Desde que la raza humana habita el planeta, nada ha sido más grandioso ni se ha superado como la capacidad de la mujer para ser madre. Desde hace miles de años se sigue registrando ese milagro sorprendente de la vida que surge, crece y se desarrolla en las entrañas de una mujer. Tal vez por eso es tan inquietante la baja natalidad que tenemos en España y también por eso acierta Ayuso, una vez más, al plantearse seriamente un plan, como hasta ahora nunca se hizo en España, para fomentar la natalidad y, sobre todo, ayudar a aquellas mujeres que quieren ser madres. Ya sé que no es políticamente correcto –pero ya no estamos para ceder a ese tipo de dictaduras– así que me atreveré decir que lo mejor que puede ser una mujer es ser madre. Por supuesto que otras muchas cosas, pero, sobre todo, ser madre. Los tiempos han cambiado en muchos sentidos. La escala de valores de la actualidad ha superpuesto el éxito profesional al de tener hijos. Es posible que para algunos sea así, y lo escribo en plural y en el género que engloba a hombres y mujeres. Lo cierto, sin embargo, es que cuando nos vamos de este mundo, los amaneceres que dejaremos de ver, se lo cedemos como patrimonio inmaterial a nuestros descendientes. Tampoco se quedarán aquí. Todos se fueron y todos nos iremos, pero mientras aprendemos a vivir esta existencia tan contradictoria, nada mejor que dejar huella en ella. La más segura y certera son los hijos. Por eso insisto en decir que la presidenta de Madrid acierta al plantear el más ambicioso programa conocido hasta hoy en España, con ochenta medidas distintas, para que aquella mujer que quiera responder a esa atávica llamada de la maternidad, la pueda atender, a pesar de las muchas dificultades, culturales y físicas, que esta sociedad decadente le plantea.
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