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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Tiemblo de emociones

Debo modificar mi criterio y descubrirme ante la belleza iluminada de García Montero

Actualizada 01:30

Escribía ayer de los escritores y poetas andaluces. No de todos, que son muchos y muy grandes. Me recordaron algunos lectores en sus comentarios mis olvidos. Fernando Quiñones, el gaditano, a quien tanto quise. El cantor de Andalucía, Carlos Cano. Carlos fue el supremo trovador, creo que granadino, pero sus mejores canciones las compuso apoyado en textos precisos y preciosos de Antonio Burgos, como las Habaneras de Cádiz y de Sevilla, que también las interpretó magistralmente María Dolores Pradera y sus inseparables Gemelos. Y dejé de lado, al actual director, o lo que sea del Instituto Cervantes, Luis García Montero, viudo de Almudena Grandes, estación de Atocha. En su trabajada Antología de los Mejores Poemas de Amor, Luis María Ansón se ocupa también de García Montero, pero sinceramente no puede considerarse una elección sorprendente viniendo de Luis María, siempre atento a la palabra y a las influencias. No obstante, nunca entendí que García Montero, de profesión poeta y miembro de jurados, presentara altas calidades para dirigir el Instituto Cervantes. Siempre interpreté su nombramiento como un enchufe. Pero al fin he abierto los ojos, expulsado los prejuicios, y asumido la justicia de su nombramiento. Después de leer su poema neoyorquino 'Life Vest Under Your Seat', que supera a todo el poemario del Poeta en Nueva York de Federico García Lorca, y los versos de Pepe Hierro escritos en la ciudad de los rascacielos, debo modificar mi criterio y descubrirme ante la belleza iluminada de García Montero. Razón le sobra a Ansón para incluirlo en su acertada Antología. Dice así, el rutilante rapsoda y director del Instituto Cervantes. Dispónganse los lectores a controlar el temblor de sus emociones.

Señores pasajeros buenas tardes
Y Nueva York al fondo todavía,
Delicadas las torres de Manhattan
Con la luz sumergida de una muchacha triste,
Buenas tardes señores pasajeros,
Mantendremos en vuelo doce mil pies de altura,
Altos como su cuerpo en el pasillo
De la Universidad, una pregunta
Podría repetirme el título del libro
Cumpliendo normas internacionales,
Las cuatro ventanillas de emergencia,
Pero habrá que cenar, tal vez alguna copa,
Casi vivir sin vínculo y sin límites,
Modos de ver la noche y estar en los cristales
Del alba, refrescando
Bajo edificios de temblor acuático,
A una velocidad de novecientos
Kilómetros, te dije
Que nunca resistí las despedidas,
Al aeropuerto no,
Prefiero tu recuerdo por mi casa,
Apoyado en el piano del Bar Andalucía,
Bajo el cielo violeta
De los amaneceres en Manhattan,
Igual que dos desnudos en penumbra
Con Nueva York al fondo, todavía
Al aeropuerto no,
Rogamos hagan uso
Del cinturón, no fumen
Hasta que despeguemos,
Cuiden que estén derechos los respaldos,
Me tienes que llamar, de tus asientos.

Pocas veces me he topado como un poema de tan briosa envergadura.

Digno director del Instituto Cervantes.

¡Qué chorrada!

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