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14 de mayo de 2024

Perro come perroAntonio R. Naranjo

Podemos ejecuta un feminicidio laboral

El partido de los marqueses de Galapagar despide al 70 por ciento de sus trabajadores: 7 de cada 10 son mujeres.

Actualizada 04:30

Podemos, que estudia llamarse ahora Pudimos, acaba de despedir a 78 de sus 105 trabajadores con el cierre de ocho de sus delegaciones, con un ERE que en términos inclusivos es un auténtico feminicidio: el 70 por ciento de las empleadas en su sede central se ha visto afectado por el holocausto laboral, al que han sobrevivido en exclusiva los elegidos por los marqueses de Galapagar, incluyendo a la ministra igualitaria, que se libra así del vértigo de enfrentarse al mundo laboral de verdad, desconocido para ella.
El exterminio se ha llevado por delante, al parecer, la secretaría de Igualdad al completo, importante para Podemos, pero no lo suficiente como para que la salven de la quema, ejecutada por Lilyth Vestrynge y Rocío del Val, que en público hablan como si fueran Margarita Nelken y la Pasionaria pero en privado actúan como el jefe de personal de la embotelladora de Coca-Cola, aquel caso con el que Podemos le montó un pollo a Marcos de Quinto sin que el asunto tuviera nada que ver con él.
El resumen es elocuente: Pudimos ha roto la paridad, incluyendo al doble de mujeres que de hombres en el despido masivo; ha rebajado las indemnizaciones a 38 días por año trabajado, siete menos de los que defiende en las instituciones y ha priorizado la salvación de los amigos, con mayores o menores aptitudes que otros damnificados pero con una cercanía personal a los jefes que ayuda a entender su supervivencia.
Lo que sale del ERE es, pues, un partidito pequeño, masculinizado, clientelar y chupóptero que vivía casi en exclusiva del erario y seguirá haciéndolo, pero con menos recursos fruto de su hundimiento en las sucesivas citas electorales. Más que una formación política, Pudimos es ya un club privado de los amigos de la «pareja real» al que solo entran, para tener de qué comer, sus pretorianos de la máxima confianza.
Esto podría haberse retrasado, o enmendado, si los propietarios de la marca, en aplicación de sus supuestos valores y de las exigencias que imponen a otros, hubieran recurrido a los mecanismos de financiación habituales en las empresas familiares: endeudarse con créditos para mantener su actividad y plantilla a la espera de tiempos mejores; vender propiedades para disponer de fondos con los que tirar para adelante (por Galapagar sacaban un pico) o, como decía el Gobierno durante la pandemia para las empresas cerradas por decreto, acudir al ICO para lograr financiación y no tener que despedir a nadie.
Irene Montero, para terminar, ha multiplicado por 92 su patrimonio bruto y ahorros desde que llegó a la política, entre las herencias recibidas y los ingresos públicos conseguidos, todo ello valorado en cerca de 700.000 euros: suficientes para intentar retrasar el feminicidio de tantas mujeres, aunque fuera a costa de perderlo todo. Es lo que hace uno de esos empresarios a los que tanto gustan luego de insultar, bien por voluntad propia, bien por imposición legal.
Todo lo descrito es cierto. Y además tiene lógica, aunque Pudimos no se merezca ni un ápice de comprensión: han adaptado el gasto a los ingresos, sin recurrir a la deuda; han abaratado al máximo a su alcance el coste del reajuste; han intentado esquivar las responsabilidades económicas personales y lo han dedicado todo a mantener a las personas que consideran, por distintas razones todas válidas, mejores para la nueva etapa.
Lo hizo también Javier Bardem cuando cerró su restaurante en Madrid, como lo hicieron igualmente Izquierda Unida, CCOO, UGT o el PSOE: lo que no se puede pagar, no se puede mantener. Porque todos ellos viven en el mercado y del mercado, con una ventaja que no tiene el resto de operadores privados: ellos logran sus ingresos de los presupuestos públicos, y no del duro, exigente e implacable consumidor.
Eso sí, la próxima vez que personas que jamás han trabajado en el sector privado y jamás han sufrido como miles de empresarios se pongan a señalar, legislar o regañar a nadie, habrá que recordarles cómo se comportan ellos cuando se ven obligados a salir de su Arcadia ñoña, caprichosa, infantil y sectaria para aterrizar en el mundo real, repleto de adultos con vidas difíciles a los que ellos denigran, confiscan, llaman morosos o abandonan a su suerte con la habitual estupidez de los niñatos consentidos y financiados por papá.
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