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29 de abril de 2024

Cosas que pasanAlfonso Ussía

Ada y el clarinete

Como alcaldesa, por necia e inútil, habrá destrozado Barcelona, aquella maravillosa ciudad del ayer. Pero como música inventora del soplido orquestal, pasará a la posteridad como una paleta de muy complicada superación

Actualizada 01:30

Resulta fascinante la evolución de las orquestas y bandas barcelonesas. Los instrumentos de cuerda, de viento y de percusión tienen que ser tocados, soplados o percutidos en catalán. Ni el difunto y magnífico Casals, autor del Canto de los Pájaros, se habría figurado ese paso adelante hacia la música nacional catalana. Porque una cosa es hablar en catalán, que lo hacen, y además muy bien, en torno a los cuatro millones de habitantes de este conflictivo planeta, y otra muy diferente soplar el extendido idioma de nuestro nordeste con entusiasmo. Para soplar en catalán un clarinete, previamente hay que matricularlo –al clarinete– en una academia de enseñanza del catalán. De no hacerlo, el clarinete se tendría que conformar con soplar muy pocas palabras, y no exclusivamente catalanas. Por ejemplo «puf», «paf» y «pif». Pero soplar «Catalunya Lliure», o «Espanya ens roba» es harina de otro costal. Antiguamente, cuando un músico instrumentista deseaba ingresar en una banda o una orquesta sinfónica de cualquier lugar del mundo, se le sometía a un riguroso examen de dominio del instrumento. En ninguna orquesta del mundo, o banda municipal se exigen requisitos lingüísticos. Bastan y sobran los requisitos musicales. «Usted desafina y está suspendido, o usted es un virtuoso y lo aceptamos inmediatamente, sea español, ruso, austriaco o francés». Pero Ada Colau, que siempre va y ve más allá que el resto de la humanidad, exige a los músicos de la Banda Municipal de Barcelona el certificado C-1 de catalán, y no sólo a los jóvenes músicos que sueñan con formar parte de esa prescindible banda, sino a los que llevan tocando en ella más de 25 años, como el profesor José Joaquín Sánchez, instrumentista de clarinete.
El clarinete es un instrumento complicado. Y don José Joaquín Sánchez, sevillano de origen y clarinetista de la Banda Municipal de Barcelona desde 1997, se ha dedicado a tocar el clarinete en el universal lenguaje de la música con notable honestidad artística y éxito. De haberlo hecho mal, ya lo habrían mandado de vuelta a Sevilla. Su dedicación le ha impedido estudiar y dominar el idioma catalán, cuya repercusión y uso principia en Tarragona y abandona su influencia y uso en la frontera con Francia, Gerona arriba. Don José Joaquín, que es un buen músico, ha cometido un atroz desprecio a Cataluña. Como sevillano y español del sur, se ha limitado a comunicarse con sus congéneres en un idioma que hablan casi 700 millones de personas en este mundo, y que para mayor humillación a Cataluña, es el idioma oficial de todos los españoles, catalanes –y barceloneses, claro– incluidos. Pero no ha tocado el clarinete en español, sino en el idioma universal del sonido y el tono, en el musical, que no está contemplado en el certificado C-1 de Ada Colau, que lo considera «imprascindipla» para formar parte de una banda barcelonesa.
El sonido de la Banda Municipal de la Ciudad Condal de Barcelona va a tener, a partir de ahora, millones de seguidores en el mundo, e investigadores, y hasta en Viena se estudiará su proyección hacia el futuro. Una orquesta con violines susurrantes en catalán, clarinetes que soplan en catalán, e instrumentos de percusión que tamborilean en catalán, podrá catapultar a Ada Colau a la más cimera atalaya de la gloria musical.
Como alcaldesa, por necia e inútil, habrá destrozado Barcelona, aquella maravillosa ciudad del ayer. Pero como música inventora del soplido orquestal, pasará a la posteridad como una paleta de muy complicada superación.
Don José Joaquín: a no más tardar, vuele a Sevilla y recupere su silla.
Y que Ada Colau sople en catalán los clarinetes que se le antojen.
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