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20 de abril de 2024

Un mundo felizJaume Vives

La batalla del aborto no está perdida

Por ahora hemos consolidado la primera fase, que es la de normalizar y ver como algo bueno, consagrándolo como un derecho, el asesinato de niños por nacer

Actualizada 01:30

Me refiero a que no está perdida del todo, a que todavía se puede perder más. Por eso, a raíz de la sentencia del TC, no valen posiciones derrotistas, bajar los brazos y abandonar.
Lo gordo ya está legalizado, es verdad, pero ahora queda por aprobar lo impensable. La sociedad ya ha aceptado lo principal: acabar con la vida de un niño si las circunstancias lo requieren.
En algunos lugares esas circunstancias se enmarcan dentro de unos supuestos que tienen más agujeros que un gruyer, en otros, unos plazos que tampoco tienen ningún sentido lógico o científico, y en otros –lo que tiene más sentido–, ni plazos ni supuestos, barra libre.
Y eso es lo gordo: haber conseguido que la vida del niño sea para nosotros un quiste del que hay que desprenderse si es preciso. Pero ahora falta lo impensable.
Y lo impensable es que el Estado empezará a decidir por aquellos padres que no sean capaces de tomar la decisión socialmente adecuada, que en muchos casos ya hemos visto que es abortar.
Luego que un grupo considerable de personas acepta que hay niños que no merecen venir al mundo porque pueden ser una molestia para los padres o para ellos mismos ya que vienen enfermos, ¿cómo no va a obligar el Estado a abortar? ¿Cómo, esos padres, sabiendo que van a traer al mundo niños enfermos, cometen la irresponsabilidad de dejarlos nacer?
El paso natural después de la barra libre es que el Estado intervenga. Igual que sucederá con la eutanasia. Habiendo asumido nosotros que hay vidas que no son dignas de ser vividas, ¿qué o quién impedirá al Estado decidirlo por nosotros?
Del mismo modo que ha decidido por nosotros que no podemos fumar en ningún restaurante, dar bollería a nuestros hijos para desayunar o que tenemos que enseñarles los valores cívicos y morales que ellos imponen.
Si traer un niño enfermo al mundo está mal, si dejar nacer a un niño cuando la cartera no acompaña está mal, ¿por qué el Estado no iba a poner todo su empeño en evitar ese mal?
Por eso no hay que abandonar la lucha, pues todavía no hemos tocado fondo. Y la realidad en otros temas nos enseña que, por ahora, hemos consolidado la primera fase, que es la de normalizar y ver como algo bueno, consagrándolo como un derecho, el asesinato de niños por nacer. Ahora queda el siguiente paso: que el Estado tome cartas en el asunto contra la voluntad de los padres.
Y aunque os suene a ciencia ficción, también a vuestros bisabuelos les hubiera sonado a chino que vosotros defendierais el aborto. El progreso es una caída libre hacia lo más oscuro del corazón del hombre que parece no tener fin.
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