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19 de abril de 2024

Perro come perroAntonio R. Naranjo

¿Y si la víctima fuera Begoña, presidente?

Cientos de agresores sexuales del pasado y miles del futuro se van a beneficiar de una ley que no quieren cambiar: pónganse en el pellejo de las víctimas y rectifiquen, por favor

Actualizada 01:30

Cientos de violadores, pederastas y agresores sexuales ultiman ya la revisión de sus condenas, con la seguridad de que saldrán beneficiados. Decenas de ellos ya lo han logrado, y miles lo harán en el futuro: la negligente aprobación de la «Ley de Libertad Sexual» de Pedro Sánchez e Irene Montero admite pocas dudas sobre los premios judiciales hacia el pasado, y ninguna hacia el futuro.
Porque mientras esté vigente, los más de 3.000 delitos sexuales que se cometen de media en España cada año saldrán más baratos. No es una opinión: es una consecuencia real, indiscutible e insalvable de la reforma penal inducida por la norma.
En un país normal, estas dos certezas deberían provocar algo, inmediato y contundente, que pasara por la dimisión de los responsables del desastre y la rápida contrarreforma necesaria para frenar el despropósito antes de que aumenten más los estropicios y veamos cómo, a los violadores liberados del pasado y los violadores más impunes del futuro, se le añadan los reincidentes.
Porque la próxima mujer o el siguiente niño que sea atacado por uno de estos depredadores incurables, liberado antes de tiempo por la imposibilidad judicial de negarse a aplicar el Código Penal aunque les llamen fascistas y lo reclame el sumiso Fiscal General del Estado, deberá saber que los cómplices de su asaltante son Pedro Sánchez, Irene Montero, todo el Gobierno y todos los diputados que han votado este engendro con temeridad, premeditación y alevosía.
Pero España es un país anormal, taponado por arriba por una élite política y mediática que ignora los estados de opinión reales de la ciudadanía y fabrica otros, artificiales e indecorosos, adaptados a las necesidades del Gobierno, por espurias, repugnantes o perjudiciales que sean.
En ese país, los mismos que encuentran machista no usar el estúpido lenguaje «inclusivo» y señalan sin pudor a los hombres como culpables de un pecado original, miran ahora para otro lado cuando un peligro real y cuantificable para las mujeres se ha activado por la torpeza, el empecinamiento y la mala fe de un Gobierno que libera a violadores de verdad con tal de no rectificar ni renunciar a otra pieza más de su abyecta ingeniería social, promotora de una ley orwelliana que asalta la intimidad y criminaliza las relaciones mientras deja más impunes los verdaderos delitos.
Y es el mismo país que busca homófobos donde no los hay, porque los pocos cenutrios que sí lo son ya tienen suficientes leyes y suficiente oprobio social como para necesitar más adoctrinamiento barato al respecto, pero perdona la complicidad de Sánchez con Qatar y el silencio de sus ministros gais, tan raudos en propagar el «bulo del culo», hacia un régimen que martiriza a mujeres y persigue a homosexuales.
En España fabrican enemigos imaginarios para ahondar en la recreación kamikaze de los dos bandos guerracivilistas e implementar una agenda ideológica contra el ser humano, que tiene en la libertad su primer derecho a continuación del de la propia vida; pero allá donde sí podrían combatirlos se postran de hinojos o directamente les auxilian.
En cada juzgado español se acumula ahora un expediente de socorro para un violador, que no podrá enmendar ni el mismísimo Tribunal Supremo, por mucha confusión que generen los protectores de agresores sexuales, vendiendo la falsa esperanza de que puede unificarse doctrina para esquivar la reducción de penas allá donde sea posible por la maldita ley.
Y que la respuesta a eso sea colocar en el primer lugar de la agenda las lágrimas de cocodrila de Irene Montero, cuya relación con Pablo Iglesias ha sido obviamente la principal causa de su promoción política, es desasosegante.
Si hay que centrarse en algún llanto, que sea en el de las víctimas de los salvajes que Sánchez y Montero han liberado. Y en la de esos niños y esas mujeres que, aunque aún no lo saben, también serán agredidos en adelante gracias en parte al presidente del Gobierno y a su ministra de Igualdad, aunque sin duda no fuera ésa su intención.
Póngase en el pellejo de su mujer, señor Sánchez. Y usted en el de su hija, señora Montero. Y ojalá nunca les toque hacerlo de verdad, pero quizá si hacen ese ejercicio sincero se den cuenta de la barbaridad que han cometido y la de imperiosa necesidad de rectificarlo.
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