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25 de abril de 2024

Pecados capitalesMayte Alcaraz

El caballo de Troya

De 200 países en el mundo, solo 50 se oponen a Moscú. Miedo da pensar en ese caballo de Troya ruso y chino, instalado en el hígado longevo y graso de una Europa decadente

Actualizada 01:30

Esta guerra ya dura demasiado y el invierno no tardará en llegar a la Europa que se abrigaba con el gas barato del sátrapa Putin. Al final habrá que sentarse a negociar sobre la premisa injusta de que un dictador muerda parte del territorio a una nación independiente. Todas las guerras acaban en negociación; pero todos los muertos que han quedado sobre Ucrania tendrán que ser respetados para que no se consolide la idea de que han caído en vano. En ese nuevo pacto de Múnich habrá que hablar de cosas tan poco épicas como qué parte de Ucrania se queda Putin. Ucrania perderá parte de su territorio mientras la debilitada Europa irá pasando por las urnas: en un par de semanas, Italia será el primer gran país de la Unión obligado a decidir entre los valores que la UE dice representar y la pura supervivencia, cercenada por Putin, a base de cortarnos el gas, el cereal y las materias primas. Más allá de la elección del color de su Gobierno, y de si Georgia Meloni será o no su primera ministra, los italianos contestarán a esta pregunta nuclear: ¿quieren seguir defendiendo la dignidad del pueblo ucraniano a pesar de que eso les suponga penurias económicas o prefieren recuperar su bienestar cediendo ante un dictador?
Los italianos tienen temperaturas mediterráneas y, por tanto, no sufren directamente el chantaje del matarife ruso, pero su inflación y las consecuencias de la guerra probablemente les hará sopesar dos alternativas: mantener la dignidad frente a un monstruo o ceder con un acuerdo sobre Ucrania que evite que se prolongue el chantaje ruso sobre las democracias occidentales hasta hacerlas saltar por los aires. Putin, con las manos libres y sin masa crítica, conocía muy bien que este era el mejor momento procesal para desafiar a Occidente: cuando olía miedo en Europa, tras su huida humillante de Afganistán, a la que va a seguir la espantada francesa en Mali. De hecho, ya han caído dos primeros ministros (Johnson y Draghi) y Macron tiene de espaldas a su propia Asamblea Nacional, con Le Pen soplándole en la nuca.
Rusia sabe que tiene varios caballos de Troya metidos en Occidente, con el gas, el general invierno, y la pérdida de fortaleza moral. Europa se asienta sobre sociedades opulentas y juventud sin empleo, horizonte ni valores. Y fuera, la situación es más preocupante. En África, Asia o Latinoamérica, la mayor parte de sus Gobiernos achacan a las sanciones de Estados Unidos y Europa a Putin la crisis económica y alimentaria que sus pobres ciudadanos sufren. Rusia ha conseguido dominar esos continentes sin pegar un solo tiro, se ha hecho con la Antártida y su uranio y elementos químicos esenciales. De 200 países en el mundo, solo 50 se oponen a Moscú. Miedo da pensar en ese caballo de Troya ruso y chino, instalado en el hígado longevo y graso de una Europa decadente.
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