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Desde la almenaAna Samboal

Regresan los hombres de negro

Los plazos se van agotando, las cuentas de Montero son más dignas de chanza o de duelo que de seria consideración, las reformas que nos han demandado están sin hacer y la economía se está parando a velocidad de vértigo

Actualizada 01:33

Nadia Calviño es una mujer de bajo perfil político que, hasta hora, sólo ha sacado las uñas cuando se ha visto acorralada o gravemente cuestionada, como ocurre, cada vez con más frecuencia, en los cruces dialécticos que mantiene con Espinosa de los Monteros en la sesión de control al Gobierno. Dicen los que la conocen que no le gusta llamar la atención. Sus andares, gestos y estilismos son discretos, distan mucho de los de su vecina de chalet oficial, Yolanda Díaz. Sus intervenciones públicas son moderadas, a años luz de la histriónica compañera de Hacienda. Nadia es sosegada, sobria, es la perfecta eurofuncionaria. Cuentan que Pedro Sánchez, temeroso y escarmentado a un tiempo de lo que padeció Zapatero, la eligió para mostrar ante las instituciones europeas la cara más amable del Gobierno de España. Es una mujer a la que en los pasillos comunitarios reconocen como una de las suyas, socialdemócrata de libro y poco amiga de histrionismos.

Hasta ahora, ha cumplido a la perfección el cometido asignado. Nada más aterrizar en el Ministerio, Nadia logró que se ampliase el margen temporal de España para reconducir su déficit a la senda de los Tratados de Maastricht. Pese a todas las dudas de la Airef o del Banco de España, ha logrado que los presupuestos de Montero hayan colado uno tras otro sin sobresalto digno de mención. Y el dinero de Bruselas para reconvertir la economía ha llegado a Madrid sin apenas condicionantes de relevancia. Hasta hoy, Nadia podía seguir sonriendo, inquebrantable, comentando a todo aquel que quisiera escuchar que España iba mejor que la media europea. Ese ha sido su mantra y de ahí no ha logrado sacarla ni el portavoz de Vox, por mucho que se haya empeñado en hacerlo.

Pero los plazos se van agotando, las cuentas de Montero son más dignas de chanza o de duelo que de seria consideración, las reformas que nos han demandado están sin hacer y la economía se está parando a velocidad de vértigo. Y hoy, Nadia, que recibe al comisario de Presupuestos y comparece con él en rueda de prensa, tendrá que empezar a explicarse. ¿Se atreverá a decir que estamos por encima de la media cuando el PIB creció dos décimas en el último trimestre, en plena temporada alta turística? ¿Insistirá en que estamos mejor que el resto cuando en la campaña de verano, floreciente para el empleo, se han perdido 60.000 puestos de trabajo? ¿Cómo explicará que los índices adelantados de la industria aventuren un frenazo en seco similar al que se registró en el confinamiento?

La semana pasada, una diputada alemana, Monika Hohlmeier, abroncó a la Comisión por complacencia frente a España a la hora de vigilar el destino de los fondos europeos. Cuando pise Madrid, el comisario podrá comprobar que sólo aparecen en los anuncios de televisión. Es lo único que, a ciencia cierta, sabemos que han financiado. El PERTE del automóvil está sin hacer y Hacienda está pidiendo papeles con urgencia a los Gobiernos autonómicos para tener algún papel que enseñar. De la reforma de las pensiones para contener el incremento exponencial del gasto, tampoco hay noticia. Escrivá sigue trabajando en ello. A Nadia Calviño se le acaban las excusas, se le agota el tiempo.

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