Fundado en 1910
Vidas ejemplaresLuis Ventoso

El psoeísmo honesto (y el habitual)

Algunos hombres y mujeres buenos, muy pocos, se atreven a anteponer su conciencia al apoyo ciego a un PSOE con el que simpatizaban desde su juventud

Actualizada 15:47

Haciendo un poco de simulacro de deporte, resulta que me encontré de sopetón con una vieja amiga de la universidad, una periodista conocida a la que no veía desde hacía tres lustros, o quizá más. Allí estábamos, en chándal, escrutando ambos —sin decirlo— cómo había pasado la máquina del tiempo sobre el otro. A ella le gusta hablar. Así que no tardó en ofrecer un repaso somero, pero bastante completo, sobre la situación de la democracia, la judicatura, el periodismo… Es decir: lo que está pasando en España con Sánchez.

Allá en los ochenta, ella ya simpatizaba con el PSOE. Nunca le pregunté por qué, si le venía de familia, si la había camelado el carisma de Felipe, o si como tantos jóvenes españoles de entonces pensaba que ese partido podía encarnar una mayor justicia social y un cambio hacia la modernidad. En contra de lo que apuntaba y recomendaba Churchill, a ella el socialismo no se le curó con los años. En los años noventa, durante la primera década del siglo XXI con Zapatero, en los comienzos de Sánchez… siguió apoyando a su PSOE en los platós televisivos y en sus escritos. En una España donde por desgracia a todo se le pone una etiqueta partidista, estaba —está— enrolada en la cuadra de los tertulianos que se llaman a sí mismos «progresistas».

Sin embargo, en los últimos dos años algo ha empezado a cambiar en su discurso. Cuando el sanchismo comenzó a descarrilar en serio, ella tuvo un momento tipo caída del caballo camino de Damasco («leí una cosa en el BOE que simplemente me pareció inaceptable, indefendible, contraria a la más elemental lógica, y a partir de ahí…»). Entre su conciencia y su vieja simpatía por el PSOE, eligió la primera y empezó a señalar a las claras los desbarres más gruesos del sanchismo, con especial hincapié en su peligrosísima cruzada contra el poder judicial y la letra de la ley. «El problema llega cuando se quieren cargar el principio de realidad, cuando los hechos ya no significan nada. Por ahí, no».

Por supuesto atender a tu conciencia y no comulgar con ruedas de molino no es lo habitual (cuántos periodistas en nómina del periódico oficial del sanchismo, o de TVE, no estarán en su fuero interno en contra de la amnistía, la sumisión a Puigdemont, el cuponazo catalán, las mentiras, los tics de aroma bolivariano… pero hay que seguir cobrando, que fuera hace mucho frío). Quitarte las orejeras ideológicas para decir la verdad tiene un precio alto. Mi amiga empieza ya a notarlo en las televisiones, con un trato más distante de algunos colegas de la correcta secta y de ciertas fuentes y políticos. Se está jugando los cuartos. Así que lo que ha hecho —lo que está haciendo— es digno de admiración y aplauso.

A lo largo de la historia de la humanidad ha habido muchas personas buenas que supieron estar en su sitio en contra de lo que les convenía para su bienestar, en los casos más extremos incluso poniendo en riesgo sus propias vidas. Ha habido ángeles hasta en el horror supremo de Auschwitz.

La crecida del sanchismo no se habría producido si más dirigentes, simpatizantes, votantes y afiliados del PSOE se hubiesen atrevido a decir a tiempo: «Así, no». Es decir: a ser honestos ante hechos que de manera incontrovertible están mal. Pero por desgracia no han abundado los de esa pasta moral. Se cuentan con poco más de los dedos de una mano. Es más fácil hacer un Pumpido, o un García Ortiz, aparcar toda ética, toda deontología profesional y toda vergüenza para apoyar a la causa a cualquier precio y disfrutar de paso del carguito y sus prebendas.

Pero el tiempo hará justicia y los señalará como lo que son (que ustedes ya lo saben sin necesidad de que lo explicite con la gruesa palabra que se han ganado a pulso).

comentarios
tracking