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29 de abril de 2024

Un mundo felizJaume Vives

Una iglesia para los turistas

Algunos parecen haber olvidado que las catedrales se construyeron para dar gloria y culto a Dios

Actualizada 01:30

El otro día estábamos cociéndonos a fuego lento por las calles de Segovia, disfrutando de esa maravilla de ciudad, esculpida por el hombre para dar gloria a Dios.
Coincidió que además eran fiestas allí, de modo que la alegría se respiraba por doquier.
Una de nuestras paradas, casi la última, fue en la catedral, situada en la plaza mayor, donde el pueblo estaba disfrutando de una charanga. Pensamos que sería una buena idea entrar a saludar a Aquel en honor de quien se habían levantado los edificios más bellos de la ciudad.
La entrada de la catedral era el lugar más fresco de todo Segovia. No solo corría el aire, sino que este era fresco. Todo nos llevaba a pensar que dentro podríamos tener un rato de oración de lo más agradable. Pero nuestros propósitos se truncaron en el control de acceso, parecido al de un museo o exposición, y es que, cuando preguntamos dónde podíamos rezar, nos contestaron sin pudor alguno: «La catedral solo está abierta al turismo». O sea, que si queríamos entrar a rezar, teníamos que pagar.
Y fue inútil intentar razonar con las chicas del control, la decisión evidentemente no era suya, ellas se limitaban, muy eficazmente por cierto, a cumplir órdenes. Nos dijeron que si queríamos rezar, la catedral estaba abierta para ese fin a las diez de la mañana, cuando se celebraba la misa.
De modo que salimos a la calle, a la plaza mayor, y nos unimos a la fiesta de la charanga, que la Comisión de Fiestas había contratado para que los segovianos y los turistas disfrutaran gratis a costa del Ayuntamiento.
Era una fiesta muy animada, con familias, música, cerveza, gente bailando y unos músicos que habían sido contratados hasta las cuatro de la tarde pero que, a pesar de ser las seis, seguían animando a los allí congregados. ¡Qué milagro el de la música, que es capaz de alegrar el corazón y elevar el alma!
Pero volviendo a lo nuestro, entiendo que la catedral tenga que afrontar unos gastos muy elevados, pero no debería ser a costa del que quiere entrar a rezar un rato. Quizá debiera haber una contraseña para que los católicos de aquí y del otro extremo del mundo pudiéramos entrar gratis, si lo que queremos es rezar. Ni siquiera haría falta poner un rótulo en la puerta. Sería suficiente con no cerrar el paso a los que piden entrar para dicho fin.
Hay que pensar primero en los de casa, y luego salir al encuentro de los demás. Imaginemos una fiesta pensada para los turistas y no para los del lugar. ¡Qué tristeza! Casi tanto como una iglesia abierta solo para el turismo. Algunos parecen haber olvidado que las catedrales se construyeron para dar gloria y culto a Dios.
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