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07 de mayo de 2024

HorizonteRamón Pérez-Maura

La deriva totalitaria catalana

Una democracia gravemente enferma en la que los propios parlamentarios intentan que el organismo se rebele contra el cumplimiento del mandato de la Junta Electoral Central

Actualizada 04:28

La deriva totalitaria de la política catalana se sigue produciendo gracias a las concesiones que ha hecho a los independentistas el Gobierno de la Nación. Han sido tantas que ahora se creen los beneficiarios de la rendición que todo el monte es orégano. En las últimas horas, hemos visto algo que solo ocurre en los parlamentos de las dictaduras tercermundistas. Y señalo lo de tercermundistas porque en las Cortes Españolas del franquismo jamás se hubiera producido una desobediencia a la Justicia como la que está intentando perpetrar la presidenta del Parlamento de Cataluña.
En ese Parlamento hay un diputado de la CUP llamado Pau Juvillà, que fue en su día concejal en el ayuntamiento de Lérida. En medio de todo este proceso Juvillà acaba de dar a conocer que padece un cáncer que le ha reaparecido por tercera vez en quince años. En ese terreno, solo podemos desearle lo mejor.
El protagonismo de Juvillà aquí deriva de que en su momento desobedeció la orden de la Junta Electoral Central (JEC) y se negó a retirar los lazos amarillos. En cualquier democracia, la única forma de conseguir unas elecciones limpias es que exista una Junta Electoral independiente, no controlada por ningún gobierno, y que sus órdenes sean estrictamente cumplidas por todas las partes concernidas. Pero ya sabemos que la extrema izquierda considera que la democracia es hacer lo que a ellos les dé la gana.
Pau Juvillà ha sido condenado por el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña a seis meses de inhabilitación por desobedecer las órdenes de la JEC para que se pudiera celebrar elecciones en condiciones justas para todos. Y la reacción de la presidenta del Parlamento, Laura Borràs, ha sido la de intentar bloquear toda la actividad del Parlamento para que se agote el plazo de cinco días que dio la JEC para la aplicación de la resolución. Quizá pensaba que con ello el mandato de la JEC no tendría validez. El problema es que los letrados del Parlamento ya le han advertido que esto puede tener consecuencias para ella; y el heroísmo independentista llega hasta donde llega.
Lo que me parece más revelador de este caso, lo que creo que es sumamente grave, es que la presidenta de un Parlamento se rebele contra una institución que es la que supervisa el cumplimiento de las reglas por las que fue elegida esa Cámara. Cámara, por cierto en la que Pau Juvillà es nada menos que el secretario tercero de la Mesa.
Anoche supimos que Juvillà podrá mantener su acta de diputado «siempre que no se comprometa a los funcionarios». Es decir siempre que la ilegalidad no lleve a la cárcel a alguien que no esté amparado por su condición de diputado. Una democracia en la que los propios parlamentarios quieren incumplir las reglas de juego, en la que intentan que el organismo que mejor les representa, como lo es el Parlamento, se rebele contra el cumplimiento del mandato de la Junta Electoral Central, es una democracia gravemente enferma. Yo diría incluso que en peligro evidente de colapsar.
Hace tiempo que los síntomas de degradación de la democracia en Cataluña son evidentes. Habrá que ver cómo justifican por el mundo, ante los pocos aliados que tienen, que el Parlamento puede desobedecer a la Junta Electoral.
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