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19 de abril de 2024

Perro come perroAntonio R. Naranjo

Ayuso y la alumna ilustre

Una estudiante da la nota en la Complutense y el progresismo patrio la convierte en otra heroína como Greta Thunberg

Actualizada 01:30

Se llama Elisa Lozano, y al parecer es la mejor alumna de la promoción de Ciencias de la Información, lo que ya de entrada plantea una pregunta: si ella es la mejor, ¿cómo es la peor?
A la susodicha le dieron el reconocimiento en el mismo acto que distinguió a Isabel Díaz Ayuso como alumna ilustre de la Universidad Complutense, lo que debería resultar lógico hasta para los detractores más cafeteros de la presidenta.
Porque, ¿cuántos alumnos de esa fábrica de parados han llegado a ser presidente de la Comunidad de Madrid? El día que la Universidad Camilo José Cela decida premiar a Pedro Sánchez nadie, en su sano juicio, podrá discutir la distinción: podremos debatir largo y tendido sobre la tesis plagiada del presidente, incluso sobre la contradicción de doctorarse en una privada.
Pero no sobre los méritos para recibir el galardón simbólico de un estudiante que llegó a presidente del Gobierno por una serie de catastróficas casualidades y matrimonios de conveniencia nefandos.
Pero tales certezas no le valían a Lozano, la alumna brillante, que se soltó una perorata púber que en mis tiempos hubiera valido para pintarrajear un retrete en la facultad y hoy es suficiente para ser reconocida como la mejor.
Dijo, la lumbrera, que los buenos eran los zánganos que intentaron evitar el acto declamando a Góngora en bajito, de lo que nadie se percató, y eructando fuerte, de lo que todos sí fuimos conscientes.
Y dijo, también, que Ayuso no había hecho nada por ella y que, en traslación literal de su perorata púber, los «ilustres» de verdad «están fuera». Se refería a otros como ella que siguen pensando que el mundo les debe algo y que sus talentos, en el caso de que los tuvieran, merecían una recompensa.
Importa poco lo que diga Lozano, salvo para El País, que va buscando desde hace años reencarnaciones de Greta Thunberg o de Bea Talegón para echarles bronquitas a los mayores, que mientras buscan la manera de orear la habitación de los niños y de disipar el olor a tigre.
Pero sí es relevante que la mala educación y el victimismo barato se presenten ahora como un glorioso acto de justicia poética, de venganza romántica y de resistencia heroica cuando es, apenas, una demostración plañidera de pereza infantil.
A Elisa, alumna brillante, le vendría bien que alguien le dijera que la sociedad no les debe nada, y que si se lo debe no le puede pasar la factura a nadie. Y le vendrían muy bien, también, que alguien le dijera que no existe la fuga de cerebros; que le añadiera que sus padres y sus abuelos no ataban los perros con longanizas; que la vida siempre fue injusta y que antes, no hace tanto, se lloriqueaba lo justo desde la certeza de que las lágrimas impedían ver el bosque.
Aupar a los altares a una maleducada que solo dice gansadas no le hace ningún bien ni a ella ni a su generación, tan bien instruida en los conocimientos académicos como ignorante de esa asignatura, la vida real, que nunca fue fácil ni cómoda para nadie.
Ayuso, como Sánchez, es alumna ilustre de un país ágrafo que prefiere reprocharle el paro juvenil a la comunidad con menos desempleo de España que al presidente con más paro de jóvenes y de mujeres de Europa. Pero no se lo expliques a Elisa, alumna brillante, no sea que colapse al saber la verdad e interrumpa su meteórica carrera para ser reportera de La Sexta.
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