Errores a desterrar
El frente popular es retorcido, sinuoso, y es capaz de soportar y sobrevivir a casi todas las situaciones, por difíciles y complejas que parezcan, por la sencilla razón de que todos los elementos del mismo lo necesitan imperiosamente, singularmente quienes forman parte del referido núcleo.
Lo sucedido en los últimos meses particularmente intensos, tanto a nivel nacional como internacional, nos exige a todos, antes del arranque político del nuevo curso, una serie de consideraciones para la erradicación de algunos errores ampliamente extendidos a la hora de la evaluación y del diagnóstico de este momento tan critico que atravesamos.
El primer error es recurrente, radica como siempre ha sucedido, en la falta y el déficit del diagnóstico, y por ello, de la compresión, de la naturaleza y carácter del «frente popular» que mal gobierna España desde el año 2018, pero cuyo proyecto arrancó mucho antes.
Falta siempre un diagnóstico del conjunto, de la globalidad, y por ello, la reacción siempre se produce a posteriori, y se limita a la sorpresa, consternación, incluso rabia, por la falta de limites y frenos de este frente popular. En estos dos meses, una vez pactada la amnistía, de mala manera y de forma chapucera, hemos observado el espectáculo y la permisividad, pactados con seguridad, de la vuelta de Puigdemont, recordando lo sucedido en el caso Faisán del 2011, e inmediatamente después, el anuncio del concierto económico para Cataluña. A estos hechos se suma el silencio del Gobierno ante lo sucedido en Venezuela, por citar algunos de los acontecimientos que más han llamado la atención.
Lo primero que hay que reafirmar, es la confirmación de la naturaleza de este frente, esto es, su carácter «bolivariano». De la misma forma que el precedente del actual frente en la historia de España, aquel que se organizó en 1935, precedido por la Revolución de Asturias, estaba caracterizado e impregnado por la violencia de principio a fin, el actual está determinado por una tendencia bolivariana, esto es, avanzando por la senda de la arbitrariedad y el totalitarismo.
Lo sucedido confirma que el núcleo del frente lo componen Sánchez, ETA y Esquerra Republicana de Cataluña, lo que no es por cierto ninguna novedad. El hecho de que Puigdemont no sea el presidente escogido por el núcleo del frente es la lógica consecuencia del proceso y de la naturaleza del mismo.
El frente, su líder, no es cualquier relativista. Es un relativista bolivariano, o cambiando el orden de las palabras, un bolivariano relativista. El objetivo del frente no es el Gobierno de los españoles, si siquiera solo el cambio de régimen constitucional, porque su objetivo principal es el cambio y transformación de una sociedad en sus fundamentos.
El resultado electoral en Cataluña, a diferencia del vasco, había sido un regalo envenenado para el conjunto del frente. ETA, su proyecto ha ganado la batalla cultural en el País Vasco y Navarra, y solo administra este éxito para decidir el momento para expulsar al PNV del poder. Pero ERC no tiene el mismo peso específico que ETA en el País Vasco, y los componentes del Frente, ERC en el núcleo y Junts en la periferia compiten abiertamente, dificultando la posición del Presidente Sánchez.
El frente, en teoría, debe servir para que su núcleo gobierne: ETA en el País Vasco y Navarra, ERC en Cataluña, y el Partido socialista en España, pero la aritmética electoral resulta a veces inexorable, y en Cataluña, la debilidad de ERC le ha alejado de la Presidencia de la Generalitat.
Pero el frente popular es retorcido, sinuoso, y es capaz de soportar y sobrevivir a casi todas las situaciones, por difíciles y complejas que parezcan, por la sencilla razón de que todos los elementos del mismo lo necesitan imperiosamente, singularmente quienes forman parte del referido núcleo. Que nadie espere un movimiento contrario al frente popular de los dirigentes socialistas, y tampoco de los nacionalistas, porque como añadiré a continuación, detrás del frente está la autodeterminación del País Vasco y Cataluña, gran objetivo de todos ellos.
El segundo error, que se comete también con frecuencia, es pensar que cada retorcimiento del proceso, esto es, tras cada paso que dan para avanzar, éste va a ser el último. Quienes estamos fuera del mismo tendemos a pensar que el último ha sido tan escandaloso que ha sido el final por su grado de desvarío y disparate. Un error, porque el frente está obligado siempre a dar un nuevo paso, entre otras razones, para tratar de tapar el anterior. La Amnistía, en buena medida, se tapó con la escandalosa vuelta pactada de Puigdemont y con el concierto económico catalán.
Hoy, los socialistas del frente, con timidez, pero con descaro, hablan de federalismo y de federalización. En definitiva, es una gran mentira, porque si algo detestan los nacionalistas vascos y catalanes, es precisamente este concepto. Necesitan sentirse diferentes, distintos, únicos.
La amnistía, el concierto catalán, la transferencia en su momento de la política penitenciaria para el gobierno vasco, nos indica que antes que después, el horizonte es el debate de la autodeterminación, con la previa necesidad de legitimar los referéndum. Lo demás son pasos previos, intermedios, para afrontar su objetivo principal, la autodeterminación, tal y como se especificó en el Pacto de Estella de 1998 y el Pacto de Perpiñán a principios del 2004. En vez de centrar nuestro esfuerzo en los contratiempos, dificultades y sobresaltos que suponemos van a producirse entre los miembros del frente, después de cada uno de los nuevos pasos del mismo, hay que llevar al debate otra tarea, otro esfuerzo, que tiene dos dimensiones. En primer lugar, anticiparse al siguiente paso, para que no haya sorpresa. Prevención más que estrictamente reacción. Hoy no es difícil prever que el frente tiene que atacar la independencia judicial y también a medios de comunicación críticos.
En segundo lugar, desde la alternativa, hay que enunciar, explicar y detallar el compromiso y la forma y manera de llevar a cabo la reversión del último paso que han dado. Porque la dificultad de la alternativa será cómo hacer reversible lo que el frente popular considera hoy que será irreversible.
La apuesta de Rodríguez Zapatero fue que el mal llamado «proceso de paz» se hiciera irreversible tras su salida del gobierno, y vaya si lo consiguió. La alternativa tiene que presentar un proyecto global, total, de reversión de todo el proceso, o de una gran parte del mismo, y que se conozca antes de la celebración de las próximas elecciones.
Hay frases, sentencias, expresiones, que en mi opinión hay que desterrar desde la alternativa. Algunos dicen que hay que cargarse de razón, lo importante es abrazar el centro político, pese a que cuando hay un frente popular en el gobierno, que avanza día a día, destruyendo la libertad y el Estado de Derecho, no hay centro que valga. También algunos dicen que lo relevante es hacer Pactos de Estado, porque así se demuestra un carácter moderado, cuando la regla general debería ser la búsqueda de la distancia infinita con el frente, porque de otro modo, les legitimas dentro de España y de la Unión Europea.
La tarea, la batalla a este frente, hay que plantearlo siempre a medio plazo, pero eso sí, sin desaprovechar todos y cada uno de los dislates de un instrumento que no tiene la misión de gobernar, sino de dividir, fracturar y transformar una sociedad.
No nos engañemos, hay un proyecto poderoso enfrente de nosotros, no solo una personalidad que pretende aferrarse al poder de la forma que sea, aunque ello sea cierto. Enfrente no sólo está el sanchismo ni Sánchez, sino un proyecto perverso.
El tercer error que hay que saber desterrar consiste en la idea de que lo que nos sucede, lo padecemos solo en España.
Fijémonos lo que ha sucedido en estos últimos meses en el mundo occidental: Atentado frustrado contra Trump, renuncia de Biden unos pocos meses antes de las elecciones en Estados Unidos, constitución de un Frente popular de Izquierda en Francia, para evitar la vitoria del Frente Nacional en las elecciones legislativas, parálisis total en Francia ante la incapacidad del Presidente Macron de poner en marcha un nuevo Gobierno, crisis y debate abierto y profundo en Alemania, derivado de la inmigración islamista. Asimismo, un espectáculo lamentable, pero muy expresivo y simbólico en la presentación de los Juegos Olímpicos de París, con una obsesión enfermiza de destrucción de los fundamentos cristianos de Europa, y la confirmación que la inmigración irregular, la presión migratoria y el islamismo constituyen el gran reto de Europa, sin que tengamos un proyecto acordado y adecuado.
El mundo occidental está viviendo una transición, una crisis, una decadencia de una civilización que se ha hecho cómoda, que se ha aburrido de sí misma, con pérdida de referencias permanentes. No es tampoco una casualidad el hecho de que padezcamos dos guerras simultáneamente, una en el corazón de Europa, en Ucrania, y otra en el alma de nuestra civilización, en Tierra Santa. Pero nadie o casi nadie, ante este solapamiento indisimulado de una multiplicidad de crisis, se atreve a diagnosticar la causa de las causas de la misma.
No solo es España y el Frente Popular que vivimos. Resulta muy llamativo que, pese a la sucesión de estas situaciones descritas, el silencio, la falta de debate respecto a la crisis de referencias permanentes y de fundamentos, la ausencia y desaparición de cualquier significado de la trascendencia, que está íntimamente unido a cualquier civilización, y mucho más a la europea. Este silencio, esta ausencia de interés por esta gran cuestión, es prueba inequívoca de la profundidad y dificultad del reto que tenemos por delante.
- Jaime Mayor Oreja es presidente de la Fundación NEOS