Anímese, le podría ir peor
Hay quienes creen que el objetivo del enamorado es acabar de torpedear el poder judicial; otros, que sufre de una descomposición intestinal gracias al Mossad, que estarían amenazando con sacar a la luz toda la información de Pegasus
No sé si voy a poder escribir hoy. No me saco de la cabeza a la ministra Montero dándose un baño de masas, saltando al son de sus vivas y aplausos, pletórica. Me tiene rezando para que Sánchez no dimita mañana, ¿se la imaginan de presidente en funciones? Nuestra Evita Perón de mercadillo: ¡Chiqui, 1.200 millones no son ná! La Chiqui es la encarnación perfecta de que el silogismo del pesimista casi siempre se cumple en política:
«Anímese, le podría ir peor.»
Se animó, y le fue peor.
Esto por el lado meramente estético, que ya es decir. No es lo mismo que te destroce el país Mr. Handsome a que lo haga una rabalera venida a más (a muchísimo más): siempre hubo clases. El lado serio del asunto imagino que lo conocen ya; hay quienes creen que el objetivo del enamorado es acabar de torpedear el poder judicial; otros, que sufre de una descomposición intestinal severa gracias a los agentes del Mossad, que estarían amenazando con sacar a la luz toda la información de Pegasus. En todo caso, a mí lo que me intriga es esta oleada de apoyo irracional a Sánchez en los medios de comunicación convencionales y en redes sociales.
Tenemos a un número considerable de personas supuestamente formadas y con cierta idea de en qué consiste el periodismo siguiéndole el cuento al amado líder. ¡Han logrado la cuadratura del círculo! ¡Un grupo de periodistas han firmado un manifiesto contra la libertad de prensa! Me resulta hipnótico ver las piruetas mentales que realizan para vendernos un supuesto acoso y derribo por parte de la prensa y los jueces españoles a Sánchez. Pero ¿por qué me sorprendo? ¿Qué repercusión tuvo la sentencia final sobre los ERE en Andalucía? ¿Qué oposición existe frente a la ley de amnistía? ¿Qué problemas existenciales les provoca a socialistas, palmeros y voceros del Gobierno el apoyo de Bildu, con terroristas en sus listas? Han subido, simplemente, un peldaño más. Lógico y esperado: toca ahora proclamar que los jueces juegan al lawfare y que los periódicos son un peligro para la democracia.
Y yo me pregunto, ¿algunos temas no podrían ayudar a esta horda de fans a que se replanteen un poco todo? No sus ideas, no sus apoyos políticos, pero sí al menos a que descubran que pueden exigir a sus políticos una miajita más de seriedad. Qué sé yo, quizá soy muy tiquismiquis, pero no hay quien encubra que Begoña Gómez es catedrática sin ser siquiera licenciada. Por poner un ejemplo obvio, innegable. ¿Sacar estos asuntillos en prensa supone un acoso insoportable? ¿Qué pensaba el presidente que suponía su cargo? Quizá le incomoden los abucheos, pero, Pedrito, ¡que a cambio tienes el Falcon! La ola de indignación y de hiperventilados que ha levantado me hace dudar de si esta gente ha olvidado el puñetazo que se llevó Rajoy en su momento o que fueron ellos mismos los que inventaron el concepto de «escrache» y «jarabe democrático». Con esto no pretendo reivindicar el ojo por ojo ni la violencia física o verbal. Tan solo señalar la sublime capacidad de esta gente para aplicar la ley del embudo: ancho para mí, estrecho para los demás.
La causa principal la encontramos en la propia naturaleza humana, que tiende a lo irracional y al tribalismo. En España se lleva alentando desde la época de Zapatero, con el añadido perverso de que, cuando se habla de polarización, se pone más el foco en la derecha. Y tiene sentido: el objetivo no ha sido nunca la trifulca por la trifulca misma, esta es solo un medio para demonizar in crescendo a todo aquel que no comulgue con las tesis oficiales. El resultado lo estamos viviendo ahora. Y temo que a Sánchez le va a salir bien la jugada. A no ser que la tesis correcta sea la del Mossad y Pegasus. Ojalá, sería un buen chorro de agua fría para poder comenzar de cero. O no.
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