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03 de mayo de 2024

Aire libreIgnacio Sánchez Cámara

Decoro institucional

Un Gobierno sin presupuestos, dijo Sánchez en brillante metáfora, es como un coche sin gasolina. Ahora, ante la imposibilidad de aprobarlos, los prorroga. Por lo que se ve, pretende circular sin gasolina. La vía regia hacia la inmoralidad es anteponer el propio interés a cualquier otra consideración.

Actualizada 01:30

No hay democracia sin correcto orden institucional. Sin decoro en las instituciones, la democracia se degrada hasta extinguirse. El Gobierno exhibe la más radical falta de respeto a las instituciones y sus fines. No respeta la independencia del Poder judicial, al que pretende someter a sus intereses. Para ello, ya controla el Tribunal Constitucional, presidido por uno de los suyos que ni siquiera se molesta en disimular. Lo que llama renovación del Consejo General del Poder Judicial no es sino asalto a la institución. Una cosa es que el Fiscal General del Estado dependa orgánicamente del presidente del Gobierno y sea nombrado por él, y otra es que sea un sumiso subordinado. No hay institución del Estado que no esté ya controlada o en vías de estarlo. Y, desde luego, la Agencia Tributaria. El objetivo es la constitución de un poder único, central y absoluto en manos del presidente.
Esta falta de decoro se manifiesta también en la relación con las comunidades autónomas y en su sometimiento a la extorsión por unos cuantos votos, para ser precisos siete. Quien no se respeta a sí mismo no merece respeto. La mentira y el cambio interesado de opinión también constituyen una falta al decoro institucional y a la dignidad de los ciudadanos. La última, o acaso haya otra nueva desde que escribo estas líneas hasta que se publiquen mañana, se refiere a la prórroga de los presupuestos. Cuando lo hicieron Rajoy y Ayuso era algo inadmisible. La primera obligación de un Gobierno era su aprobación. Si no lograba hacerlo, su obligación era convocar elecciones generales. Un Gobierno sin presupuestos, dijo Sánchez en brillante metáfora, es como un coche sin gasolina. Ahora, ante la imposibilidad de aprobarlos, los prorroga. Por lo que se ve, pretende circular sin gasolina. La vía regia hacia la inmoralidad es anteponer el propio interés a cualquier otra consideración. La corrupción es su consecuencia natural.
Quizá no se ha reparado lo suficiente en la gravedad de la anomalía y falta de decoro institucional que representa la ausencia, por no haber sido invitado, del dirigente de la oposición y del partido más votado en las últimas elecciones generales, en los actos institucionales de homenaje a las víctimas de los crímenes terroristas del 11 de marzo de 2004. Gravísimo es que el Gobierno manipule a su favor el dolor de todos los españoles ante el mayor ataque terrorista sufrido en su historia, e incluso insinúe que fue un justo castigo a la política del Gobierno de Aznar. Pero no lo es menos la consumación pública de este gueto en el que se pretende encerrar a, como mínimo, la media España disidente. Esta es quizá la más terrible falta al decoro institucional y a la convivencia. El Rey no debió presidir el acto en esas sectarias condiciones.
Asistimos al naufragio de la Constitución. Formalmente, permanecen las instituciones, pero son maltratadas y vaciadas de contenido. Son retazos de algo que tuvo sentido y lo está perdiendo. Afirma Jacques Maritain que cuando los representantes del pueblo «pierden el respeto a la majestad que les es inherente, se comportan como una banda de colegiales irresponsables o como un clan guerrero que se pelea, y ello es mala señal para la democracia». También esto es falta de decoro institucional.
La democracia es desmontada pieza a pieza. Las democracias pueden acabar mediante un golpe de Estado o una revolución, o también ser desnaturalizadas paso a paso. Esta es la vía reformista hacia la dictadura. Va acompañada de la inversión valorativa y la selección de los peores. Nada nuevo. Así clama el Eclesiastés: «Hay un mal que he advertido bajo el sol, / una especie de desacierto emanado del soberano: / el necio encumbrado a los más altos cargos, / mientras los dotados permanecen en la humillación».
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