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26 de abril de 2024

HorizonteRamón Pérez-Maura

Que el centrismo no sea un error

José María Aznar llegó a la Moncloa proclamándose un candidato de centro y después, durante ocho años, ejecutó unas políticas contra las que Abascal y los que se fueron con él a Vox protestaron bastante poco, si es que alguna vez lo hicieron

Actualizada 01:46

La victoria del centrismo en las elecciones de Andalucía es uno de los hechos políticos más relevantes de la hora presente en Europa y América. En un momento en que emergen populismos alineados a un lado y otro del espectro político, en España reaparece una mayoría absoluta –opción que muchos daban por muerta y enterrada–. Lo hace desde un partido que a su derecha tiene a Vox, que se reivindica como una formación de derecha, sin ningún otro adjetivo, y a su izquierda al PSOE, que hace tiempo que dejó de ser socialdemócrata para alinearse con independentistas y antiguos terroristas.
La cuestión ahora es si el centro es una vía hacia la victoria o también una línea de Gobierno y qué significa eso. Yo creo que el discurso moderado es de una trascendencia fundamental para ganar elecciones. Atrae más votos de los que repele. Lo vivimos con José María Aznar, que llegó a la Moncloa proclamándose un candidato de centro y después, durante ocho años, ejecutó unas políticas contra las que Abascal y los que se fueron con él a Vox protestaron bastante poco, si es que alguna vez lo hicieron. Pero Aznar ganó dos veces las elecciones, la segunda por mayoría absoluta.
El actual PP debe promover ese discurso centrista que puede dar un resultado como el de Andalucía. Pero a la hora de poner en práctica esa moderación, hay un peligro ante el que el partido de Feijóo debe estar muy atento para no volver a cometer los mismos errores del pasado más reciente.
En la Transición pudimos ver cómo se redactó la Constitución como punto de encuentro en el que uno y otro bando hacían concesiones para buscar la concordia. Resultó un gran texto. La gran diferencia está en que para «la derecha» este texto constitucional fue un punto de llegada y para «la izquierda» era una breve pausa en su ruta hacia un cambio revolucionario. Desde entonces hemos vivido una evolución constante siempre en la misma dirección, como si a la clase dirigente del centroderecha le avergonzasen sus orígenes. Y así, cuando un Zapatero o un Sánchez toman medidas con las que se barrena la concordia establecida –contra la que nadie protestaba– y después llega un Gobierno del Partido Popular su centrismo consiste en no hablar de esos temas. Por ejemplo, en limitarse a quitar la financiación a la memoria histórica. No en derogarla. Es decir, jamás en dar un paso atrás y volver al statu quo ante. Por ese camino, la izquierda gana terreno siempre y al final el centro acaba perdiendo votos por la derecha.
El descalabro electoral vivido por el PSOE el pasado domingo en Andalucía, se debe, entre otras muchas razones, a la dependencia del Gobierno de la nación de partidos que aspiran a romper España. Partidos que han legislado con el PSOE generando políticas muy dañinas en materias de género, morales y tantas otras. Si el centrismo no es capaz de alinearse con los conservadores en esos asuntos, al final la victoria estará siempre del lado de la izquierda. Y será un caladero en el que Vox recuperará el crecimiento que ha frenado en Andalucía. En estos momentos de euforia muy justificada para el Partido Popular, conviene tener muy en cuenta dónde se va a alinear el centrismo en cuestiones de valores. Yo comprendo que con la ruina y el caos que se va a encontrar el PP cuando llegue al Gobierno, puede parecer que la prioridad es puramente económica. Pero no haya lugar a equívoco. Las prioridades estarán en más de un campo. Y ser moderado, ser centrista, no puede ser el que siempre se es el que cede, el que nunca da la batalla de los valores.
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