvió. De él recordaba Hill que trataba a sus guardaespaldas como a tropas: «si nos necesitaba nos llamaba: '¡Eh, agente!', pero rara vez sabía nuestros nombres». Kennedy, por el contrario, «sabía todos nuestros nombres y si teníamos mujeres e hijos».

Hill, que fue designado escolta de Jacqueline Kennedy desde el primer día, también sabía muchas cosas, que calló. Pero otros las han contado. Uno de ellos es Seymour Hersh, autor de la ácida biografía de Kennedy The Dark side of Camelot. En ella relata cómo la primera dama, deseosa de darse un chapuzón en la piscina de la Casa Blanca, le abroncó por no haber impedido la presencia de Kennedy en aquel lugar junto a otras compañías femeninas. El chivatazo le llegó y ya había abandonado la piscina cuando Hill llegó.

Una vez más, había cumplido con su deber, al igual que hizo siempre con Eisenhower, Lyndon Johnson, Richard Nixon y Gerald Ford. De este último se limitó a decir que era «un hombre normal que intentaba hacer las cosas correctamente».

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