Terror y sectarismo de Napoleonchu
Hay quien dice que la situación del ministro es insostenible y que el régimen de terror que impera en la plaza del Marqués de Salamanca es épico. Está claro que en sus planes no debe figurar el de volver a la carrera cuando cese en sus actuales funciones como hicieron en el pasado Dastis, Westendorp u Oreja
A la vista de los periódicos nacionales y extranjeros de los últimos días, un corresponsal de un medio foráneo en Madrid, del que soy amigo desde que llegó hace un cuarto de siglo, me enviaba este mensaje ayer a primera hora: «It seems your Asociación en Contra de las Estupideces de Napoleonchu is increasingly popular». Diferentes periódicos europeos hablan abiertamente de lo que sucede en el Ministerio madrileño.
Y un diplomático español, con pasión por su carrera, se quejaba amargamente de la degradación que viven: «Anda, que tengamos que estar en toda la Prensa dentro y fuera de España por semejantes desvaríos… Yo empiezo a sospechar que Sánchez lo va a sacrificar y buscar su cuarto ministro de Exteriores [en siete años de mandato]. Porque yo, desde luego, no he visto semejante despliegue de crítica contra un ministro de Exteriores en mi vida. Debe tener también bastantes enemigos dentro del Gobierno. A lo mejor hay algo de fuego amigo en todo esto…»
Llegados a este punto, me permití aportar mi propio grano de arena. Hace un par de meses asistí a una entrega de premios que presidía Su Majestad el Rey. Llevaba como ministro de Jornada a uno de los pocos miembros del gabinete que conozco personalmente. Cuando intercambiábamos unas palabras el ministro empezó a decirme que lee todos mis artículos y que son divertidísimos. He visto poner a mis artículos todo tipo de adjetivos: plúmbeos, perspicaces, engreídos, snobs, elitistas, reiterativos… Nadie hasta entonces me había dicho que le parecen divertidísimos. Y, quizá por ello, recordé que esa persona, miembro del Gobierno, tiene fama de llevarse a matar con Napoleonchu. Así que algo de fuego amigo puede haber.
Hay quien dice que la situación del ministro es insostenible y que el régimen de terror que impera en la plaza del Marqués de Salamanca es épico. Está claro que en sus planes no debe figurar el de volver a la carrera cuando cese en sus actuales funciones como hicieron en el pasado ministros / diplomáticos como Alfonso Dastis, Carlos Westendorp o Marcelino Oreja Aguirre por poner ejemplos de distinto contexto. Con la cantidad de enemigos que se ha generado Napoleonchu no se atrevería a dar una cabezada, no ya en un salón de actos. Es que ni encerrado bajo llave en su propio despacho.
Porque la realidad es que Albares ha manifestado un sectarismo propio de un régimen totalitario. Ya lo demostró retirando el cuadro del fundador de la Escuela Diplomática, el conde de Jordana. Afortunadamente, un descendiente de este ha logrado el aval de los tribunales para su restitución. Otro buen ejemplo de sectarismo ha sido la supresión del nombre de Castiella de la biblioteca de la Escuela Diplomática. A esa biblioteca no se le dio ese nombre para ensalzar la memoria del Fernando María Castiella, que es la persona que ha ostentado la titularidad de Asuntos Exteriores durante más tiempo. Y esa podía haber sido una buena razón para mantenerle la designación. Pero no. Antes de morir, Castiella dejó dicho que su biblioteca sobre Derecho Internacional (fue catedrático de Derecho Internacional Privado en la Complutense antes y después de ser ministro) y su biblioteca sobre diplomacia y relaciones internacionales fueran donadas a su alumno predilecto, Marcelino Oreja Aguirre. Cuando falleció Castiella el 25 de noviembre 1976 Oreja era ministro de Asuntos Exteriores y sugirió a la familia que era mejor hacer la donación de la biblioteca a la Escuela Diplomática. Todos estuvieron de acuerdo y la Escuela Diplomática aceptó la donación. La bibliotecaria fue a casa de Castiella y seleccionó lo que le pareció de más valor y los libros se colocaron en una gran sala de la Escuela conocida desde entonces hasta Napoleonchu como el Aula Castiella, a disposición de los alumnos y de los investigadores. Por cierto, entre los volúmenes donados había hasta libros de la editorial Ruedo Ibérico prohibidos en época de Franco.

Ex Libris de Fernando María Castiella
Para terminar de ser coherente con su sectarismo, sugiero al ministro que debe completar su razzia de desmemoria histórica cortando en todos los ejemplares de la biblioteca el precioso ex libris del ministro Castiella que todavía podía verse la semana pasada en un ejemplar que me enseñaron. Es una acción una mijita talibán, pero los suyos se lo agradecerán. Ánimo, ministro. Le queda mucho por hacer. El terror y el sectarismo pueden ser infinitos.